Una mujer que trabaja en una empresa es llamada a despacho de la encargada de las evaluaciones de ventas. Las llamadas son cada vez más constantes y se suceden a lo largo de los meses de tal modo que la encargada acabe logrando entrometerse por completo en la vida de la empleada.
Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «Contracciones» que, escrita por Mike Bartlett (con traducción y versión de Jorge Kent), dirigida por Israel Solá e interpretada por Candela Peña y Pilar Castro, nosotros hemos podido ver en la sala principal del Teatro Pavón, en Madrid.
Tras terminar de ver «Contracciones», nos fue inevitable no pensar en una película del año 2012 llamada «Compliance» escrita y dirigida por Craig Zobel. Salvando las distancias, el denominador común es el mismo que el que podemos encontrar en la pieza escrita por Barlett: la reflexión en torno a cómo las personas podemos dejar que quienes detentan el poder hagan lo que deseen con nuestras vidas. Lo que le hacen al personaje que interpreta Candela Peña en «Contracciones» al principio nos resulta irritante, luego nos termina perturbando, pero, hacia el final de la pieza, sentimos decir que entra de lleno en lo inverosímil, forzado, nada creíble y, lo que es mucho peor, en la caricatura propensa, muy propensa a lo risible.
Una empleada de una empresa, que suponemos es una poderosa multinacional, es llamada al despacho de una encargada de ventas de forma reiterada. Las conversaciones giran, al principio, alrededor de sospechas de que la empleada se esté saltando alguna de las normas de la empresa relativas a las relaciones entre empleados. Se supone que dos empleados no pueden mantener una relación romántica si trabajan dentro de la misma empresa y la encargada sospecha que la empleada está manteniendo una relación sentimental/romántica con otro empleado. Todo comienza girando alrededor de este detonante. La empleada, claro, niega los hechos y sucesivamente es llamada al despacho para ser fiscalizada por la encargada de vigilar el rendimiento y el comportamiento de los empleados.
El texto se ocupa de ir saltando de las acusaciones previas (e insidiosas) a otras injerencias en la vida de la empleada que esta, aunque lo haga con dificultades y con cierta perplejidad, irá aceptando o tolerando. Es el cuento de la rana que se va cocinando en un cazo, a fuego lento (no el de la rana que se echa de golpe en un cazo de agua hirviendo).
Candela Peña interpreta a esa empleada que ve como su empresa se mete en su vida sin venir a cuento. Pilar Castro es quien interpreta a la encargada de hacer una auditoría de letra pequeña a la empleada. Dos actrices conocidas y solventes y todo el engranaje obedeciendo a un texto que, al principio, puede despertar interés, pero que va mermando en su capacidad de hacer llegar al espectador una reflexión certera.
No sabemos muy bien si el texto de Barlett se instala en la comedia negra o si, al contrario, traduttore traditore, la versión que llega a escena ha hecho que el texto, dirección e interpretación mediante, resulte en un mix difícil de ubicar en la horquilla que va desde la farsa a la tragedia. Lo decimos porque hay escenas, justamente llegando a la parte final de la obra, en las que por mucho que Peña trate de volcar, interpretativamente, su frustración y su impotencia en escena con su desgarrador discurso, las cuentas no salen. Digamos que el público ya sabe que no está ante un «El método Grönholm», pero, al mismo tiempo, se muestra confuso frente a un final desnortado y excesivo que tampoco posibilita resolver la propuesta como un drama sin sentirlo ridículo, hiperbólico. Y este no es un asunto menor porque, en esta propuesta, la mezcla drama/comedia no cuaja. Vale, aceptamos «injerencia empresarial en la vida privada de los empleados» como animal de compañía, pero, todo tiene sus límites. Incluido el obedezco ergo existo.
Que el mal es prosaico ya lo sabíamos, pero aquí se convierte a ese mal prosaico en una perversión delirante y bobalicona. Uno ya no culpa a la encargada por su desvergonzado nivel de intromisión sino a la empleada por su pusilánime manera de gestionar y mandar a la encargada al carajo. Como metáfora de lo que estamos dispuestos a tragar, no es certera. Solo si ven la obra podrán entender de lo que hablamos.
Por otro lado, el texto, que juega a las redundancias y a lo reiterativo, puede terminar por hacerse indigesto pues la resolución llega de forma extravagante y se genera un cierto anti clímax.
Las dos actrices se la juegan en los diálogos finales que son cuasi imposibles de sostener desde el lugar al que les ha llevado la dirección. Es lo contrario a lo que hace Zobel en su película de bajo presupuesto y alta inteligencia: ofrecer al público un terreno abonado, desde el principio, para lo trágico, para la tensión, para lo turbador, en lugar de, como en «Contracciones», llevarnos por carriles diferentes perdiendo de vista las señales.
Si Compliance, la peli que nos vino a la cabeza al salir de ver esta obra de teatro, queda apuntalada como terrorífico relato en torno al poder y la obediencia ciega, «Contracciones» bien podría quedar quebrantada como ejercicio a medio gas, a medio camino entre el intento de reflexión y el olvido inmediato al abandonar la sala pues nada deja poso o huella.
CONTRACCIONES
PUNTUACIÓN: 2 CABALLOS (Sobre cinco).
Se subirán a este caballo: Quienes tengan interés por las historias en torno a la obediencia ciega.
Se bajarán de este caballo: Aquellos/as que crean que están ante un drama, pero les parezca una comedia. O viceversa.
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FICHA ARTÍSTICA
Dramaturgo: Mike Bartlett
Versión: Jorge Kent
Dirección: Israel Solà
Intérpretes: Candela Peña y Pilar Castro
Diseño de Vestuario: Carmen17
Diseño de Escenografía: Bibiana Puigdefàbregas
Diseño de Iluminación: Rodrigo Ortega
Creación Musical: Guillem Rodríguez
Ayte. dirección: Juanfran García
Ayte. vestuario: Carmela Bautista
Ayte. escenografía: Elisabet Rovira
Saxofón: Lucía Ramella
Vídeo: David González
Jefa de Prensa: Nieves Peñuelas
Diseño de Producción: Eva Paniagua
Jefe de producción: Juanfran García
Producción: Producciones Come y Calla, S.L.
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Una crítica de Mi Reino Por Un Caballo
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