Carlos Latre sube al escenario su capacidad de imitación de un amplísimo registro de personajes mediáticos haciendo que todo el peso del espectáculo recaiga sobre él.
Esta podría ser una suerte de sinopsis del espectáculo «One Man Show» que, con guion de David Lillo, Aran Zulaika, Carlos Latre y dirección del propio Latre, nosotros hemos podido ver en el Teatro EDP Gran Vía, de Madrid.
La voz en off del doblador Jordi Brau, a modo de conciencia del propio Carlos Latre, nos anuncia que va a comenzar un show en el que el cómico catalán desplegará en escena sus dotes para la imitación de personajes, eso sí, advirtiéndonos de que los personajes a imitar serán nuevos, formando parte de un catálogo actualizado en el que La Pantoja de Puerto Rico (Y esooooo) o Yurena, serán reemplazadas por imitaciones de otros ilustres rostros, fáciles de ver en la pequeña pantalla (véase el epidemiólogo Fernando Simón, Salvador Illa, el Alcalde de Madrid, Martínez Almeida, Jorge Javier Vázquez, personajes de La casa de Papel, etcétera).
Reconozcámosle el mérito a Latre en este espectáculo en el que únicamente se arropa por diseño de luces, música y audiovisuales. Por los demás, es él quien participa del guion, se autodirige y echa el resto en el escenario frente a un público con muchas ganas de reír. La risa llegará por rachas puesto que hay personajes que el cómico realmente imita con franca solvencia junto a otros que no dejan de ser, aún, bosquejos, aproximaciones sucesivas.
Para nosotros, en el ránking de los mejor imitados se cuelan: Fernando Simón, Messi, Gila, Jorge Javier Vázquez, Josep Pedrerol, Julio Iglesias, Carlos Arguiñano o Ferrán Adriá. Otros y otras no corren la misma suerte, pero eso dejaremos que lo juzguen ustedes mismos.
En el muestrario de imitadores populares de nuestro país, hay pocos que se ciñan al personaje de tal modo que sigan al dedillo la estrategia del camaleón en el sentido estricto de imitar gestos, poses, forma de hablar, movimientos. Tomemos, por ejemplo, a Joaquín Reyes y sus imitaciones que nada tienen que ver con tal estrategia camaleónica, es decir, una imitación directa del personaje imitado, sino con la creación de un estilo personal, una especie de filtro previo, a través del que tamizar al personaje. Latre imita directamente del modelo y ahí reside, también, su capacidad de asombrar cuando lo hace bien porque, sin duda, para el patio de butacas eso posee un atractivo indiscutible, casi mágico: el de la capacidad de apropiarse del otro. De investirse de los rasgos de un otro que se asume único e intransferible. Ese apropiacionismo siempre puede ser convincente.
Nos sorprende el espectáculo por su insistencia en la imitación de cantantes. Una cosa es que se imite a Raphael o Juilo Iglesias, no tanto en su rol de cantantes como de personajes más poliédricos y repletos de tics, y otra, la imitación de un Pablo López en la que Latre se ciñe a cantar uno de sus temas. No nos parece interesante ese Latre que quiere mostrar sus dotes para el canto en un espectáculo que se presume de imitaciones no desapegadas del efecto paródico.
Estupendos guiños a Gila o a Chiquito de la Calzada en clave de homenaje. Gana Gila en esta pugna de imitados. Nos parece inteligente que el guion se escriba desde el aggiornamento, mirando de frente a los tiempos que corren, y que el Coronavirus tenga el chance de ser introducido como elemento de sátira.
Sentimos que no le falta ritmo y que el corolario de las imitaciones, que se van desgranando, quedan bien hilvanadas con transiciones, eso sí, un tanto ingenuas de cancioncillas poco o nada destacables. Juega a su favor el asunto de los audiovisuales que contribuyen a dotar de mayor dinamismo la propuesta. Nos falta, tal vez, un poco más de mala baba puesto que se abunda en la concesión al «para todos los públicos». Con todo, destacaremos que es una alegría que no exista un blanqueamiento, en base a la imitación y al humor, de líderes de extrema derecha de nuestro país; figuras que nada tienen de blanco.
En las imitaciones de políticos, tal vez se exceda un poco en los tics capilares de la ministra María Jesús Montero, cayendo en lo facilón del acento o del aspaviento grandilocuente. Nos gusta mucho más cuando Latre va al detalle, al pequeño gesto que lo absorbe y lo concentra todo: véase la inteligentísima imitación del presentador Jorge Javier Vázquez reducido a un juego de puños cerrados mientras contiene la risa.
Latre hace aquí de hombre orquesta, de camaleón capaz de adoptar la forma de la rama del árbol en que se posa, de pulpo capaz de poner en liza todos sus tentáculos y esas son sus mejores bazas.
Cuando bosqueja y sobrevuela sin aterrizar, nos cuesta pillarle la gracia. Ahora bien, cuando accede a un destello del personaje y se lo apropia, logra hacer verdadera magia. He ahí la frontera divisoria entre alcanzar a ser one-man show o convertirse en one more show.
ONE MAN SHOW
PUNTUACIÓN: 3 CABALLOS (Sobre 5)
Se subirán a este caballo: Quienes disfruten con el trabajo de la imitación.
Se bajarán de este caballo: Quienes esperen un espectáculo un poco más alejado del neutro «para todos los públicos».
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FICHA ARTÍSTICA
Dirección: Carlos Latre
Guión: David Lillo, Aran Zulaika, Carlos Latre
Dirección de producción: Yolanda Marcos
Producción: Samira Alert
Dirección de iluminación: Xavier Costas, Carlight S.L.U.
Escenografía y atrezzo: Laia Muñoz, Dani Sanin
Diseño de sonido: Albert García Freixas
Edición de video: Joan Rodón / Guacamole Media
Músicas: Guillem Galofré, La Conga Music
Coreografías y movimiento escénico: Renata Ramos i Paris
RRSS y comunicación: Niki Navarro
Diseño cartel: Antonio Latre Ruiz
Edición y postproducción: In the Sky
Colaboración especial en el medley: Gisela
Voz en off: Jordi Brau
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Una crítica de Fjsuarezlema

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