En enero de 2021, alguien le comenta al grupo Chévere que se ha encontrado una caja sin abrir con material procedente del encierro que un grupo de activistas de la Plataforma Contra a Burla Negra mantuvo en la Casa da Cultura de Laxe, un pequeño pueblo de la Costa da Morte (Galicia), entre el 25 y el 30 de noviembre de 2002, solo una semana después del hundimiento del Prestige. El grupo Chévere, que estaba a la búsqueda de ideas para montar un nuevo espectáculo, sabe que esta es la historia que debe contar. La historia de aquella marea negra que asoló las costas de Galicia en noviembre del 2002 realizando en torno a este suceso todo una labor de teatro documental.
Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «N.E.V.E.R.M.O.R.E» que, con idea y creación de Chévere y dramaturgia y dirección de Xron, nosotros hemos podido ver en la sala principal del Teatro María Guerrero, de Madrid.
Más allá de Peter Weiss o Piscator, el teatro documento que ha llegado hasta nuestros días, como todo un superviviente tras la posmodernidad, es un teatro que intenta hibridar no solo aquello que emana de lo documental sino, también, de lo testimonial. El documento es lo que está, lo que queda, lo que resta, cuando el testimonio ya no permanece. En este hermanamiento entre ética y estética, son muchos profesionales del teatro quienes siguen empleando las molduras del teatro documental ampliándolo, renovándolo, ensanchándolo misturando en sus narraturgias el peso de lo político (que posee el teatro) y el necesario contrapeso del relato que interpele a los mensajes hegemónicos e institucionales. Esto es lo que ha hecho el grupo teatral Chévere con su última creación en torno a los sucesos del hundimiento del petrolero Prestige.
La verdad no está ahí fuera. La verdad se construye y, como toda construcción, puede ser artificializada, costumizada, pervertida o empleada para revelar los elementos más periféricos de un acontecimiento. Y cuando decimos periféricos no lo decimos con la connotación de irrelevantes sino en contraposición a los elementos que se han decidido privilegiar. Por ejemplo: ¿Ustedes escucharon, en los medios de comunicación, cuando sucedió lo del Prestige, las conversaciones privadas entre los equipos de rescate? ¿Las conversaciones en las llamadas telefónicas que se hicieron entre los responsables políticos en aquellos momentos? No. Nosotros tampoco. ¿Por qué? Porque la prensa y los telediarios se dedicaban a poner el foco de atención en aquello que, nos hacían creer, era lo relevante. Pero, como decimos, esa es una invención. Lo relevante, a menudo, sucede entre bambalinas. Y pasan años hasta que la verdad se despliega por completo y ofrece todo su abanico de matices. Con los años, ya unos cuantos desde 2002, se han ido conociendo muchas cosas de aquellos momentos en los que el Prestige estaba a punto de hundirse en las costas gallegas y comenzaba un desdichado y errático peregrinaje por la costa da morte (alejándose unas millas náuticas, volviendo a retroceder; ascendiendo hacia el norte, bajando hacia el sur, etcétera, pero expandiendo la mancha negra por el océano atlántico).
Chévere divide su «N.E.V.E.R.M.O.R.E» en dos actos bien diferenciados (o, al menos, así nos lo parece a nosotros). En un primer acto, con un prólogo un tanto estirado, dominado por el intento de evocar una poética, se suceden una serie de relatos (nos dicen que reales) de personas que vivieron en primera persona la llegada del chapapote a las costas; la gestión del desastre como vecinos afectados, como voluntarios, como pescadores. Esta primera parte no termina de satisfacernos del todo, pero, debemos señalar que queda bien compensada con una segunda parte realmente potente en la que se hace una lectura entre líneas de los acontecimientos. Acostumbrados como estamos a los titulares gruesos y a las noticias de clickbait de las redes sociales, al amarillismo y sensacionalismo de las noticias incluso en el apartado de sucesos en los telediarios, digamos que, en la segunda parte de la obra, Chévere opta por levantar la alfombra bajo la que se ha barrido la catástrofe y, tirando de buenos recursos documentales, nos aporta esa mirada necesaria en torno a cómo se cocinó la pésima gestión de Prestige desde instancias superiores y altos mandos. Aquí, sin dejar de hacer las labores de artistas foley, la compañía se ocupa de hacer una narración esforzada y pertinente de lo que ocurrió entre bambalinas aquellas horas y días en que el petrolero comenzó a deambular por las costas gallegas. Y lo hacen tan bien que se disfruta con el relato de los entresijos de la catástrofe.
Todo a posteriori es susceptible de convertirse en una fábula. Es lo que aquí vemos: lo que se pudo conocer cuando se levantó el secreto de sumario del caso, cuando se tuvo acceso a grabaciones de las coordinaciones entre los diferentes servicios de salvamento marítimo, etcétera. Esta segunda parte queda estupendamente vertebrada y suple las carencias de una primera parte más pesada y con mayor falta de ritmo.
En escena, las interpretaciones reverberan honestas, transparentes; brillan con la aureola de lo verosímil y eso imprime una pátina extra de verdad a toda la pieza que no soslaya su activismo político inevitable. Un acierto de recreación y evocación, en escena, de episodios de la catástrofe con un inteligente espacio sonoro de Xacobe Martínez Antelo y una más que interesante escenografía en manos de Carlos Alonso. Eso sí, por mucho que intenten hacernos creer que aquella marea de movilizaciones sociales supuso un golpe de timón en el arrope de la ciudadanía a un Partido Popular que estaba en aquel entonces en el poder, esto nos resulta menos convincente. Ese es un análisis un tanto ingenuo y hablar de terremotos municipales y cambios a medio y largo plazo en los votantes suena un tanto endeble porque, tras el Prestige, el Partido Popular siguió apuntalado en el poder y eran bastantes las voces en la costa da morte que no se cortaban a la hora de vociferar, de forma recalcitrante, aquello de: «¿Nunca máis? Diso nada. Outro máis. Outro máis» (fruto de la inyección de ayudas económicas que el gobierno gallego dio en aquellos días). No parecieron cobrar la trascendencia esperada, en cuanto a movimientos en el tablero político, todas las manifestaciones ciudadanas, los activos comités culturales de protesta de Burla Negra o el propio leimotiv del Nunca máis que parecía concitar el desencanto de un pueblo que, por desgracia, al final, terminaría aceptando ese mensaje que parecía haber calado, desde hacía años en buena parte del ADN gallego; aquello tomado de Castelao del «mexan por nos e dicimos (ou inda por riba temos que dicir) que chove«. Ese es el problema de una sociedad que ampara, mira para otro lado y se puede hasta callar con una buena inyección de capital. Ese es el problema, sí, de una sociedad que se pueda llegar a acostumbrar mansamente al eco pusilánime de un «Éche o que hai«.
N.E.V.E.R.M.O.R.E.
PUNTUACIÓN: 4 CABALLOS (Sobre cinco)
Se subirán a este caballo: Quienes disfruten con una buena dosis de teatro documental estupendamente servido en escena.
Se bajarán de este caballo: Quienes no sean capaces de engancharse con historias articuladas desde la mirada documental y del testimonio.
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FICHA ARTÍSTICA
Idea y creación
Chévere
Dramaturgia y dirección
Xron
Reparto
Manuel Cortés, Borja Fernández, Mónica García, Miguel de Lira, Patricia de Lorenzo y Arantza Villar
Escenografía
Carlos Alonso
Iluminación
Fidel Vázquez
Vestuario
Uxía P. Vaello
Espacio sonoro
Xacobe Martínez Antelo
Sonido
Xurxo Pinheiro
Ayudante de dirección
Nekane Fernández
Ayudantes de escenografía
Anabel López, Brais Lestón y Tristán Ron
Arte y montaje
Quique Martínez
Construcción cuervo
Pepe Penabade
Alumna en prácticas de la ESAD Murcia
Violeta Rodríguez Méndez
Fotografía
Tino Viz, Luz Soria
Tráiler
Bárbara Sánchez Palomero
Diseño de cartel
Equipo SOPA
Coproducción
Centro Dramático Nacional y Chévere con apoyo de Agadic-Xunta de Galicia
Colabora
Auditorio de Galicia / Concello de Santiago de Compostela
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Una crítica de Mi Reino Por Un Caballo
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