COMEDIA SIN TÍTULO. O mirar un espejo y ver reflejada tu nuca.

Se acercaba el invierno de 1936 y Federico García Lorca trabajaba en una nueva obra de teatro de la que solo pudo concluir el primer acto. Esa pieza inacabada se prestaría a que, osados y osadas autores o autoras, escudriñsen más allá en un intento por completar lo que estaba «incompleto».

Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «Comedia sin título» que, con versión y dramaturgia de José Manuel Mora y Marta Pazos (dirigida por esta última), nosotros hemos podido ver en la sala principal del Teatro María Guerrero, en Madrid.

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Digamos que Lorca quería, con la obra que no pudo terminar de escribir, (pues fue vilmente asesinado), representar en escena el dilema de cómo es posible, si es que lo es, presentar la realidad escapando de lo ilusorio. Algo así como traer la realidad (inasible término) al teatro para que el patio de butacas no tenga que consolarse o conformarse con un simulacro/sucedáneo de la misma. Algo parecido le ocurriría a muchos otros artistas. Pensemos en Velázquez queriendo asir las cosas tal y como son con su cuadro «Las meninas». Se entiende perfectamente la reflexión filosófica artística de los creadores abrumados por ese pensamiento de qué le estamos ofreciendo al público. Cómo poder transmitir lo real desde escena, desde un cuadro, desde una partitura, sin artificios que deformen lo que se cuente.

Ahí está, en Lorca, ese intento por distinguir lo ficcional de lo real al meternos dentro de un ensayo de Sueño de una noche de verano y al mismo tiempo hacer que los personajes salgan del ensayo para apelar a la audiencia haciendo de realidad y ficción vasos comunicantes. Oh, la ruptura de la cuarta pared: artefacto tan penetrante en la mente de quien ocupa la butaca. Seamos sinceros: tal vez, en los años treinta esto era un hallazgo o incluso una proeza dentro de un teatro adocenado, aburguesado, etcétera, pero hoy día resulta, sino trasnochado, lo suficientemente ingenuo como para despertar algún efecto sobre el público. Pero, aceptamos ruptura de la cuarta pared como animal de compañía; caray, que estamos ante un Lorca. De acuerdo. Sortearemos este pequeño escollo porque la cuarta pared es, realmente, el escollo, parece querer decirnos Lorca (en el año 36, no lo olvidemos). La cuarta pared es ¿una frontera ridícula que hemos aceptado? (y que nació terminando el siglo XIX como un símbolo que trataba de dotar al hecho escénico, precisamente, de mayor realismo). No van por ahí los tiros. La idea es más sencilla: para Lorca, el teatro de su momento necesitaba una ruptura, un cambio. Él, que experimentaba con las vanguardias, con el surrealismo, ambicionaba hallar una nueva forma de hacer teatro. Una en la que quien ocupa la escena no se olvide de quién le observa desde el patio de butacas. No reducido, esto, a una cuestión de formas si no de fondo, sabiendo el autor/la autora en cuestión llevar a escena los problemas de la gente, los avatares y vicisitudes cotidianas, para atraer a todo tipo de espectadores que, por fin, se vean interpelados con lo que sucede sobre las tablas. Lorca se representa a sí mismo en su «Comedia sin título» lanzando el mensaje de que él está pendiente del público. Pienso en ese cuadro de Magritte llamado «Retrato de Mr. James» (pintado en el año 1937) y me viene al pelo para hablar de eso que Lorca pensaba: que el hombre del teatro de su época se miraba en el espejo y solo veía su propia nuca (que no la realidad de las cosas). Lorca diciendo «Ceci n’est pas un thèâtre».

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Está bien. Lorca pretende representar «un pequeño rincón de realidad» y no una fútil veleidad de cáscara vacía. ¿Qué se alcanza en esta ocasión sobre las tablas del María Guerrero? Lo segundo. Con rotundidad. José Manuel Mora, a los mandos de la escritura, no logra acertar con un segundo y tercer acto que resistan la embestida, implacable, del aburguesamiento supino in crescendo. Más de lo mismo para la dirección de Pazos que convierte la pieza en astracanada alambicada, y ya marca registrada, a partir de la primera media hora de función.

Si Lorca, en su «Comedia sin título», aspiraba a hacer sus «Meninas», a Marta Pazos le ha salido un urinario (ojo, que lo decimos por Duchamp, aunque nos valdría perfectamente la Venus au Balon, es decir, la representación escultórica de una mujer pariendo una botella de Dom Perignon, obra de Jeff Koons).

Hablando de Koons, podríamos decir que, tal vez, hay una parte de la escena contemporánea de nuestro país que apuesta por la fórmula de trabajo del artista neoyorquino que logró exponer una serie de obras propias, en el año 2008, nada menos que en el Palacio de Versalles, destacando en concreto en la Antichambre du Grand Couvert, (donde cuelgan los retratos de las reinas de Francia), una instalación de viejas aspiradoras dentro de cajones de cristal iluminados, eso sí, con luces de neón.

Que no falte el neón y el color. El Pantone como el oráculo. El exceso, en esta obra del Centro Dramático Nacional, que produce el montaje, está por todos lados. Nos gusta el exceso. Por supuesto. Pero el exceso sin control no sirve más que como juego de humo y espejos para los neologistas de las formas en escena (que prefieren ignorar el fondo). Fíjense en detalles como la escenografía de esa imponente sala del María Guerrero pintada, hasta los focos, puertas, rieles, cableado, de color naranja, (me atrevería a decir que estilo Tangelo 15-1335 TCX del Pantone; la vida es arriesgarse, amigos/as). No falta el piano de cola o un cabezudo con el rostro de Lorca. Toda la infraestructura puesta al servicio del talento. A ver, sabemos que no vamos a asistir a una propuesta de Jon Fosse, sí, pero este Lorca metido en una vitrina de cristal iluminada con neones, es demasiado antilorquiano.

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Decía un profesor mío, de la universidad: «No te fíes de los másteres que cobran demasiado. No son los buenos». Pues yo diría algo así como «no se fíen de quien necesita pintar todo un escenario de naranja y pedir cabezudos y pianos de cola y poner a danzar en bolas a varios actores y actrices para representar a Lorca». Lo de decidir si son, o no, los buenos se lo dejamos a ustedes como espectadores.

Del amplio reparto, destacar la voluntad de darlo todo de los y las jóvenes actores/actrices, sobresaliendo Camila Viyuela, en una primera parte, que deja que su interpretación sea más meritoria que la del resto. Aunque lo intenta también el actor Alejandro Jato (que habla por Lorca interpelando al público al comienzo de la función), sus palabras, pese a ser la hermosa prosa poética lorquiana, no resuenan con más hondura de la que ya tiene el texto por sí mismo. Hay un peligroso y desaforado sentido de la forma, un imperio de la estética por encima de todo que arrasa con cualquier posible resonancia de un fondo que pudiera llegar a traspasar, precisamente, esa trillada cuarta pared de la que hemos hablado. Si en los noventa, llegado de Reino Unido, nos topamos con un teatro in yer face (en tu cara) que radicaba en un estilo poderoso, confrontativo, descarado, centrado en textos que no dejaban indiferentes, podríamos hablar de que cada vez asistimos más a un teatro in yer eyes: aquel que está pensado, estrictamente, para impactar desde lo lo visual. Como un alimento que entra por los ojos, pero que está falto de nutrientes. Repleto de calorías vacías.

Si Lorca aspiraba a poner, metafóricamente hablando, una suerte de espejo, en escena, frente al patio de butacas, para que los espectadores pudiesen verse reflejados, nosotros salimos de esta función como el Mr. James que pintó Magritte y que solo podía ver reflejada, en el espejo, su propia nuca.

COMEDIA SIN TÍTULO

PUNTUACIÓN: 2 CABALLOS Y 1 PONI (Sobre cinco)

Se subirán a este caballo: Quienes gusten del imperio incoherente de la forma frente al del fondo y fetichistas del color naranja.

Se bajarán de este caballo: Quienes detesten la potestad de las formas frente al fondo y esperen algo de teatro realista frente a teatro aburguesado dos punto cero.

***

FICHA ARTÍSTICA

Texto

Federico García Lorca

Versión y dramaturgia

José Manuel Mora y Marta Pazos

Dirección

Marta Pazos

Reparto

Georgina Amorós, Marc Domingo, Alejandro Jato, Cristina Martínez, María Martínez, Clara Mingueza, Koldo Olabarri, Mabel Olea, Carlos Piera, María Pizarro, Chelís Quinzá, Luna Sánchez, Paula Santos y Camila Viyuela

Escenografía

Max Glaenzel

Iluminación

Nuno Meira

Vestuario

Rosa Tharrats

Coreografía y dirección de movimiento

Guillermo Weickert

Música original

Hugo Torres

Colaboración artística

Montse Triola

Documentalista

Paloma Lugilde

Ayudante de Dirección

Laura Ortega

Ayudante de escenografía

Pablo Chaves Maza

Ayudante de Iluminación

Leyre Escalera

Ayudante de Vestuario

Mónica Teijeiro

Tráiler

Bárbara Sánchez Palomero

Fotografía

Laura Ortega y Luz Soria

Diseño de cartel

Equipo SOPA

Realizaciones

May Servicios para Espectáculos, Mambo Decorados, Peroni y ShowTex (Escenografía) y Sastrería Cornejo, Maribel RH, Lourdes Boán, Sol Curiel (Vestuario) y Gadget Efectos Especiales (Máscaras)

Producción

Centro Dramático Nacional

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Una crítica de Mi Reino Por Un Caballo

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