Dos actores recrean sobre el escenario una parte significativa de la historia de «Antonio y Cleopatra» (con referencias a la obra de Shakespeare) por medio de la narrativa performativa tratando de conectar palabra y acción.
Esta podría ser una suerte de sinopsis de la pieza «Antonio y Cleopatra» que, con texto y dirección de Tiago Rodrigues e interpretada por Sofia Dias y Vítor Roriz, nosotros hemos podido ver el centro de cultura contemporánea CondeDuque, en Madrid.
Quien más y quien menos, acudía al CondeDuque un poco llamado/a por esa buena prensa que parece haber elevado a los altares del olimpo del teatro al portugués Tiago Rodrigues que debe estar frisando los 44 años de edad. Resuena su nombre cada vez con más fuerza en España no por los ecos de los trabajos del director y dramaturgo en su Portugal natal sino por la estela de su paso por festivales europeos consagrados (tipo Avignon) y por los correveidiles que llegan por medio de la prensa (que va a contar con Isabelle Huppert para su próximo estreno en Francia, por ejemplo, eso dicen). La fama se la está llevando. Hablemos ahora de si es él quien, además, carda la lana.
En esta pieza no demasiado larga, de unos ochenta minutos de duración, lo primero que vemos es que su teatro está muy próximo a la necesidad, el deseo, de una exploración y a la investigación teatral. Mucho más que pensado para contar una historia, al uso, academicista, que pueda hacer disfrutar a un público mayoritario. No seamos tramposos: Rodrigues apuesta por un teatro un tanto elitista. Arte y ensayo, mal dicho, sería el sustrato. No hay una vocación de trocarse en mainstream sino de erigirse en gurú del teatro gourmet, del teatro predilecto por los eruditos (haberlos hailos). Nadie le puede reprochar esa apuesta. Tan legítima como cualquier otra. En todas partes hay palmeros (y palmeras). El caso es que su carta de presentación nos resulta un tanto ostentosa y nos pone, casi siempre, en alerta. Las expectativas tan elevadas tienen el riesgo de no ser alcanzadas.
Entrando, solo con la puntita, al fondo de lo que hay detrás de esta pieza que es «Antonio y Cleopatra», podemos decir que resuena, en quien escribe estas líneas, la imagen de aquellas palabras que dejó escritas Gertrude Stein en «Four in America«:
«¡Escúchenme ahora! No soy idiota. Sé que en la vida diaria no solemos decir «esto es esto es esto». Sí, no soy boba, pero pienso que con aquel verso la rosa se hizo roja por primera vez en la historia de la poesía en inglés en cientos de años.»
Tal vez, el propio Rodrigues (que tampoco es bobo y sabe que en el teatro habitual las didascalias se quedan en las mesas de trabajo) pensó que podía hacer que «Antonio y Cleopatra», como la rosa de Stein, se hiciese carne, de otra manera, sobre las tablas o llegase a afectar a los/as espectadores/as, en el patio de butacas, de modo novedoso. Otra cosa es que eso ocurra, puesto que la historia de «Antonio y Cleopatra» ha sido contada de forma recurrente en teatro y cine in illo tempore. Realmente, para encarnaciones con chicha las de Elizabeth Taylor y Richard Burton que ya han dejado su muesca en la cultura popular. Pero, atentos/as, porque Rodrigues nos dice que esto es otra cosa (isto é outra coisa). A ver, que esto no es Shakespeare, ni la peli de Joseph L. Mankiewicz del 63. Que si acaso es más Plutarquiana (tomando como referencia las Vidas Paralelas de Plutarco). O sea, que lo que nos viene a decir, en el lenguaje que entendemos todos/as, es que su «Antonio y Cleopatra» es un totum revolutum (un cajón de sastre), eso sí, muy elegante. Bueno, vale. Nosotros sentimos que es, sobremanera, por su estructura recursiva y en su acercamiento a lo experimental desde lo lingüístico, Steiniana (si es que se puede decir así).
Reparamos y advertimos su sentido de la búsqueda de una tensión sonora por medio del lenguaje que se retuerce a sí mismo en cada repetición. Todo abunda, especialmente el último tramo de la pieza, en la musicalidad de la repetición que nos recuerda a los poemas de Haroldo de Campos (para ser más concretos en su poema «nascemorre»). No sabemos si hay una intención de encontrar el ritmo propio de un metrónomo, de los latidos del corazón o, pensamos, el del zigzaguear de una serpiente. Porque, sí, Rodrigues zigzaguea. Como Gertrude Stein, el director apunta en la dirección de la resignificación de una obra por medio de la repetición, por medio del empleo de un lenguaje que pendula; en el que los dos actores son frontón el uno del otro. Ambos, los elegidos para representar (no sé si es el verbo más adecuado) los papeles en esta pieza, Sofia Dias y Vítor Roriz, son una dupla de coreógrafos acostumbrados a falar com o corpo, aunque, a decir verdad, tampoco es que en esta propuesta el cuerpo hable demasiado. Creemos que el ritmo conseguido se sustenta, en demasía, en lo pendular de la palabra, de la voz y que no hay una exploración corporal más allá de algún que otro paseo sencillo por la escena o algún aspaviento discreto con las manos.
Nosotros aceptamos el conjunto como acto performativo, como ejercicio pseudo vanguardista retrospectivo y subimos la apuesta incluso al aceptar esa idea de que el autor entiende la memoria como cuestión recurrente de su trabajo y esta propuesta tomada como inventario de dicotomías. Sin embargo, nos parece ya rizar el rizo hablar, apuntando a la crítica de un periodista portugués, según el dossier de prensa, de que este «Antonio y Cleopatra»: «rescata la obra de los peligros de un teatro artificial y le devuelve un soplo de utopía apasionada». Ay, ay, ay. Que coisas, ouça.
¿Ha sido la experiencia desagradable? No. ¿La obra estaba por debajo de las expectativas? Sí. ¿Hay alguna explicación, que escape a nuestra lógica más aplastante, para que Rodrigues se lleve toda la fama en festivales europeos siendo incluso capaz de convencer a la mismísima Huppert de participar en su próximo montaje? Si, sí y en modo recursivo, mil veces sí.
ANTONIO Y CLEOPATRA
PUNTUACIÓN: 2 CABALLOS Y 1 PONI (Sobre 5)
Se subirán a este caballo: Quienes sean (only) fans de Rodrigues.
Se bajarán de este caballo: Quienes sean fans de (not only) Shakespeare (sino también) de Joseph L. Mankiewicz.
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FICHA ARTÍSTICA
TEXTO: Tiago Rodrigues con referencias de Antonio y Cleopatra de William Shakespeare
INTÉRPRETES: Sofia Dias y Vítor Roriz
ESCENOGRAFÍA: Ângela Rocha
VESTUARIO: Ângela Rocha, Magda Bizarro
DISEÑO DE LUCES: Nuno Meira
MÚSICA: Extractos de la película Cleopatra (1963) de Alex North
COLABORACIÓN ARTÍSTICA: Maria João Serrão, Thomas Walgrave
CONSTRUCCIÓN MÓVIL: Decor Galamba
PRODUCCIÓN EJECUTIVA: Rita Forjaz
PRODUCCIÓN EJECUTIVA EN LA CREACIÓN ORIGINAL: Magda Bizarro, Rita Mendes
PRODUCCIÓN: Teatro Nacional D. Maria II a partir de una creación original de la compañía Mundo Perfeito
COPRODUCCIÓN: Centro Cultural de Belém, Centro Cultural Vila Flôr, Temps d´Images
Una crítica de Mi Reino Por Un Caballo
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