Sara perdió la vista hace unos años, tras un accidente de tráfico. Parece que ya se ha acostumbrado a habitar un mundo de tinieblas. Hoy, justo la noche de un 31 de diciembre, al llegar a su casa para cenar con su marido, se verá asaltada por unos delincuentes en su propio domicilio y tendrá que desplegar todo su aprendizaje para salvar su vida.
Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «Tarántula» que, escrita y dirigida por Tirso Calero y protagonizada por Laia Alemany, Armando del Río y Álex Barahona, nosotros hemos podido ver en el Teatro Reina Victoria de Madrid.
Tirso Calero, curtido en guiones de cine y televisión, escribe (y, a la sazón, dirige) esta obra que, cuando decidimos ir a ver, llamó nuestra atención por un signo evidente: su aspecto de producto pensado para lo audiovisual/cinematográfico (por lo que habíamos leído en su sinopsis en los dosieres de prensa): una casa como contexto en el que desarrollar todas las acciones, dos asaltantes y una mujer ciega y sola. Casi una invitación a toparnos con algún argumento parecido al film de 1971 de Richard Fleischer «Blind terror« o algo más parecido a las más actuales «Los ojos de Julia» (2010) o «No respires» (2016). La pregunta que pasaba por nuestra cabeza era: ¿Cómo se las habrá ingeniado el director para salvar los handicaps de un escenario ante una trama como la que propone? Porque es evidente que contar con toda una casa no es lo mismo que reducir la propuesta a lo que ocurre en un salón (aunque, claro, hay honrosas excepciones como la maravillosa y pavorosa «Funny Games« del genial Haneke). Todas estas divagaciones se concitaban a priori. En el a posteriori, la cosa ya pasaría a harina de otro costal. ¿Por qué? Pues porque tras ver la propuesta nos percatamos de que Calero no juega, en su texto, con una buena intriga (aunque entendemos que la intriga, el suspense, siempre son más eficaces en el cine). Aquí, el texto es un tanto monótono y las acciones se suceden sin un ritmo de cliffhanger. Tenemos la sensación de que los detalles que se van revelando no terminan de dejar huella o la necesidad de querer saber, conocer. Sin esa curiosidad de parte del espectador, no queda otra que el aburrimiento y la inercia de permanecer en la butaca escuchando las aclaraciones que, hemos de señalar, resultan cuanto menos disparatas. En «Tarántula», hay tantas ramificaciones de historias intentando relacionarse y encajar con la historia de la protagonista que podemos oír ese sutil sonido que hace el acto de rizar el rizo. Ya se enterarán, si acuden a verla, de cómo los asaltantes estaban (o no) vinculados con Sara, la mujer ciega.
Si la intriga/ el thriller no funciona, ¿qué funciona? Pues poca cosa. Créannos: aquí la araña queda atrapada en su propia tela. Sentimos que si la propuesta se hubiese planteado como una comedia negra o incluso al estilo Inspector Clouseau, más desenfadada, o más autoconsciente de su propia frivolidad, más traviesa y desde luego menos intensa en lo dramático (o consciente de este elemento para sacarle el jugo a lo irónico), el engranaje hubiese ganado ostensiblemente. Pero se opta por el drama artificioso. Por hurtarle buena parte de su comicidad (que cuando aparece la reflota) y por transformarla en historia de vendetta planificada al milímetro.
Queremos imaginar situaciones de las que se podría extraer su humor. Por ejemplo: la mujer ciega hace acto de presencia en su residencia, volviendo de unas últimas compras para la cena de nochevieja, y entra en su salón con unos taconazos. Por el amor de dios, ¿de dónde viene de hacer las compras? ¿De un recinto acolchado con nubes de algodón? Cualquiera regresaría a casa magullado y agotado y máxime si eres ciego y vienes de hacer compras en tacones. Pero, claro, Sara vive con un juez y seguramente tendría un personal shopper. Tal vez nos sirva la explicación de que Sara fue modelo, hace unos años y hay cosas que no se olvidan: como caminar sobre tacones de aguja pese a ser invidente. De acuerdo. Unos detalles más sin caer en el spoiler: el detalle de la tarántula. En la casa de Sara y su marido hay un pequeño terrario en el que tienen una tarántula. Así se llama la obra. O.K. Veamos: ¿el simbolismo de una tarántula a qué viene? Se nos dice que es porque (citamos directamente de la sinopsis de la pieza): «Al igual que hacen las tarántulas para defender su territorio, Sara está dispuesta a todo para sobrevivir en la noche más peligrosa de su vida». ¿Acaso un ratón, un cerdo, un pulpo o una mofeta, por decir algo, no defienden su territorio? Buscamos información sobre peculiaridades de las tarántulas. Una de ellas es la siguiente: «Las tarántulas son bastante dóciles y rara vez pican a las personas. Es más, son bastante frágiles y sus exoesqueletos son susceptibles de romperse muy fácilmente». Ummm. Sigamos. Tal vez el siguiente dato curioso sobre las tarántulas aporte más información al por qué de la elección de este título (más allá de su concepto de marketing). Leemos: «Las tarántulas tienen garras retráctiles en cada pata, como los gatos». Ahora comprendemos lo de que la mujer ciega camine sobre tacones. Ella debe tener también algún tipo de garra retráctil.
No es nuestra intención ir más allá, en la trama, porque no hay un más allá. Pero sí debemos subrayar que el corolario de desgracias e infortunios familiares que se nos relata que ha vivido Sara, serían motivo suficiente para convertirla en la próxima heroína de alguna saga de la factoría Marvel. Ojito.
Llegados a este punto, nos asalta otra curiosidad: la del mono que está en el centro de la escena. ¿Cuál es su función? ¿Acaso es un homenaje a las gárgolas del gótico en una habitación barrocamente decorada? No esperamos respuesta. Lo del cuadro pop de Audrey Hepburn, sí está muy bien traído: ¿desayuno con diamantes? Menuda ocurrencia.
En el capítulo de las interpretaciones todo nos recuerda a un híbrido (agárrense) entre «Ana y los siete» y «servir y proteger». Las actuaciones son todo lo que el texto les permite ser: no dan para salto mortal, ni siquiera para salto de plinto. El nivel es, diríamos, de voltereta.
Insistimos: cómo habría ganado si se hubiese tomado menos en serio a sí misma. Pero a esta tarántula le han extraído todo su veneno, todos sus pelillos, todas sus escópulas, todos su pedipalpos, toda su capacidad de tejer seda y la han convertido en uno de esos juguetes de goma, con forma de arácnido, que venden en los bazares chinos cuando llegan los carnavales.
TARÁNTULA
PUNTUACIÓN: 2 CABALLOS (Sobre cinco)
Se subirán a este caballo: Quienes, cegados por la sinopsis, esperen un buen thriller.
Se bajarán de este caballo: Quienes no sufran de ninguna patología oftalmológica.
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FICHA ARTÍSTICA
Autor y director: Tirso Calero
Reparto: Laia Alemany, Armando del Río y Álex Barahona.
Escenografía: Lorena Rubio
Diseño de luces: Juanjo Llorens
Diseño de sonido: Daniel Peña (Mubox Studio)
Música original: Mariano Marín
Una producción de Cromagnon Producciones.
Una crítica de Mi Reino Por Un Caballo
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