THE QUEST. La cruzada que se quedó en peripecia

Un hombre, junto a su madre y su gato, emprenden un viaje por Europa para entender qué suponen las relaciones de pareja, los vínculos, las uniones. Tal búsqueda discurre en paralelo con la reflexión en torno a lo que supone formar parte de otra unión: la europea. 

Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «The Quest» que, con texto, dirección e interpretación de Cédric Eeckhout, nosotros hemos podido ver en el Teatro Valle-Inclán, Centro Dramático Nacional, de Madrid. 

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Sostiene en una entrevista, el autor y director, lo siguiente: 

Comencé desde mis iniciales: CE, que representan las iniciales de Comunidad Europea. Luego pensé que yo mismo era hijo de dos culturas diferentes: la Flamenca y la Valona. Europa me isnpiró: vivo en trenes, me muevo mucho, tuve un marido italiano… Me pregunté qué es, en realidad, ser Europeo? ¿Cómo funciona? ¿Qué es lo que nos define y, también, cuáles son nuestros miedos y sentimientos comunes?

Partiendo de esas premisas, Eeckhout lanza su propuesta a escena y, digámoslo así: si la idea sobre el papel ya poseía un halo de forzada reflexión, en escena no va a ser menos. Todo parece escrito para un trabajo de secundaria en torno a un concurso con el tema: «Qué es para ti Europa». El autor cogió su ordenador y se puso a escribir con arreglo a una metáfora: la Unión Europea. El asunto de las uniones entre las personas. Una metáfora tan blanda como manida. ¿Cómo puedo encajar la idea de Unión Europea con mi propia biografía? Con mis propias experiencias en las relaciones de pareja, con la relación de mis propios padres que están divorciados (sí, ya lo han pillado el Brexit guardaría relación con el divorcio). ¿Alguien da más? ¿Qué podía salir de semejante análisis? Pues esta pieza que no deja de ser una hora y media de texto pensado para un stand up comedy con ribetes de sofisticación por aquello de estar empaquetado, envuelto y presentado en un teatro nacional. Con todo, aunque la comedia mediocre se vista de sea, comedia mediocre se queda.

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Es cierto que en escena, el autor, director e intérprete, trata de entregarse al público, de revestir su relato de urgente, de interesante, para que lo anodino no devore la propuesta, pero creemos que no lo consigue. De acuerdo, sí, Europa es un desastre y estamos completamente de acuerdo con que los derechos homosexuales y de las mujeres hay que vindicarlos con rotundidad frente a un grupo de países con gobiernos de ultraderecha. Sin lugar a duda. Inevitable mencionar a Orban, a Farage, a Abascal. Esas excrecencias de una Europa eructante con el hígado graso. La muestra más recalcitrante de una Europa obligada a expulsar a unos cuantos miembros de su club. Sin duda alguna. Sí. Pero ese asunto o el hecho de las diferencias culturales entre las distintas regiones de Europa, queda muy forzado al tratar de encajarlo en una correspondencia con la vida del protagonista que tuvo novios Búlgaros, que tuvo amigos británicos. Todo debe ser contado desde lo cuasi psicótico: el protagonista parece tener una suerte de pensamiento delirante al encontrar correspondencias y causalidades entre episodios autobiográficos y episodios acontecidos en la vieja Europa. Por ejemplo: si él no hubiese dejado a un chico británico con el que salía, tal vez, no se hubiese producido el Brexit. Paralelismos similares se harán con la crisis económica de Grecia y otros asuntos. 

Se busca el humor, entreverado con una pizca de drama de bajísima intensidad. Pero ese humor se nos presenta tan bobalicón e ingenuo que se diluye por completo. ¿Qué se puede hacer para levantar la propuesta? Pues, a ver: poner a la madre del protagonista en escena.

El autor, intérprete y director, dice así, en una entrevista, al respecto de su madre:

Mi madre está en escena lo cual refuerza el principio de identificación. Creo que es genial tener una madre que es quien es y que viene a escena como una amateur, ayudando a su hijo completamente loco. También es una prueba. Debo decir que no sabía que mi madre encajaría tan bien. Y, además, la madre significa el origen, la vida diaria; es una madre la que soporta la idea de familia. En escena, con mi bandera europea, simbolizo mi depresión así como la depresión de Europa. Mi madre, por su lado, simboliza la familia.  

Matria Europa. Bien. Por supuesto. Lo malo es que ni siquiera con su madre en escena, plantada junto a una mesa y una freidora de esas que no usan aceite, las cosas cambian. Ahí se pasa la función la señora rellenando un vacío insufrible: pelando patatas, metiéndolas en la freidora, repasando los envases en los que meterá las patatas, mirando a su hijo y dando sus opiniones cuando corresponde, siempre sin elevar la narración, desde el lugar más superfluo posible, aunque su rol sea el de la madre cariñosa, comprensiva y con sentido común. 

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Además de su madre, el actor se hace acompañar de un gato. A ver, un hombre disfrazado de gato al que veremos aportar a la propuesta todavía menos que a su madre (sí, al menos ella pela patatas que luego freirá y entregará al público). El hombre gato se pasa la función de pie o sentado junto a un teclado y hace las veces de pincha discos con horchata en las venas. 

Solo podemos entender este «The Quest» como una beneficiosa cruzada (que para nosotros se queda más en peripecia) para el autor y director por cuanto le llevará a recorrer teatros públicos europeos a caché con la excusa de hablar de Europa en una pieza que se vende con el marchamo de Teatro made in Europe, procedente del corazón de Bélgica, auspiciado por grandes teatros nacionales. 

Nosotros estamos de acuerdo en una cosa: si esta es una muestra significativa del teatro Europeo, sin lugar a dudas, sí, Europa, ciertamente, necesita que le prescriban una buena dosis de Fluoxetina o Escitalopram. 

 

THE QUEST.

PUNTUACIÓN: 2 CABALLOS (Sobre cinco)

Se subirán a este caballo: Quienes deseen escuchar un monólogo en torno a la idea del europeísmo. 

 

Se bajarán de este caballo: Los eurofans de Nigel Farage. No, es broma. Se bajarán quienes no encuentren sentido a un monólogo tipo stand up comedy mediocre en un teatro como el Centro Dramático Nacional. 

 

***

FICHA ARTÍSTICA

Texto y dirección

Cédric Eeckhout

Con la colaboración de

Douglas Grauwels

Dramaturgia

Nils Haarmann

Reparto

Cédric Eeckhout, Douglas Grauwels / Andrea Romano y Jo Libertiaux

Dirección de escena

Romain Gueudré

Escenografía y vestuario

Laurence Hermant

Iluminación

Emily Brassier

Dirección de vídeo e iluminación

Ludovic Desclin

Dirección de escena y subtítulos

Pierre Ottinger

Asesoría de idioma inglés

Daisy Phillips

Traducción, transcripción y sobretítulos

Isabelle Grynberg, Tineke de Meyer , Lola Chuniaud, Pulse Translations, Christopher Smith, Francis Smith, Valérie De Heyn y Valentine De Luca

Edición de video

Dimitri Petrovic

Operador de sonido

Pawel Wnuczinsky

Fotografía

Hubert Amiel

Ayudante de dirección

Eulalie Roux

Creación

Studio Théâtre National Wallonie-Bruxelles

Realizaciones de vestuario y escenografía

Talleres del Théâtre National Wallonie-Bruxelles

Diseño de cartel

Equipo SOPA

Producción

Théâtre National Wallonie–Bruxelles

Coproducción

Centro Dramático Nacional, Riksteatern, Les Théâtres de la ville du Luxembourg, Mars – Mons arts de la scène, L’Ancre – Théâtre Royal, Grand Théâtre / Noorderzon, Trafó Budapest, La Coop asbl y Shelter Prod.

Con el apoyo de

Taxshelter.be, ING y Tax Shelter del gobierno federal belga

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Una crítica de Mi Reino Por Un Caballo

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