Sobre el escenario la actriz Rossy de Palma encadena una serie de performances en las que canta, lee textos de célebres autores y establece un diálogo con el público por medio de la danza, el gesto y la palabra.
Esta podría ser una suerte de sinopsis de la pieza «Resilienza d’amore» que, nosotros, hemos podido ver en la sala negra de los Teatros del Canal de Madrid.
Dice De Palma que «Cuando el mítico y legendario Teatro Piccolo, tan lleno de historia, me encargó un solo de inspiración surrealista con inspiraciones Dalinianas y Picassianas, acepté sin dudarlo». El resultado, de nuevo, con arreglo a lo que dice la actriz «es una oda de poesía visual, una ofrenda al Arte en todas sus formas y al poder terapéutico que este nos procura».
Hasta aquí todo suena bien. Claro, negro sobre blanco, casi todas las ideas creativas parecen tener un sentido y obedecer a una regla lógica, meditada, fruto de una observación y un trabajo. Si a todo esto le añadimos un repertorio musical admirable, pues lo suyo es pensar, a priori, que nos encontramos ante una posibilidad escénica fascinante o, cuanto menos, poderosamente atractiva. Pero he aquí el problema. Las ideas solo son ideas y en su salto a la acción, a veces, pueden terminar disolviéndose como un azucarillo en una taza de café.
Cuando accedemos a la sala negra, lo primero que vemos, antes de que comience la función, son toda una serie de vestidos y accesorios a cada lado del escenario, colgando de unos burros de ropa. En medio de la escena se irán proyectando una serie de fotografías y vídeos. Se hace el silencio, se apagan las luces: ahora comenzará ese rato sagrado de magia, de disfrute del público cuando asiste a un espectáculo.
En este caso, una Rossy de Palma cubierta con un vestido blanco y un velo prominente, camina desde un extremo del escenario al otro mientras suena el Réquiem de Mozart. Su primera aparición recibe el nombre de la lacrimosa. (No la plañidera, no). Pues eso. Uno observa y se queda en una especie de stand by, esperando. Hay que esperar. Esta primera obertura no nos sabe a nada. No tiene nada de fascinante. Uno se guarda la pregunta insidiosa: ¿De qué va a ir esto? Esperemos. Luego, al otro lado del escenario, junto a otro interesante repertorio de ropajes que cuelgan de un soporte, la actriz se cambia y el público espera. Mientras espera, se proyectan una serie de imágenes tomadas del surrealismo (pueden caber aquí imágenes que van desde Dalí a Man Ray). Rossy se cambia (se toma su tiempo) y en silencio, se espera, a lo siguiente: La boca (tal vez algo más interesante que lo anterior). La segunda performance consiste en leer un texto de Dalí (no, nada más. ¿Qué más quieren?)
No entraremos a hacer una relación de cada uno de los actos que tendrán lugar (este es el corolario: Collar de perlas – with Adanowsky, La Luna y la playa – A. Iglesias, Pena Tiranna – Xavier Sabata-Handel, Heal heels – Variaciones Goldberg 25, Velos – Rosey Chan, El bazar chino – Juan Xueer, El avestruz – Ecce Cello, La parte de mí – Rossy de Palma, Forget me not – René Aubry, Black Lake – Björk, Frames – A. Iglesias, Pan y cebolla – Carles Santos, Kimonos – Travelling Lady, Bello amore – Ornella Vanoni), pero sí podemos afirmar con rotundidad que el resultado final se salda con números rojos: no llega a alcanzarnos más que una especie de efecto torpeza sobre la escena. Las fotografías se quedan en actos fríos, desprovistos de todo su simbolismo, los actos que acompañan a las músicas elegidas no parecen estar a la altura, todos caen en la falta de ritmo, de cadencia, se desdibujan con facilidad. Las transiciones entre escenas se hacen soporíferas y enlentecen el paso del tiempo de un modo recalcitrante. Hay momentos de franco sinsentido (como el del bazar chino, epítome de la nadería más aplastante en el que la actriz comparte y comenta con el público una serie de artículos cuyos usos podrían invertirse en una apuesta por connotarlos desde lo surreal, desde lo simbólico). Otros actos son aburridos, vacuos, sin más y no ofrecen ninguna mística, no se comprometen con ningún esoterismo afinado, con una poética significante que transforme o conmueva al patio de butacas. No esperen un Cabaret Voltaire, no, o sí, porque, tal vez, solo tal vez, la actriz se ha tomado tan en serio el precepto dadaísta de dotar de «sentido antiartístico» su acto performativo que lo ha logrado. Su reivindicación de la irracionalidad, no sabemos si de forma consciente o inconsciente, es también palpable.
Desde el punto de vista surrealista, tomado este como una apuesta por la liberación del inconsciente, no todo vale o, al menos, no todo es notorio. Hay mucho arte mediocre, que ni pincha ni corta, que es en sí mismo un batiburrillo de nada mezclada con más nada y que no pasará nunca a la conciencia del otro porque no recala más allá de lo superficial.
Aquí se ha creado, sin duda, un nuevo género estilístico: el del cadáver desaborido (por contraposición al de cadáver exquisito). Un cadáver desaborido es aquel recurso de estilo que emplea el proceso creativo basado en el siguiente juego: un solo artista crea un collage de imágenes, gestos, danzas, palabras, músicas formando un conjunto sin buscar un sentido a su creación, sin buscara un patrón o un orden determinado. Finalmente, muestra esa creación ante el público. En fin, permítasenos la ironía.
Queremos señalar, eso sí, de lo visto en esta Resilienza d’amore, un par de actos que despertaron, en nosotros, algún rastro de emoción, alguna miniatura de mi piace frente al mayúsculo y rotundo genérico non mi piace. (Momentos como el del vídeo del vestido rojo, y la réplica simultanea de Rossy De Palma en escena, preferimos soslayarlos por razones que escapan a nuestra comprensión entorno a qué tipo de inefable ejercicio kitsch estábamos asistiendo). Nos quedamos con dos momentos. Uno: el de los velos y otro el de los Kimonos.
Curiosamente ambos relacionados con esa metáfora que también señala la protagonista cuando dice que su vida «ha sido y es un acto de rebeldía, animado por la voluntad de desmenuzar, de descubrir lo que se esconde tras la apariencia de las cosas, la vida y su trascurso se me antoja como una cebolla de múltiples capas que al final no encierra nada en su interior, lo único que nos quedará después de pelarla solo será la humedad de las lágrimas que habremos vertido mientras lo hacíamos». Pues eso.
Por desgracia, estamos de acuerdo: también esta cebolla que es Resilienza D’Amore, al final, en su interior, encierra la nada. Que no es poco.
RESILIENZA D’AMORE
PUNTUACIÓN: 2 CABALLOS (Sobre 5)
Se subirán a este caballo: Quienes acudan buscando la aureola de una actriz reconocida y se dejen embaucar por un programa de mano.
Se bajarán de este caballo: Quienes esperen encontrar algún rastro, inteligente e inspirado, de surrealismo o de poesía visual dadaísta.
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Ficha artística
Una creación de Rossy de Palma.
Repertorio:
La lacrimosa – Requiem Mozart
La boca – Dalí dixit
Collar de perlas – with Adanowsky
La Luna y la playa – A. Iglesias
Pena Tiranna – Xavier Sabata-Handel
Heal heels – Variaciones Goldberg 25
Velos – Rosey Chan
El bazar chino – Juan Xueer
El avestruz – Ecce Cello
La parte de mí – Rossy de Palma
Forget me not – René Aubry
Black Lake – Björk
Frames – A. Iglesias
Pan y cebolla – Carles Santos
Kimonos – Travelling Lady
Bello amore – Ornella Vanoni
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Una crítica de Fjsuarezlema

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