22 de mayo de 1998. Un fuerte terremoto, de casi siete grados en la escala de Richter, sacudiría una región central de Bolivia, en el valle de Cochabamba, a 450 kilómetros de La Paz, dejando una estela de destrucción y muerte que, con el paso de los días, ofrecería la peor cara humana del desastre: la corrupción política que se haría con buena parte de las ayudas internacionales que nunca llegarían a los verdaderos damnificados.
Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «En un sol amarillo. Memorias de un temblor» que, con dirección y texto de César Brie en una creación colectiva del Teatro de los Andes, nosotros pudimos ver en la sala Max Aub de Las Naves del Español, en Madrid.
El texto se estrenó en el año 2004 con lo que ya arrastra con un histórico de dieciocho años y muchos países y continentes visitados. Lo que cuentan los integrantes de Teatro de los Andes que hicieron con esta historia fue acudir a las regiones que se vieron afectadas (Aiquile, Totora) y documentarse recogiendo material de testimonios directos de las personas afectadas. Fruto de ese trabajo de recolección testimonial/documental, nacería la pieza a la que no se le puede reprochar el carecer de honestidad y el haber funcionado, todos estos años, como intento de genuino relato de la memoria del pueblo que padeció el desastre natural. No obstante, debemos enfatizar que todo se sustancia, en escena, en una narrativa intermitente, entrecortada, de voces y acciones propensas a la ejecución simbólica de la historia. Lo simbólico queda apuntalado desde lo que se dice, cómo se dice y desde la búsqueda de una escenografía que arrope los testimonios fragmentados (aunque se abre y se cierra la obra con un intento de pieza circular).
Gustará especialmente a quienes encuentren en lo simbólico un lugar idóneo para contar un suceso. Junto a esta mirada simbolizada, debemos enfatizar lo grotesco de algunos personajes y lo guiñolesco del retrato de algunos otros como los periodistas, las fuerzas militares o los políticos. Ese contraste entre el ciudadano doliente y el periodista/militar/político indiferente refuerza lo grotesco de una semblanza que desea poner el foco en la traición a un pueblo devastado, a una ciudadanía necesitada de apoyo y ayuda eficaz y eficiente tras el terremoto.
Digamos que, a nosotros, la propuesta simbólico/expresionista nos pareció un poco trasnochada y nos costó un tiempo entrar en el tono de la misma. Nos sacaba especialmente del relato el poco depurado trabajo de la actriz, Alice Guimarães, que, con un acento medio portugués, medio Boliviano, no terminaba de transmitirnos su dolor de madre y su congoja. Nos ocurrió algo parecido con el resto de personajes que trazaban con brocha gorda sus identidades. Todo ello sucediendo en un escenario de mesa, sillas, puertas y ventanas atadas a merced de unas cuerdas que, de cuando en cuando, se agitaban tratando de simbolizar los efectos de los temblores del terremoto.
Si al menos hubiésemos podido recalar en una historia, como epicentro de la trama, a través de la cual llegásemos a identificarnos y sentirnos interpelados con los momentos de zozobra, de pánico, de sufrimiento, hubiese tenido más sentido. Con todo, cuando uno asimila el contexto de las acciones y hace un esfuerzo por dejar de lado ciertas resistencias (frente a un tono repetitivo, fabulesco, grotesco, expresionista) logra acceder al universo de este «En un sol amarillo. Memorias de un temblor», por mucho que se eche en falta que ese temblor traspase al público.
Tiene esta propuesta el mérito de haberse mantenido y sobrevivido en escena tantos años desde su estreno con un lenguaje a menudo difícil de digerir en lo teatral y la siempre honrosa voluntad de querer hacerse con el relato de una catástrofe transmitida directamente por sus protagonistas. En ese asunto poco podemos reprocharle.
Por lo demás, en el recuento de emociones que logran traspasar al patio de butacas, poco nos ha calado, tal vez porque, como diría Edward Munch: «Simbolismo solo quiere decir que la naturaleza la configura nuestro propio estado de ánimo». Y, quién sabe si nuestro estado de ánimo no estaba configurado del todo para esta función.
EN UN SOL AMARILLO. MEMORIAS DE UN TEMBLOR
PUNTUACIÓN: 2 CABALLOS Y 1 PONI (Sobre cinco).
Se subirán a este caballo: Para quienes gusten de un teatro Brechtiano y simbolista
Se bajarán de este caballo: Quienes esperasen sentir el temblor de la catástrofe en el patio de butacas.
***
FICHA ARTÍSTICA
Creación colectiva de Teatro de los Andes
Texto y dirección: César Brie.
Reparto: Lucas Achirico, Gonzalo Callejas, Alice Guimarães y Darío Torres
EQUIPO ARTÍSTICO
Composición música original Cergio Prudencio y Luzmila Carpio
Arreglos musicales Lucas Achirico y Pablo Brie
Diseño de espacio escénico Lucas Achirico y Gonzalo Callejas
Diseño de vestuario Soledad Ardaya y Danuta Zarzyka
Una producción de Teatro de los Andes.
***
Una crítica de Mi Reino Por Un Caballo
Síguenos en Facebook: https://www.facebook.com/www.mireinoporuncaballo.blog
Y en Instagram: https://www.instagram.com/mireinopor/