SPLASH. Aquí no hay playa.

Tres actores encadenan en escena una serie de sketches que parecen tener como hilo conductor el mundo del mar.

Esta podría ser una suerte de sinopsis de «Splash» de la compañía Yllana que nosotros pudimos ver en el Teatro Bellas Artes, en Madrid. 

Casi es ineludible la cita veraniega con alguna pieza de Yllana, (compañía nacida en 1991). Este año la propuesta que traen reúne los ingredientes básicos de la receta de éxito que han sabido conservar durante todos estos años: un humor familiar, mordaz a la par que tontorrón. Y funciona. No lo negaremos. Así lo atestiguaba la sala abarrotada de un público variopinto deseoso de encontrar en una sala de teatro una buena dosis de humor. Eso es lo que inoculan en «Splash». Juegos gestuales cargados de onomatopéyicos discursos que parecieran casi salidos de las bocas de unos Minions. Tres actores dándolo todo para hacer reír en una propuesta en la que algunos números nos suenan demasiado de otros montajes y huelen a refrito (nótese el número de los pájaros y su historia de amor o la del tiburón). 

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Nada más sentarte en la butaca, como espectador, te encuentras con un par de calcetines hechos un ovillo. Cada butaca tiene el suyo. Supones que será para algo que implique interactuar con los actores. ¿Habrá una guerra de calcetines? Tal vez. La pieza comienza con un primer sketch en el que tres actores vestidos de marinero (gorrito y traje a rayas) parecen estar buscando un lugar que no terminan de encontrar, dando vueltas y más vueltas. El número avanza y calienta motores aunque, con franqueza, no es nada del otro mundo. La escenografía básica. No se han complicado mucho. La idea es poner el foco de atención en los tres actores y sus aspavientos, sus enredos en escena, sus pantomimas. Todo está pensado para que de un sketch se salte al siguiente con transiciones tan sencillas como hacer oscurecer la escena. 

Asistimos a diferentes momentos: los personajes ideando como lograr hacer autostop, nadando en una piscina, pescando en la orilla de un lago, metidos en una cocina en la que prueban arriesgadas recetas, nadando entre tiburones, sobreviviendo a un naufragio, preparando cócteles especiales con la colaboración de alguien del público, etcétera. 

Hubiera estado muy bien confiar en una dramaturgia que hilvanase mejor las escenas que, a nuestro juicio, quedan un poco inconexas las unas con las otras, pero, oiga usted, el público se ríe (incluso alguno se atreve a lanzar algún piropo a uno de los actores en varias ocasiones; lo bueno, si breve, dos veces bueno). 

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Los tres actores ejercen con energía y entusiasmo y eso es de agradecer. Los tres están en buena forma y saben reírse de sí mismos que es lo más importante en según qué circunstancias (como cuando se te cae una nariz postiza cuando no debería caérsete porque estás haciendo de pájaro o cuando tienes que representar a un chulo piscina mostrando nalga sin pudor). 

En el teatro reina un ambiente de risa y disfrute. Nosotros no fuimos de los que liberaron más carcajadas, pero se les reconoce a los tres intérpretes su tour de force cómico tirando de los propios recursos de voz, pose, corporalidad, gestualidad. Yllana ya cuenta con mucho bagaje (más de treinta espectáculos les avalan) y la eficacia permanece todos estos años, con mayor o menor acierto en según qué montaje. 

Es cierto que en los espectáculos de Yllana hay dos tipos de creaciones: aquellas pensadas para un público más amplio y diverso que puede incluir padres con hijos; y aquellas algo más socarronas pensadas para un público más canalla (sin dejar de ser respetuosos). Nos identificamos con el segundo tipo y es bueno señalar que «Splash» ocuparía el terreno dirigido a un público más amplio. Hay ironía, pero no suficiente astucia. Hay gracia, pero no suficiente mordacidad. 

Pese a todo, lo más efectivo frente a un intento de hacer reír es que haya un público con similar expectativa, que responda, y este fue el caso de la noche que acudimos al Teatro Bellas Artes. Lo más importante, frente a un verano caluroso e implacable, es acudir a una pieza cuyo nombre suene a chapuzón al lanzarse al agua de una playa. Y aunque Madrid no la tenga, vaya, vaya, al llegar julio y agosto aquí si hay Yllana. 

SPLASH

PUNTUACIÓN: 2 CABALLOS Y 1 PONI (Sobre cinco).

Se subirán a este caballo: Quienes busquen la marca Yllana esperando el refresco del título de su montaje.

Se bajarán de este caballo: Quienes encuentren que el chapuzón no fue tan refrescante.

 

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FICHA ARTÍSTICA

Compañía: Yllana

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Una crítica de Mi Reino Por Un Caballo

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