EL HOMBRE ALMOHADA. Ni comieron perdices, ni fueron felices

Una escritora de cuentos infantiles es detenida e interrogada. La policía le informa de que se están produciendo una serie de crímenes en la ciudad y que los crímenes se parecen, demasiado, a varias escenas que aparecen recogidas en algunos de sus cuentos. La escritora insiste en su inocencia y la policía le revela que hay otro sospechoso: el hermano de la escritora. Un joven con una discapacidad psíquica al que ella siempre ha cuidad o y protegido desde que los padres de ambos fallecieron.

Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «El hombre almohada» que, con texto de Martin McDonagh, con dirección y adaptación de David Serrano y protagonizado por Belén Cuesta, Ricardo Gómez, Juan Codina y Manuela Paso, nosotros hemos podido ver en los Teatros del Canal, en Madrid. 

McDonagh es un respetado autor teatral y guionista cuyos orígenes irlandeses (que acostumbran a dejar un poso en sus obras de acuerdo con los códigos de la lírica de autores de su mismo país, como Brian Friel o J. M. Synge) no parecen tener una presencia destacable en la pieza de «El hombre almohada». La obra sucede, en su totalidad, en una sala de interrogatorios, una más que correcta escenografía, en este caso, de Ricardo Sánchez Cuerda. Tenemos a una escritora (rol que en la mayor parte de los repartos de la obra en otras latitudes ha sido interpretado por varones) cuyo nombre (neutro) y apellidos no dejan de ser expresivamente caprichosos: Katurian K. Katurian.  En la sala, dos interrogadores, poli bueno/poli malo, que parecen salidos de una obra de Harold Pinter trufado con un poco de  Sam Shepard.  Desde ahí, el desarrollo de la trama construye tirabuzones que trenzan lo grotesco, lo trágico y lo sarcástico (muy en la línea de la mayor parte de los guiones que, en cine, hemos podido ver firmados por el autor irlandés: «Escondidos en Brujas», «Siete psicópatas» o la oscarizada «Tres anuncios en las afueras»). 

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No es que McDonagh se prodigue mucho por nuestro país en lo que a dramaturgia se refiere pese a ser uno de los autores vivos más representados. Su faceta de dramaturgo parece eclipsada por la faceta de guionista. Pero, ojo, amigos, porque esta obra que vimos en los Teatros del Canal, bien podría dar el salto al cine sin dificultad alguna dado que su construcción responde a la perfección al encaje de lo audiovisual. Hay en esta pieza un puñado de historias de esas que parecen salidas de la imaginación de un masoquista. Historias que se entretejen en base a la crueldad y a la ternura, como ocurre con las imágenes de las pinturas de Mark Ryden. McDonagh nos pone frente a una oscura realidad de padres maltratadores, de torturas, de crímenes, de brutalidad infantil y parece soslayar toda redención. En las historias que escribe Katurian ni comen perdices ni son felices. Al contrario, en las historias que Katurian escribe, hay padres que hacen comer a sus hijos manzanas en las que han escondido cuchillas, para que sus vástagos terminen muriendo cruelmente al tragarse los trozos; hay padres que entierran vivas a sus hijas de ocho años (la realidad se iguala con la ficción). 

Los policías de un estado totalitario, detienen a la escritora en base a lo que, a priori, podría parecer un ejercicio de censura institucional, pero que va más allá: los crímenes de las historias de Katurian las ha llevado a la práctica su propio hermano, un joven discapacitado intelectual que sentimos que solo quería ganarse el reconocimiento y afecto de su hermana al encargarse de hacer sus cuentos realidad. 

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Hay un momento en que la historia se retuerce demasiado sobre sí misma y resulta ya no escalofriante sino inverosímil y hasta cierto punto un tanto pasada de vueltas. Nos estamos refiriendo al background de los dos hermanos, a su esperpéntica y dolorosa infancia y crianza por parte de unos padres que ni el propio Hans Christian Andersen hubiese retratado tan sombríos. (Tal vez sea, hemos pensado, un pequeño guiño al cuentista Danés cuyas narraciones estaban colmadas de dolor y tragedia). 

Podemos comprender que muchas críticas apelen a la magnífica escritura de McDonagh, pero no acabamos de sintonizar con las, trilladas, reflexiones y exégesis que nos hemos ido topando desde el programa de mano hasta algunas otras críticas que hemos leído. Se apela a que en la pieza, de lo que se habla es del acto creativo, de la autoría y de quién actúa sobre los deseos de quién. ¿Tiene el autor/la autora una responsabilidad moral sobre su obra? En fin, material hecho con pólvora mojada. ¿Acaso a alguien le importa eso? Ya parece un debate carente de interés. Luego, igualmente trillado, el tópico del determinismo social o familiar. ¿Seguimos jugando el resto de nuestra vida en ese patio que es la infancia que nos ha tocado vivir? (Patada en la entrepierna al concepto de resiliencia). Katurian y su hermano Michal han quedado tan marcados a fuego por su crianza que parecen no responder a ningún locus de control interno. ¿Son los padres de los dos hermanos, en último término, los autores intelectuales de esas muertes? ¿Acaso podrían optar a un futuro mejor los dos hermanos con un pasado tan terrible? No hay demasiado interés en resolver este asunto que, francamente, termina por convertirse en bizarro. 

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Dirige, aquí, David Serrano (tal vez por aquello de seguir respetando el vínculo entre la dramaturgia y lo cinematográfico, como ocurre con el autor del texto). Cuatro personajes de los que podríamos esperar más matices, más profundidad o agilidad, por momentos para dar fuelle a la propuesta (que, echa mano, con frecuencia, de la narración). Tal vez, a esta escultura dramática de McDonagh se le hubiesen podido sacar muchas más aristas y formas utilizando otros cinceles. Tallando por otros lugares. Explorando otros ángulos. Sentimos que no brilla, que no asciende el vuelo y que las interpretaciones se quedan en lo estrictamente correcto.  

Belén Cuesta, que aborda el rol de Katurian se deja ver, pero no deja huella. No nos emociona ni nos remueve. Menos todavía el papel de su hermano que encarna Ricardo Gómez sin demasiado carisma y abundando en lo esperable y previsible (que, a menudo, no es lo deseable para asumir el rol de un personaje como el suyo).  Manuela Paso, como Tupolski y Juan Codina, como Ariel, son quienes más nos convencen en sus interpretaciones a medio camino entre el cinismo y un sentido de la moralidad recalcitrante. 

Por lo demás, la historia nos deja un poco indiferentes. Sin pulsar demasiado, por dentro, en esas regiones y capas tenebrosas de la psique que, como espectadores, suponemos debería dejar vibrando.   

 

EL HOMBRE ALMOHADA

PUNTUACIÓN: 2 CABALLOS Y 1 PONI (Sobre 5)

Se subirán a este caballo: Quienes gusten de obras que jueguen con lo grotesco, lo cruel y lo trágico.

Se bajarán de este caballo: Quienes esperen que la propuesta consiga dejarles huella.

 

***

 

FICHA ARTÍSTICA

Autor: Martin McDonagh

Dirección y adaptación: David Serrano

Reparto:  Katurian (Belén Cuesta), Michal (Ricardo Gómez), Ariel ( Juan Codina) y Tupolski (Manuela Paso).

Diseño de iluminación: Juan Gómez Cornejo (A. A. I.)

Diseño de escenografía y máscaras: Ricardo Sánchez Cuerda

Vestuario: Yaiza Pinillos

Música y espacio sonoro: Luis Miguel Cobo

Audiovisuales: Emilio Valenzuela (A. A. I.)

Ayudante de dirección: Nacho Redondo

Movimiento escénico: Carla Diego Luque

Comunicación: Ángel Galán

Diseño cartel: Carmen García Huerta

Fotografías promoción y cartel: Javier Naval

Fotografías de función: Elena C. Graiño

Producción ejecutiva: Lola Graiño

Dirección de producción: Ana Jelín

Producción General: Producciones Teatrales Contemporáneas, S.L.

Coproducción de: Produciones Abu, Teatros del Canal, Milonga Producciones, Vértigo Tours, Som Produce, Gosua, Teatro Picadero, Anexa.

Realización de escenografía: Mambo decorados

Realización de máscaras: Morboria

Realización de utilería: Ricardo Sánchez Cuerda

Realización de vestuario: Sastrería Cornejo

Técnico de Iluminación: Daniel Alcaraz

Ayudante de vestuario: Pilar López Jurado

Maquinista-sonidista: Fernando Díaz

Gerente-regidora: Ana Gardeta

Transporte: Taicher

Distribución: Producciones Teatrales Contemporáneas

Agradecimientos: Barco Pirata, Andrea Verbeke

Una crítica de Mi Reino Por Un Caballo

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