Zampanó, artista ambulante viudo, parece ser el dueño de Gelsomina, la hermana de su mujer. Pese al carácter violento y pendenciero del hombre, la muchacha se siente atraída por su estilo de vida nómada, siempre en un carromato en la calle. Además, él le está enseñando para que pronto pueda formar parte del espectáculo con el que recorrerán, juntos, los pueblos y ciudades. Y aunque su relación parece tóxica, ambos sienten que se necesitan mutuamente.
Esta podría ser la sinopsis de la obra «La strada»: adaptación sobre la cinta de Federico Fellini, con versión de Gerard Vázquez y dirigida por Mario Gas, que nosotros hemos podido ver en la Sala San Juan de la Cruz del Teatro de La Abadía.
Año 1954. El primer barco con ayuda armamentística para la dictadura franquista zarpa desde estados Unidos. Mientras, España estudia proyectos para revalorizar el turismo en la costa del sol. Ese mismo año, en una Italia que se estaba reconstruyendo a sí misma con fuertes cambios en lo social, cultural y económico, un director de cine llamado Federico Fellini presentaba su película «La strada» con un reparto encabezado por el actor Anthony Queen y la actriz, a la postre pareja de Fellini, Giulietta Massina. En sus manos recaían los personajes de Zampanó y Gelsomina, respectivamente, dos icónicas representaciones cinematográficas muy difíciles de reemplazar, aun cuando ya han pasado más de sesenta años.
Reconozcamos que la empresa en la que decide embarcarse Mario Gas es de altura: llevar al teatro una adaptación de la película ganadora del Oscar del año 1954. Película de un director absolutamente personalísimo y, lo que es más complejo, de un imaginario neorrealista ¿imposible de trasladar de la gran pantalla a una sala de teatro?
En este pulso consigo mismo, el director Mario Gas asume el enorme riesgo de apuntalar una historia cuya narración original obedece a un contexto muy concreto y apegado a la realidad de una Italia de posguerra; una historia cuya narración fluye con una cadencia arrebatadora, en la que la trama, en apariencia sencilla, se nutre de los paisanajes, de las semblanzas de un mundo nómada de perdedores silenciosos a quienes Fellini retrata con grandes espacios vacíos de fondo, con la soledad como parte del relato. Partiendo de ese punto, la dificultad es máxima. Para superarla, Gas se ocupa de buscar un casting que pueda hacer frente al reto y la elección ¿es fallida?
En el papel de Gelsomina, la actriz Verónica Echégui no da la talla. Su interpretación del personaje escora del lado de una tristeza o rabia casi permanentes, cuya mirada de perplejidad se congelada en una suerte de buenismo que, casi, roza con la idiocia. No logramos ver en su personaje la fuerza de una Gelsomina que, sí, es dependiente, pero al mismo tiempo enérgica, fuerte, capaz de disfrutar del mundo circense.
Es muy complicado que un personaje como Gelsomina brille sin todo lo que rodea una producción como «La strada», pues, en la película, la Italia que se reconstruye, la Italia que intenta resurgir de sus escombros, es también un personaje más y absolutamente legítimo, válido.
En el papel de Zampanó, el actor Alfonso Lara, parece resolver de un modo más adecuado, pero, con todo, no acaba de llevarnos a ningún lugar que nos fascine. Su gesto acerado, más huraño y hosco, le suma a su Zampanó ese ingrediente de alma atormentada cuyo ruido interior parece condenarle, de por vida, a ser un hombre al margen. El tándem Zampanó/Gelsomina parece arrastrar un pesado lastre: el de convertirse, a medida que avanza la función, en un páramo, en un barbecho.
Para nosotros, la mejor actuación llega de la mano de una Gloria Muñoz que en su papel de reparto, hablando desde un vídeo grabado, en el rol de la mujer que ha visto por última vez Gelsomina tras haberla abandonado Zampanó, nos transmite tal franqueza y buen hacer que sus apenas dos minutos de aparición, son suficientes para recibirla como la mejor de las tres interpretaciones. El personaje del loco, el equilibrista, encarnado por Alberto Iglesias, queda aquí transfigurado en ejercicio lírico estirado hasta desgarrarse como inocua metáfora.
A este acercamiento sobre la obra de Fellini, que nos resultaba atractivo de entrada, le falta mordiente. La evocación conseguida no es suficiente, no recala en el espectador como debería, como potente relato de perdedores, de seres esquinados que salen de sus ciénagas pagando sus propios rescates. Nos ha faltado toda la elocuencia de la que podría haber sido capaz. Todo se nos termina haciendo cuesta arriba y rematadamente sobrio, parco.
¿Dónde está, en esta versión, el imperativo vital que debería portar Gelsomina? ¿Por qué la sensación con la que nos vamos es de tristeza redundante, de rudeza sin muchas más aristas? ¿Por qué Echégui convierte su rostro en máscara hierática vacía de matices? Es ella, precisamente, el contrapunto necesario en una historia cruda, la que acepta las condiciones de un juego terrible. La que, Kantiana, sabe que la vida es rastrera y miserable, pero nos descubre que siempre hay una forma de habitarla por muy poco edificante que pueda parecer; su don, sí, es la bondad, la tolerancia a la frustración.
Cuanto hubiésemos deseado que ese momento, mágico y penetrante, en el que Zampanó abandona a Gelsomina dejándole la trompeta, hubiese devenido en arrebatamiento poetizado. Cuanto hubiésemos deseado poder cifrar mucho mejor los matices de esa entorpecida bondad que reside también en Zampanó. Gelsomina y Zampanó, dos cantos rodados que nos devuelven la aspereza de la vida, de la supervivencia.
Por desgracia, «La strada» de Mario Gas se queda en ahogado relato, en carretera cortada, que puede servir, quizá, como homenaje a Fellini y a una pequeña parte de su imaginario, pero que no funciona, creemos, como pieza teatral, incapaz de hacer frente a una compleja tarea: la de emocionarnos, la de conducirnos hasta ese lugar en el que uno se encuentra, frente a frente, con el hechizo del teatro.
LA STRADA
PUNTUACIÓN: 2 CABALLOS Y 1 PONI
Se subirán a este caballo: Nostálgicos/as del cine de Fellini deseosos de ver «La strada» llevada a las tablas.
Se bajarán de este caballo: Nostálgicos/as del cine de Fellini, tras ver «La strada» llevada a las tablas.
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FICHA ARTÍSTICA
Autor Federico Fellini
Versión Gerard Vázquez
Dirección Mario Gas
Reparto: Alfonso Lara, Verónica Echegui y Alberto Iglesias
Ayudante de dirección Montse Tixé
Escenografía Juan Sanz
Diseño de iluminación Felipe Ramos
Compositor banda sonora Orestes Gas
Diseño audiovisuales Álvaro Luna
Figurinista Antonio Belart
Fotógrafo Sergio Parra
Diseño y dirección de producción Concha Busto
Ayudante de producción (MRR) Triana Cortés
Productores asociados Roberto Álvarez, Luis Arranz y María José Miñano
Producido por José Velasco
Distribución Concha Busto
Una reseña de @EfejotaSuarez
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