EL CABALLERO INCIERTO. El extraño caso de Josefina Jeckyll y Mr. Luis Hyde

Luis Freeman, reconocido novelista, está a punto de dar una conferencia ante ilustres invitados. Pero Freeman parece mostrarse indispuesto por lo que, Josefina, una mujer que conoce bien al escritor, se ocupará de hacer de maestra de ceremonias hasta que el insigne Freeman comparezca. Josefina será la que, primero, nos explique que el escritor está indispuesto y la que irá desgranando, poco a poco, un relato, una historia sobre las vicisitudes del novelista y de ella misma pues, ambos, parecen estar relacionados, íntimamente, de un modo asombroso.
Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «El caballero incierto» que, con dirección de Alberto Castrillo-Ferrer José Recuenco, texto de Laila Ripoll, idea original e interpretación de Silvia de Pé, nosotros hemos podido ver en la Sala Margarita Xirgu del Teatro Español de Madrid.

Laila Ripoll, para la escritura del texto, partiría de un personaje que aparece en una novela llamada «La carne», de Rosa Montero. El personaje en el que reparó Ripoll, y que le serviría para confeccionar el presente monólogo que es «El caballero incierto», se trata del personaje de Josefina Aznárez. En la obra de Montero, la protagonista de la novela, Soledad, desarrolla su actividad profesional como comisaria de exposiciones. Soledad está preparando una sugerente exposición de «Escritores malditos» y, a lo largo de la novela, Soledad relatará diferentes momentos biográficos de ese conjunto de escritores (y escritoras) malditos/as. La práctica totalidad de los/as escritores/as que nombra son personas conocidas y reales (William  Burroughs, Ulrico Von Liechtenstein, Philp K. Dick, Guy de Maupassant, Mark Twain, María Lejárraga, Pedro Luis de Gálvez, Mª Luisa Bombal y Mª Carolina Geel), pero existe un personaje absolutamente ficticio en esa lista de escritores/as malditos/as. Sí, exactamente. Lo han adivinado: Josefina Aznárez. La biografía de Josefina es una ficción. Recurso que emplea Rosa Montero para introducir un personaje que sirva casi de resorte Borgiano. Y es desde esta biografía inventada de Josefina, desde donde parte toda la construcción de «El caballero incierto».

Ante el público, la primera que comparece es Josefina. Vestida con su indumentaria decimonónica. Lo que nos deja ver de ella, el personaje, lo que dice, sus gestos, su mecánica, es que estamos ante una mujer con carácter. No parece fácil que se deje amilanar. Mantiene la compostura, claro, para una señorita de Santander de su época, pero muchos indicios nos dicen que esconde demasiadas cosas.

 

 

La escritura está planteada como un ejercicio de descubrimiento. El planteamiento discursivo de la trama nos recuerda a esos juegos de resolver acertijos mediante el enunciado de una historia. Por ejemplo: un hombre, con traje de neopreno, ha aparecido en lo alto de un árbol. ¿Cómo llegó hasta allí? Se trata de partir de un misterio y resolverlo. Esa es la envolvente. Aquí, el misterio a resolver transita por el juego de las identidades, rozando casi el folclore del Doppelgänger. Estamos, si se nos permite, ante el extraño caso de Josefina Jeckyll y Mr. Luis Hyde. Aznárez tiene a su Sosias en Freeman. Y hasta aquí podemos leer, pues no debemos desvelar mucho más.

Sí entrevemos un buen ritmo en la escritura, una evocación Stevensoniana en el devenir de los acontecimientos que plantea Ripoll, pero, ojo, no acaba de seducirnos tanto el contenido como el continente; es decir, creemos que en conjunto es un texto sólido, pero un tanto afectado en su prosa, un tanto beige en ciertas partes. Tal vez sea esa afectación la que pueda alejarnos, en algún momento, de lo que ocurre en escena aunque, debemos reconocer que no ocurrirá fácilmente porque otros dos factores contribuyen, aquí, a mantener todo el interés:

El estupendo diseño del espacio escénico de Anna Tusell y el diseño de iluminación de Juan Gómez- Cornejo, indiscutiblemente acertados a la hora de recrear una atmósfera de fábula, de misterio inquietante, de ambientación gótica a lo Edgar Allan Poe. Fantástico. Y por otro lado, el trabajo interpretativo de Silvia de Pé. Interpretación, la de la actriz aragonesa, que entrega todo el encantamiento, el embeleso, a la función. Función soportada, enteramente, sobre su personaje desdoblado en Aznárez/Freeman.

De Pé borda con ritmo, altura interpretativa y arrebato sus dos personajes. Se percibe el estupendo trabajo de dirección de Castrillo-Ferrer y Recuenco que saben llevar a la actriz por un zigzag de vericuetos emocionales que van desde la mesura hasta el paroxismo. De Pé lo da todo en escena y eso es de agradecer. Aplausos convincentes. Chapeau. Se nota, también, la pasión de la actriz a la hora de querer contar una historia que, recordemos, parte de su idea, de su emoción al toparse con el personaje de Josefina en el texto de Rosa Montero (pidiéndole a Ripoll que la escribiese).

 

 

Hay en «El caballero incierto» esa huella de tragedia que habla de las mujeres en su lucha por emanciparse dentro de una sociedad machista y misógina, incapaz de ver más allá de un estereotipo. Sociedad que, por suerte, hemos logrado ir desterrando a base de luchas activas que deben permanecer para impedir el retroceso. Habla, igualmente, de la necesidad de crear y del poder de la pasión de escribir, llevando esta pasión hasta su máximas consecuencias (pues si hace falta habitar otras identidades, se habitan, con tal de poder sentir el maravilloso tacto de la autorrealización personal).

Dice Rosa Montero en su novela «La carne» que «La vida es un pequeño espacio de luz entre dos nostalgias: la de lo que aún no has vivido y la de lo que ya no vas a poder vivir. Y el momento justo de la acción es tan confuso, tan resbaladizo y tan efímero que lo desperdicias mirando con aturdimiento alrededor».

Nosotros creemos que «El caballero incierto» logra crear, también, ese pequeño espacio de luz agonizante entre la nostalgia de Aznárez y la de Freeman; ambos, dos seres aturdidos porque el momento en que nacieron y vivieron, desperdició de algún modo sus vidas.

 

EL CABALLERO INCIERTO.

 

PUNTUACIÓN:  3 CABALLOS  y 1 PONI (Sobre 5)

 

Se subirán a este caballo: Quienes quieran disfrutar con una excelente interpretación de la actriz protagonista.

 

Se bajarán de este caballo: Quienes esperen algo más de enjundia en un texto que, por momentos, es demasiado beige .

 

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FICHA ARTÍSTICA

DIRECCIÓN: ALBERTO CASTRILLO-FERRER JOSÉ RECUENCO
TEXTO DE: LAILA RIPOLL,
BASADO EN UN PERSONAJE DE LA NOVELA LA CARNE DE ROSA MONTERO
IDEA ORIGINAL: SILVIA DE PÉ
REPARTO: SILVIA DE PÉ  
DISEÑO DE ESPACIO ESCÉNICO: ANNA TUSELL
DISEÑO DE ILUMINACIÓN: JUAN GÓMEZ-CORNEJO
ESPACIO SONORO Y MÚSICA ORIGINAL: DAVID ANGULO
DISEÑO DE VESTUARIO: ARANTXA EZQUERRO

 

 

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Una crítica de Fjsuarezlema

 

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