PUNDONOR. «O aportas o te apartas»

Una profesora que ha estado de excedencia por motivos personales, vuelve a dar clases en la universidad. Pronto, su audiencia, en una de sus clases, parece interpelarla y la profesora sucumbirá ante su precario equilibrio.

Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «Pundonor» que, con idea original de Andrea Garrote, dirección de esta última junto a Rafael Spregelburd e interpretada por la propia Garrote, nosotros hemos podido ver en el Teatro de La Abadía, en Madrid.

pundonor Foto :Sandra Cartasso
pundonor Foto :Sandra Cartasso

Una de las cosas de las que hablaba Foucault en su discurso sobre la locura era acerca de que el poder sería capaz de encontrar extranjeros nacidos en su propia patria. Esa «extranjería» quedaba reservada para los que se apartaban de la línea que articulaba qué es normal y qué es productivo. Los locos (entiéndase que dentro de esta categoría se inscribe un amplio espectro: los diferentes, los depravados, los raros, etc.) serían esos extranjeros identificables. Esos a quienes conviene apartar del sistema para que no desbaraten sus planes, sus normas. Una de las tareas de lo normativo, que no cubre el loco/la loca, es la del cumplimiento del rol. La de ejecutar aquellas tareas que se le suponen a su género, a su papel, a su profesión, a su ideología, etc. En esta misma argumentación, la fragilidad se iguala con debilidad y la debilidad con improductividad, ergo, con ostracismo. El error no reside ya sólo en no producir, como objetivable síntoma de estar fuera de una sociedad, sino que el error podría ser incluso producir aquello que no es apropiado (para quienes juzgan qué es o deja de ser apropiado).

El papel que despliega Garrote, interpretando en «Pundonor» a Claudia Pérez Espinosa, profesora universitaria, es el papel de una mujer que se tomó una excedencia para recuperarse de un malestar y de nuevo, pasado el tiempo de reposo (un tiempo de estar fuera del sistema universitario y de la docencia), regresa al aula para impartir clases. Pero ese reposo a ella no parece haberle servido para interiorizar el mantra del bio-poder que debe parecerse a algo así como: «O aportas o te apartas«. La profesora Pérez Espinosa vuelve aparentemente reflexiva, lúcida, serena, pero pronto, frente a un auditorio de niñatos y niñatas con móvil en mano dispuestos a grabar cualquier ocurrencia de la profesora, ésta sucumbirá a esa voz interior propia que le susurra: rebélate ante esta panda de imbéciles.

Ella no está dispuesta a caer en manos de ese mecanismo insidioso del poder de acuerdo con el cual uno debe suspender su juicio para ser aceptado y tolerado; de acuerdo con el cual uno debe dar buena cuenta del refrán de «oír, ver y callar» a rajatabla. El pundonor* queda a la intemperie y habrá quien pueda habitar ese espacio en carne viva. No es el caso de la protagonista de la obra, cuyo pundonor le llevará actuar. A escenificar su malestar hacia una sociedad en la que vive. La sociedad que solo desea apagar cualquier rastro de identidad, de diversidad, de diferencia.

*Pundonor: Sentimiento que impulsa a una persona a mantener su buena fama y a superarse.

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En la clase de Pérez Espinosa, sus alumnos y alumnas reunidos en el aula, no la escuchan, no la ven. Al contrario: la escrutan, la evalúan, la observan. Y la observación es el modo natural del panóptico foucaultiano (filósofo sobre el que ella está impartiendo su asignatura). El alumnado es una suerte (o desgracia) de prolongación de la sociedad que no ampara debilidades o flaquezas.

Andrea Garrote está fabulosa en el papel que le lleva en este monólogo a pasar por un carrusel de estados de ánimo y pensamientos de lo más variopinto. Vemos a esa mujer que representa: la que al principio se muerde la lengua, la que se ata en corto a sí misma (aprendizaje cuasi Pavloviano) y vemos , también hacia el final, a esa misma mujer mutada en hartazgo, en desesperación, en fragilidad que ha sido ridiculizada por su entorno; en vulnerabilidad que ha sido censurada por quienes deberían detenerse a escuchar.

La elección de Foucault como epicentro de su clase, no es gratuita, por supuesto. Responde a un fondo para una forma. El fondo del mensaje es claro: el de la inclusión y la exclusión de quienes tienen algún problema de salud mental. ¿Dónde queda tal inclusión dentro de una sociedad a la que se le llena la boca con el asunto de la defensa de la salud mental, pero que sin embargo aún desprotege y ridiculiza?

Si la base es la educación de la población para lograr una normalización, nótese cómo el contexto de «Pundonor» nos traslada a un ámbito educativo de enseñanza superior como es la universidad que aquí queda relegada a paradigma de insensibilidad. Probablemente un niño de primaria reaccionaría mejor que uno de los alumnos de Pérez Espinosa en su clase universitaria.

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Todo es bastante eficaz y nos resulta pertinente, comenzando por la interpretación de la actriz que se amolda con solvencia al texto. Sin embargo, debemos decir que echamos en falta algo más de beligerancia en el texto, algo más de activismo capaz de llevar al público a una reflexión más profunda que se supedite a los pensamientos e ideas del maestro Foucault en lugar de trazar un relato tal vez un pelín descafeinado (redundante en algunos momentos en divagaciones superficiales que no apuntalan la tesis de la que parten) y algo propenso al exceso de mofa/histrionismo. Se corre el riesgo de que esa «extranjería», del personaje que representa Garrote, quede reforzada bajo la exhibición de un acto que pueda ser tomado como estúpido antes que como un gesto de heroica resistencia. 

Nadie dice que «Pundonor» debiera recalar más en lo dramático, pero sí estaría bien que defendiese, de manera menos ambigua, una idea principal mucho más reconocible. Algo así como levantar una pequeña ventana donde antes solo había una pared. En este caso, digamos que «Pundonor» ha pintado la marca de la colocación de un ventanal que, mire usted, tampoco es poca cosa.

PUNDONOR

PUNTUACIÓN:  3 CABALLOS (Sobre cinco).

Se subirán a este caballo: Quienes busquen una pieza que ironiza en torno a la locura con ingredientes foucaltianos.

Se bajarán de este caballo: Aquellos/as que esperen una mayor presencia de la filosofía de Foucault en el texto.

***

FICHA ARTÍSTICA

Idea original:
Andrea Garrote

Dirección: Andrea Garrote y Rafael Spregelburd

Ayudantía de dirección:
Juan Seré

Escenografía:
Santiago Badillo

Iluminación:
Santiago Badillo

Vestuario:
lara Sol Gaudini

Música original:
Federico Marquestó

Producción:
Carolina Stegmayer
Carlota Guivernau
Teatro de La Abadía Producciones

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Una crítica de Mi Reino Por Un Caballo

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