El 17 de noviembre de 2019, en París, en el marco de las 49ª Jornadas de la Causa Freudiana (tituladas Femmes en Psychanalise) Paul B. Preciado fue invitado a dar un discurso como hombre trans frente a cientos de psicoanalistas que ven en la transexualidad una patologización de toda aquella sexualidad que queda fuera de lo normativo.
Esta podría ser una suerte de sinopsis de la lectura dramatizada de «Yo soy el monstruo que os habla» que, con texto y dirección de Paul B. Preciado, nosotros pudimos ver en el Centro de Cultura Contemporánea Condeduque, en Madrid.
Comencemos por el final de la lectura (dramatizada debería ir entrecomillado) del texto de Paul B. Preciado: la transexualidad, a ojos del psicoanálisis, es una aberración y el máximo responsable de tal mirada deformada es Lacan. Lacan, psicoanalista de referencia (ya fallecido, pero cuyas tesis han marcado la ortodoxia psicoanalítica con el beneplácito de Freud, a quien reescribió) llegaría a asimilar la transexualidad con una forma de psicosis. La persona trans, vista por la clínica lacaniana, quiere ser otra persona, quiere arrancarse su genitalidad, etcétera, pero, atención, porque los que practican este innoble arte de la patraña psicoanalítica, defienden, al mismo tiempo que Lacan no pretendía condenar o injuriar a nadie encajándole en lo neurótico, lo psicótico o la perversión, puesto que, para el autor, todos esos constructos entrarían dentro de la normalidad (aquí es cuando entramos en cortocircuito). En resumidas cuentas, el psicoanálisis solo corrobora sus propios prejuicios y, sí, amigos, amigas y amigues, lo que nos resulta curioso es que Paul B. Preciado, con toda su erudición, muerda de la carnaza psicológica de una práctica que dentro de la psicología actual ocupa un lugar denostado y aborrecible para muchos psicólogos y psicólogas que se han formado en otras prácticas, afortunadamente, basadas en la evidencia. Es decir: el psicoanálisis no es la psicología. Un psicoanalista no es un psicólogo. Cuestiones básicas.
No sabemos si para Paul B. Preciado todo obedece a un juego de despliegue intelectual. Confrontar con y al psicoanálisis tiene toda la pinta de pelea amañada. El psicoanálisis es el gran perdedor porque se sostiene sobre pura (y dura) conjetura, floritura, arquitectura sin cimientos, sin sostén científico ni técnico, perorata a la altura de lo literario que no de lo académico, pensamiento mágico llevado a la categoría de escuela (sobre todo en Francia). Veréis, está bien leer psicoanálisis, pero hay que saber dejarlo ahí, en una lectura, sin más. Ir más allá y aplicarlo a lo real, a lo cotidiano, al sufrimiento humano, a la vida de la gente, sería algo parecido a intentar contemporizar con el Levítico o hablar del diluvio universal y de Noé para teorizar sobre el cambio climático. Es por este motivo que, pese a que todo el discurso de «Yo soy el monstruo que os habla», nos resulte legítimo y acertadísimo (tomado, eso sí, como discurso genérico contra una sociedad muy intolerante), su confrontación con el psicoanálisis nos termina por resultar irrelevante en tanto en cuanto esta disciplina tiene la misma potencia que la defensa mantenida por terraplanistas o por integrantes de QAnon. ¿Se imaginan a Carl Sagan confrontando con un terraplanista? ¿A Pasteur o Marie Curie confrontando con un antivacunas? Nosotros preferimos no imaginarlo.
En cualquier caso, si Paul B. Preciado no confrontase con los psicoanalistas, no hubiera surgido el libro ni la lectura dramatizada, ni las entrevistas, ni todo lo que hay alrededor. Ahora bien, centrándonos en el texto y en sus significantes, debemos insistir en su pertinencia. Tiempos aciagos, tiempos feos, grises que vivimos y más todavía quienes viven su identidad fuera de lo normativo. Solo nos vienen adjetivos como valentía, heroicidad, arrojo, para las personas que se enfrentan a la moral de una época que les toca vivir. Qué cantidad de imbecilidad humana en los discursos feministas anti trans, qué ciénagas de indiferencia y de prejuicios acumulados habrán de sustentar a quienes atacan y discriminan, a quienes frivolizan con la cuestión trans y apuntalan el calamitoso proceso social del ostracismo, del señalamiento a la otredad. Señalamiento y (por suerte empoderamiento) que también vemos en los relatos de quienes se muestran tal y como son sobre el escenario, reproduciendo el discurso de «Yo soy el monstruo que os habla».
Paul B. Preciado toma como referencia a Pedro «el rojo», el personaje de un mono que aparece en un relato de Kafka («Informe para una academia») y que después de aprender a escupir como los hombres, a fumar la pipa como los hombres, y de descorchar una botella y beber como los hombres, se atreve a presentarse ante la Academia para hacer un informe sobre su vida anterior como simio. Paul B. Preciado fue alcanzado también, a lo largo de su vida, por varios disparos de expediciones de caza (permítasenos la metáfora); por los disparos que, como a Pedro el Rojo, trataron de doblegarle, de forzar a mantener una identidad que no era la suya. Si Pedro el rojo llevaba la marca de una cicatriz roja que le diferenciaba a la vista de sus captores, de ahí su sobrenombre, la marca de Preciado es su activismo, sus esfuerzos por teorizar y resetear epistemologías que siguen funcionando, muchas intactas, pese al dolor y el sufrimiento que generan: epistemologías de lo binario, de la única e incontrovertible diferencia entre hombre y mujer que aún desean mantener a toda costa las fuerzas de la tradición, del conservadurismo. He ahí la batalla cultural más cruenta: no ya por el relato sino por la constatación de que podemos establecer algo más que la categoría hombre y mujer igual que hay más de tres dimensiones, igual que se siguen descubriendo planetas más allá de aquella lista que nos hicieron memorizar y que terminaba en Plutón. El psicoanálisis, bien es sabido, no es liberal, (ni liberador, claro) es absolutamente conservador.
Preciado se sitúa dentro/fuera de una jaula construida por clichés sociales, culturales que si no fuera por quienes, como él, ven más allá, la jaula pasaría a ser una urna hermética o, peor aún, un féretro, un ataúd (como el que pinta Magritte en Perspective: Madame Recamier by David, en 1949).
Creemos que a este «Yo soy el monstruo que os habla», como dramatización, no se le puede sacar mucho más partido del que se le puede sacar siendo leído en la intimidad de cada cual. Por mucho que, en escena, el monólogo se aborde con diferentes voces de personas trans y por mucho que, a veces, la lectura se acompañe de algunas imágenes históricas perturbadoras. En general, no nos conmueve. Todo queda muy apegado a lo académico antes que a lo afectivo.
Tal vez la parte que más nos emociona tiene que ver con esa en la que Preciado, alejado del rigor intelectual, se abre emocionalmente para remitirnos a una adolescencia y etapa de juventud en la que comenzó a encontrarse con los primeros libros y manuales que lograban describir la sexualidad desde la diversidad. Un gesto sincero y rotundo de homenaje a quienes le salvaron de la oscuridad de una sociedad que solo podría vivirse como irrespirable, insoportable.
Hoy es él quien escribe esos ensayos, esos manuales, quien confronta las ideas para que evolucionen, no se estanquen y se ensanchen, se amplifiquen.
Hoy es Paul B. Preciado quien ayuda a muchas personas a saber que se puede observar el género, e incluso la especie que somos, desde otras escalas, desde otras perspectivas, sin duda, francamente humanas.
YO SOY EL MONSTRUO QUE OS HABLA
PUNTUACIÓN: 2 CABALLOS Y 1 PONI (Sobre cinco).
Se subirán a este caballo: Quienes busquen en las palabras de Paul B. Preciado un intento de comprensión a las sociedades que habitamos.
Se bajarán de este caballo: Aquellos/as que tengan dos sesiones semanales con algún/a psicoanalista.
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FICHA ARTÍSTICA
Texto y dirección: Paul B. Preciado
Elenco: Víctor Viruta, Bambi, Jessica Velarde, Andy Díaz y Paul B. Preciado
DISEÑO DE ILUMINACIÓN: Paco Ariza
COORDINACIÓN: Gabi Belvedere
REGIDURÍA: Gema Monja
LUCES: Silvia Dorado
AUDIOVISUALES: Israel Menéndez, Marina Cardeña
Agradecimientos a Tanya Beyeler y Luis Luque.
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Una crítica de Mi Reino Por Un Caballo
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