Un joven escritor regresa a su Galicia natal tras la muerte de su padre. El largo viaje en tren servirá como lugar en el que recordar su infancia y adolescencia siempre y cuando una espontánea e inesperada compañera de vagón se lo permita.
Esta podría ser la sinopsis de la obra «Castrapo» de la compañía Os Náufragos que, escrita, dirigida y protagonizada por Gustavo del Río, nosotros hemos podido ver en la Sala Cuarta Pared de Madrid.
Nos acercamos a la propuesta tras leer su sinopsis y valorar que, quizá, podríamos hallar en la pieza un imaginario sensible, evocador, profundo. Los ingredientes aparecían dispuestos sobre la mesa: una obra sobre el reencuentro, sobre las raíces, que gire en torno a la identidad, con relaciones de padres e hijos, con el contraste de la ciudad y la aldea. Una suerte de universo Junguiano repleto de arquetipos reconocibles: la muerte, la pérdida ambigua, la nostalgia/saudade/morriña. Hasta ahí, y negro sobre blanco, todo parece en orden. Todo resulta coherente. El problema llega en el paso de la teoría a la acción. En esa derivada es donde «Castrapo» se convierte en una lengua muerta.
Es inevitable concluir, tras verla, que a la obra le sobran aristas y flecos que han quedado colgados, no engarzados. La estructura de la pieza destila tanta ingenuidad que es difícil asumir que quienes la han levantado no sean conscientes de la misma y de cómo esta ingenuidad se transmite. Una ingenuidad que no obedece a la ternura sino a la simpleza. ¿Por qué nos vamos de la sala con la sensación de que nos han colado, por la escuadra, una obra mal rematada? ¿Por qué tenemos esa sensación, tan intensa, de obra que parece salida de una función de teatro de fin de curso?
La estructura, nada efectiva, se encuentra dividida en dos claras partes: el viaje en tren y lo que sucede en la casa paterna de la aldea. Ambas partes se intercalan mediante transiciones musicalizadas a cargo de cantareiras en directo. Quizá la parte cantada sea la única a la que no se pueda reprochar nada, excepto que su inclusión en la pieza no acaba de cuajar como elemento de transición entre escenas. Creemos que falta mucho trabajo y, lo peor, es que se nota.
En el capítulo del relato, de la dramaturgia, no observamos ninguna originalidad y, al contrario, hay momentos en los que el texto se nos hace tan anodino que perdemos la atención frente a una dramaturgia reducida a diálogos muy insustanciales, excesivamente hiperbolizados, en los que el contraste entre el autor que regresa a casa desde la ciudad y el mundo del rural, de la Galicia folclorizada, se erigen como apremiante hazmerreír sin gracia alguna. El retrato de la mujer del tren es tan naif y estereotipado que asusta si lo tomamos como invocación del imaginario del paisanaje galaico. Sin exagerar, su desequilibrada semblanza nos parece afectada de una retranca propia de los peores sketches que se pueden ver en la televisión pública galega en un programa como «Luar». No esperen encontrar ecos de Castelao en la retranca que Gustavo Del Rio dispone en esta propuesta.
Las interpretaciones son todas muy similares: francamente mejorables. Pero que muy mejorables. Queriendo hacer una crítica constructiva, emplazaríamos al autor a reescribir su obra de un modo más bello, o más humorístico, o más poético, o más «añádase lo que sea», con el fin de hacer de este «Castrapo» un ejercicio con identidad, con estilo; una pieza con hondura y sentido de lo teatral (de los que, creemos, carece).
Sobra chascarrillo fácil, sobran diálogos carentes de cualquier magia, de cualquier posibilidad de evocación. Sobran malas imitaciones en base a un esquema plano y redundante y faltan muchas otras cosas. Muchas: entrega, emoción, interpretación, texto con resonancias, un poderoso imaginario. Sí, nos ha faltado tanto, tanto, que la obra se nos ha quedado en absolutamente fallida. En un «quiero y non podo» castrapiense a medio camino entre la nadería y el rubor.
Ojo que, quizá, esta podría ser, deliberadamente, la intención de la propuesta: un acercamiento metafórico al título de la misma: «Castrapo», que no es otra cosa que una inconfundible vulgarización de la sintaxis, del vocabulario combinado de galego y castellano. Una inconfundible vulgarización, dramatúrgica, de la mezcla entre lo que pensábamos que podía ser, pero, les aseguramos, no fue.
CASTRAPO
PUNTUACIÓN: 1 CABALLO
Se subirán a este caballo: Amazonas y jinetes a punta de pistola.
Se bajarán de este caballo: Quienes sepan ver las tremendas grietas de esta pieza fallida.
FICHA ARTÍSTICA
Autoría: Gustavo del Río
Dirección: Gustavo del Río
Elenco: Denis Gómez, Victoria Teijeiro y Gustavo del Río
Escenografía: Marisa de Laiglesia
Vestuario: Fernando Cayazzo
Iluminación: Esther Aja
Música en directo: Pandereteiras Lilaina
Asesoría dramática: Rebeca Vecino
Diseño gráfico: Sebastián Casanova
Promoción y distribución: Os náufragos teatro
Produce: Os Náufragos Teatro
Una reseña de @EfejotaSuarez
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