Una mujer llega a su casa tras asistir a un espectáculo de hipnosis. Su familia comienza a sospechar que la mujer sigue en ese estado cuando detectan en ella un extraño comportamiento. Su entorno tratará de hacer que vuelva a la realidad, aunque todos sean, más o menos conscientes, de que la realidad es un lugar igualmente huidizo.
Esta podría ser la sinopsis de la obra «El Mago» escrita y dirigida por Juan Mayorga, que nosotros hemos podido ver en la sala Francisco Nieva del Teatro Valle Inclán de Madrid.
Uno acude al teatro esperando encontrarse con un texto que le deslumbre, o con unas interpretaciones que destaquen por su arrojo, su comicidad, su gesto genuino. Si estas fallan, una pieza teatral se viene abajo irremisiblemente.
En el caso de «El Mago» todo parecía apuntar en la dirección correcta: un autor asentado en la dramaturgia española, un reparto con mucho interés y dentro de un contenedor como el Centro Dramático Nacional, y, sin embargo, pocas cosas funcionan en esta obra.
Comencemos por el texto. La escritura de «El Mago» se nos presenta sencilla. Incluso diríamos, escrita con un sentido de pobre calado metafórico. Si pensamos en cuál es el mensaje de la pieza, debemos acudir, en primer lugar, a las palabras de su autor. Mayorga señala que «hoy todos estamos hipnotizados y nuestra vida se rige por algoritmos que nos indican qué comprar, donde alojarnos…» (tomado de la entrevista de Alberto Ojeda para «El Cultural» del periódico «El Mundo»). Aceptando esta premisa, tan banal y corriente como metáfora, ya podemos hacernos una ligera idea de por dónde van a ir los tiros. Lo demás: encontrar sutilezas, evocaciones, correspondencias con la política actual, con el mito de Platón, etcétera, francamente, se nos escapa de las manos y nos parecería, sin duda, un ejercicio de mal prestidigitador.
Podríamos argumentar, además, que una visión tan simplista de la hipnosis (tomada exclusivamente como elemento mágico o lúdico) es un tanto precaria y queda muy alejada del potente sustrato que tiene la hipnosis, por ejemplo, para psicoterapeutas como Milton Erikson. Tomemos, aun así, la idea de hipnosis en el sentido de magia. Preguntémonos: ¿la idea es hacernos ver que la vida se puede suspender temporalmente quedando esta en manos de un mago que nos controla a su antojo? ¿Pretende el autor hablar de cómo asumimos discursos impostados en nuestro día a día? ¿Un alegato acerca de la necesidad de huir de una realidad en precario equilibrio?
Decía Kant que «es de suma importancia estar satisfecho con la providencia, aunque esta nos haya trazado un camino penoso sobre la tierra». Quizá este podría ser revulsivo suficiente, como antídoto, para la protagonista de la obra de Mayorga que parece empeñada en mostrarse como liebre despersonalizada dentro de la madriguera que es su casa, su mundo. Una vida aburguesada, y mucho, con un matrimonio anodino, una casa de IKEA, un «mañana» autoprecintado, sin mucha enjundia. Normal que alguien quiera huir de un horizonte así. Querer volar y ver las casas desde arriba, dejar en suspensión el propio juicio. ¿Misantropía escondida detrás de un velo de estudiada farsa? Quizá sí. Se lo debemos al maestro Mayorga aunque todo suene demasiado elevado, forzado por nuestra parte, pues reconocemos que estamos, esta vez, ante un texto que se convierte en lineal, sin recovecos, sin demasiadas dobleces, fácilmente olvidadizo. Si el teatro es un mapa y el cine es un espejo, para Mayorga, nosotros nos quedamos con el espejo de Woody Allen en «La maldición del escorpión de jade», sin duda alguna, y nos alejamos de este «El Mago» en el que no penetramos, no logramos ver demasiado conflicto, drama o, al contrario, un humor que nos haga salir de la sala con una sonrisa bobalicona para paliar los males que nos rodean. Eso también nos habría valido, a estas alturas: toparnos con un mapa del divertimento, genuino, repleto de sentido lúdico bien traído. Ni una cosa, ni la otra.
Nos falta un desarrollo del sentido onírico mejor teatralizado. Si todo lo onírico se reduce a ese espacio íntimo de lo que ocurre dentro de la cabeza de la protagonista y su manifestación desnortada por fuera, en forma de exabruptos, canciones machaconas, gestos que suenan a terrible impostura, entonces, como espectadores nos distanciamos de plano. No nos llega, no nos salpica ni provoca. La asepsia, sí, campa a sus anchas.
En el capítulo de interpretaciones, por desgracia, la cosa no tiene un efecto muy distinto. No hay un solo personaje que consiga saltar por encima de la trama y aportar una suerte de elemento por el que merezca la pena apostar decididamente. En general, ninguna interpretación destaca por su brillo dentro del conjunto a excepción, quizá, de María Galiana que sabe horadar mejor en sus propios pliegues y extraer la parte de comicidad y arrebato necesario que posee su personaje de suegra con bastante sentido común. La actriz Clara Sanchis, que encarna a la mujer hipnotizada, nos arranca una mueca de perplejidad al situarse en un rol carente de profundidad, un tanto pudibundo en el sentido de deslustrado, mal perfilado, tan confusamente resuelto que se queda en anti personaje. Quizá, la aparición en forma de entremés, de un par de personajes, invitados por la pareja para comer en su casa, es la única que rompe un poco con una trama que, sentimos, se estira como un chicle que ha perdido todo su sabor.
Dice Milton Erickson que la genuina hipnosis, no esa repleta de mitos y aspavientos, es en realidad «un estado de máxima concentración; un trance por medio del cual somos más libres de actuar de acuerdo con nuestras convicciones, y nunca en contra de nuestra voluntad». Una nueva mirada, la suya, sobre el encantamiento, sobre el encanto. Encanto sobre el cual escribe también Albert Camus que «es el modo de obtener un sí, sin haber formulado ninguna pregunta clara».
Ante «El Mago», sentimos que, a la pregunta poco clara que plantea Juan Mayorga en su obra, nosotros, visto lo visto, no responderíamos un «sí».
EL MAGO
PUNTUACIÓN: 2 CABALLOS Y 1 PONI
Se subirán a este caballo: Quienes se dejen seducir, tramposamente, por una sinopsis que hace la pieza apetecible.
Se bajarán de este caballo: Quienes, tras ver la obra, sentimos que la sinopsis de la misma está muy lejos de cumplir las expectativas.
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FICHA ARTÍSTICA
Texto y Dirección: Juan Mayorga
Reparto: María Galiana, José Luis García-Pérez, Ivana Heredia, Julia Piera, Tomás Pozzi, Clara Sanchis
Escenografía y vestuario: Curt Allen Wilmer
Iluminación: Juan Gómez-Cornejo
Música: Jordi Francés
Coproducción Centro Dramático Nacional, Entrecajas Producciones Teatrales, Avance y García-Pérez Producciones
Una reseña de @EfejotaSuarez
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