Con la mirada puesta en los golpes de Estado en Chile o en Argentina, y atravesando un amplio período de historia político social, esta pieza de teatro documental nos hará ver que las cloacas siempre han estado ahí y nos trae una reflexión necesaria sobre el capitalismo, el neoliberalismo, el poder y en torno a la realpolitik.
Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «Shock. El condor y el puma» que dirigida por Andrés Lima y con textos de Albert Boronat, Juan Cavestany, Juan Mayorga y el propio Lima, nosotros, hemos podido ver en la sala grande del Teatro Valle-Inclán (sede del Centro Dramático Nacional).
La obra se inspira en el popular libro La doctrina del shock de la escritora Naomi Klein en el que se nos relata como pese a que el liberalismo alardea de ir siempre acompañado de una estructura política democrática, en realidad, no debería alardear tanto dado que se cuentan numerosos ejemplos, precisamente, de lo opuesto. En el libro se exponen los casos de Rusia, Brimania, Bolivia, Iraq, Argentina o Chile. Lejos de esa idea dulcificada de un liberalismo con la impronta de Thatcher o Reagan. En la obra se nos presenta el caso de Chile y su dictadura como paradigma de un liberalismo tremebundo auspiciado por los poderes económicos fundamentalmente. Nótense las maniobras orquestales en la oscuridad de la Escuela de Chicago para derivar en el golpe de Estado de Pinochet. Un golpe ideado, premeditado y teorizado desde el modelo económico preconizado por los buques insignia de la Escuela: George Stigler o Milton Friedman. (El Comité Especial del Senado Norteamericano sobre Inteligencia revelaría más tarde que las medidas económicas que implementó la Junta Militar de Gobierno en Chile inmediatamente después del golpe de estado fueron diseñadas con ayuda de «colaboradores de la CIA»). Asesor de los gobiernos de Thatcher o Reagan, Friedman aboggó en Chile por implantar unas medidas de schock para intervenir la, según él, enferma economía del país tras el golpe. Entreesas medidas, liberales, propias de la Escuela de Chicago, estaban: reducir el gasto público, reducir el número de empleos públicos, cercenar políticas sociales, privatizar empresas, aumentar impuestos al consumo. Todo ello llevaría al país a una desgraciada escalada de desempleo, inflación y pobreza inusitadas. (La obra también nos cuenta cómo la historia es un ciclo que se repite como si fuésemos sordos a las advertencias del coro: el golpe militar de Videla en Argentina asumiría también las tesis de Friedman sin que el peaje pagado en Chile sirviese de aprendizaje).
Dice Naomi Klein que cuando se coloca a una población en una situación de shock, es también cuando se logra que esa población acepte el desmantelamiento de su Estado de bienestar o la privatización de todas sus riquezas, de su sanidad, su educación. Eso fue lo que ocurrió en Chile, en Argentina, y en tantos lugares. Ocurrió y sigue ocurriendo de forma recalcitrante. Así lo mantiene también el filósofo Byung-Chul Han al hablarnos de psicopolítica: entendida esta como un poder seductor que consigue que los individuos se sometan voluntariamente al entramado de la dominación. La psicopolítica ha reemplazado probablemente a la realpolitik, término trasnochado heredado de la guerra fría.
Los marcos de referencia expuestos en esta obra pasan por el análisis del sistema neoliberal. Sistema en el que estamos impregnados hasta tal punto que podemos encontrar esa palabra, liberal, en el discurso de la política actual a cada paso. Las preguntas que nos suscita la obra son demasiadas. Todas ellas para hacernos pensar en el mundo en que habitamos. Una de las menos reconfortantes tiene que ver con la responsabilidad propia, es decir, ¿hasta qué extremo permitimos al Capital, como individuos, que se sirva de nosotros? ¿Hasta que punto la lucha de clases se ha transformado en una lucha personal, contra nosotros mismos, en forma de auto explotación y auto culpabilidad? Es algo así como si las descargas eléctricas nos las administrásemos nosotros mismos en una siniestra prolongación de los tentáculos del poder. Cabría preguntarse aquello si es primero el líder o el adepto. La respuesta sencilla y frustrante es conocida: no hay dictadura o poder que corrompa sin la necesaria complicidad del pueblo.
Más allá de esta reflexión que la obra provoca, debemos señalar cuatro aspectos que la elevan por encima de la media de lo que se puede ver en cartelera. Su dirección, sus interpretaciones, su texto y su escenografía (incluyendo aquí otros apartados técnicos).
En lo que respecta a la dirección, Andrés Lima lo vuelve a conseguir. Rotundo engranaje, lustroso, engrasadísimo. Todo funciona de un modo absolutamente brillante. Estamos ante un espectáculo vivo y genuino, en el que, créannos, nada chirría con lo arduo que es lograrlo en una obra de estas dimensiones. En las interpretaciones no hay un solo actor/actriz que no deslumbre. Hay tal naturalidad, tal capacidad de emoción y control que resultan impecables. Nos quedamos con todos/as y cada uno/a de quienes pasan por la escena. No obstante, queremos destacar algunas notas de cada uno/a.
El primero, un Ramón Barea exultante. Hiperdotado para la escena. Conmueve. Nos lo creemos y resulta acertadísimo. Así juzgamos igualmente a Ernesto Alterio que deja a su paso una estela de enorme trabajo en esta obra. Nos atrae especialmente en su elocuencia dramática. Juan Vinuesa posee las maneras de un José Luis López Vázquez, en su destreza para desmigar desde lo pequeño, desde el gesto cotidiano y desde el falso titubeo. Paco Ochoa con su potente desparpajo y su magnífico tono en cada uno de sus roles. Y las dos actrices, María Morales y Natalia Hernández, francamente inspiradas, especialmente en esa escena del encuentro entre la Thatcher y Pinochet y su mujer en Londres.
En lo que respecta al texto, escrito a cuatro manos, debemos admirar su coherencia y su ritmo. Hay una narración pertinente, bien hilvanada, quizá en algunos momentos un tanto hipertrofiada, pero potente. En sus puntos más robustos nos recuerda mucho a «Americana», o a «Submundo», dos grandes novelas del escritor Estadounidense Don Delillo. El recuerdo llega por su apreciable modo de situarnos en un relato tan amplio, tan exhaustivo y por el intento de querer aprehender una parte amplia de la historia en la que se mezclan política, sociedad, economía, cultura de masas, casi a modo de documento o dossier. Si las dos mencionadas novelas de Delillo podrían considerarse como novelas mundo, esta pieza podría ser vista como una obra con la suficiente entidad literaria como para entrar en esa misma categoría. Una travesía apabullante y memorable que se erige en lo mejor que llevamos visto en 2019.
En cuanto a los aspectos técnicos y de escenografía, sin un solo «pero» en este apartado. El escenario queda habilitado a modo de panóptico, con grandes pantallas, con un módulo central redondo giratorio que dinamiza y da músculo a la propuesta. Sonido, imagen están en coherencia con el resto del conjunto.
A los 91 años, Friedman el ideólogo de las teorías económicas que implementarían gobiernos de derechas junto a otros agentes necesarios (véase la CIA, el gobierno de turno de EE.UU, los medios de comunicación, etc) renegaría de su propia teoría del monetarismo, diciendo, en una nota de prensa del Financial Times: «El control sobre la masa monetaria como un objetivo en sí mismo no ha sido un éxito. Hoy en día ya no creo en ello, como lo hice alguna vez». He ahí el funcionamiento de un liberal. Fallecería, tres años después, a causa de un ataque cardíaco a los 94 años. El hombre que predicaba que aplicar desgarradores shocks en la economía de los países frágiles era la única manera de rescatarlos. Menuda argucia. El liberalismo económico que, como diría Rosa Luxemburgo, «es la zorra libre en el gallinero libre».
Nunca la fragilidad de un país se arregla con un shock. Solo un país que recuerde y sepa hacer el balance ecuánime de su historia, será capaz de rescatarse a sí mismo.
SHOCK. EL CÓNDOR Y EL PUMA.
PUNTUACIÓN: 4 CABALLOS Y 1 PONI
Se subirán a este caballo: Quienes deseen disfrutar de un teatro que es un mundo. Un relato apasionante y necesario.
Se bajarán de este caballo: Sonido de grillos… ¿Bajarse? Ni nos lo planteamos.
***
FICHA ARTÍSTICA
Texto: Albert Boronat, Andrés Lima, Juan Cavestany y Juan Mayorga
Dramaturgia: Albert Boronat y Andrés Lima . (Inspirada en «La doctrina del Shock» de Naomi Klein).
Dirección: Andrés Lima.
Reparto: Ernesto Alterio, Ramón Barea, Natalia Hernández, María Morales, Paco Ochoa y Juan Vinuesa
Beatriz San Juan (Escenografía y vestuario), Pedro Yagüe (Iluminación), Jaume Manresa (Música y espacio sonoro), Miquel Àngel Raió (Videocreación), Cécile Kretschmar (Caracterización), Laura Ortega (Ayudante de dirección), Almudena Bautista (Ayudante de escenografía y vestuario), Enrique Chueca (Ayudante de iluminación), Enrique Mingo (Ayudante de sonido), Vivi Comas, Àlex Romero e Íñigo Rodríguez (Ayudantes de vídeo) y Joseba Gil (Producción Check-in Producciones).
Producción Centro Dramático Nacional en colaboración con Check-in Producciones
Una crítica de Watanabe Lemans
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