TERNURA NEGRA. Ternura cándida

Un dramaturgo obsesionado con la figura de María Estuardo se instala en una tienda de campaña junto al castillo en el que la reina pasó gran parte de su cautiverio. Su intención es comunicarse con el fantasma de la última reina de Escocia. Desde el interior de su tienda de campaña, el dramaturgo dirige, vía Skype, a una actriz y a un actor que ensayan en una otra ciudad a cientos de kilómetros de distancia. 

Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «Ternura negra» que, escrita, dirigida y protagonizada por Denise Despeyroux, nosotros hemos podido ver en la sala Guirau del Teatro Fernán Goméz de Madrid. 

 

 

Pensemos en el arte de la escritura. Ese proceso, a veces, inefable. Por muy tangible que sea, en sí mismo, el acto de escribir, hay todo un proceso que escapa a la disciplina, oficio, horas de documentación e investigación y que es algo más misterioso, más insondable, relacionado con el hecho del nacimiento de una historia, de una pieza escrita. Son muchos los autores y autoras que hablan de que cuando escribieron algunas de sus obras, sentían que había algo de trance; como si la historia fuese dictada desde un lugar difícil de explicar y el autor solo fuese un médium, un canal de paso, un molde necesario a través del que volcar una narración, un relato. Explica la autora de «Ternura negra» que a ella le ocurrió algo similar. Que incluso el título fue algo que le llegó susurrado en un sueño. Podríamos decir que, incluso, eso que llamamos realidad es también un suceso inefable por naturaleza. Tomemos el arte como puente de comunicación o de acceso a la realidad. No será mala fórmula.

La realidad que nos trae la pieza creada por Despeyroux tiene bastante de comedia negra romántica, de melodrama, de relato juguetón que coquetea con el ocultismo. Hay una excelente idea: la que se recrea en la pieza. La del autor y director entregado a la causa de querer dialogar con los ausentes, con un personaje histórico como María Estuardo, la hábil combinación del teatro con lo multimedia, a través de la inclusión de las herramientas de comunicación digitales. Nos gusta, igualmente, la idea de la defensa de la pasión por dedicar tiempo a aquello en lo que crees y la correspondiente crítica (guiño) a la precariedad, casi autoimpuesta, en la vida de un artista que quiere crear, libremente, que cree en una idea y la defiende, aún cuando esto implique un yo me lo guiso yo me lo como como contrapunto no del todo gratificante a la tarea de crear.  

La función discurre correctamente. La parte técnica no flojea (y nos creemos que las conversaciones vía skype están teniendo lugar en ese momento sin aparentar enlatadas y coreografiadas). Hay algún atractivo para seguir con interés (sobre todo en los momentos en los que se posibilita más comedia y la pieza se aleja de su tono didáctico y explicativo), y entonces, nos preguntamos: ¿por qué con todos esos elementos, à sa faveur, la pieza deja una sensación de no redondeada? Intentaremos, a nuestro modo de ver, qué elementos desbalancean la propuesta.

 

 

Si como dice Eloy Tizón: «nuestra mesa de trabajo, como escritores, es la mente del lector», (o, lo que es más importante, la mente del espectador, para los/as dramaturgos/as), en este caso particular, sentimos que para Despeyroux, su mesa de trabajo no estaba en la mente del espectador sino en su ardor por explicar un arrebatamiento íntimo con la figura de un personaje histórico como María Estuardo. La escritura de «Ternura negra», en una buena parte, opta por no separarse de los rieles explicativos, casi ensayísticos. Tal vez como lectores de la obra pudiésemos concentrar mejor nuestra atención en esa prosa de datos que vienen a retratar a la Reina de Escocia, pero, como espectadores, nos satura. Hay un retrato demasiado subrayado, exhaustivo, pormenorizado, de la época, de los avatares de María Estuardo, que nos aparta de esa otra obra (dentro de la obra) que solo desea jugar y descomplejizarse

Estamos muy de acuerdo con Mauricio Kartún cuando señala que «la escritura dramática está regida por el azar». Por eso nos gusta todo lo que «Ternura negra» contiene de pacto con lo cómico, con la reflexión en torno a saber dejarse guiar por las cosas enigmáticas que se nos presentan, por la entrega a los deseos y las pulsiones de escribir sobre lo que nos arrebata, pero, observa Kartún, «con cuidado de proteger el acto artístico resultante de cualquier riesgo de fosilización». Es fosilización que menciona Kartún llega, a la pieza que ahora nos ocupa, en esos largos parlamentos sobre María Estuardo que parecen corta y pega, frenos de mano, una pena de parálisis por análisis (interno) de la estructura de la obra y que se nos hacen deformantemente pedagógicos. Añadamos a esto que la actriz, la propia autora y directora, no parece ser muy consciente del tono redundante, monótono con el que ella interpreta; francamente chirría su forma de expresar en escena por cuanto rastro de cursilería permea y, por ende, fragiliza, (si es que esta palabra existe) el resultado final. 

El problema de un personaje tan controvertido como María Estuardo es que exige una sobreabundancia de explicaciones y detalles para situarla históricamente y poder comprender sus vicisitudes, sus desdichas, su trágico final. Todo ello hace, sin duda, que la profusión de datos y esa pseudo-pedagogía, en escena, aparten al espectador del ritmo y de otra letra pequeña de la historia que contiene «Ternura negra». (Tal vez aparte menos al lector, aunque para los/as lectores/as están un estupendo libro escrito por Stefan Zweig sobre María Estuardo o el reciente «La columna de fuego» de Ken Follet). 

Es con esa escondida letra pequeña con la que nosotros queremos quedarnos: con la lectura de la defensa del oficio de crear, pese a las calamidades y los obstáculos porque la pasión por una idea, por una historia, por una convicciones, tal vez no valga una decapitación, pero bien vale estar dispuestos a pasar unas cuantas penurias. 

 

 

TERNURA NEGRA

PUNTUACIÓN:  2 CABALLOS Y 1 PONI (Sobre 5)

Se subirán a este caballo: Quienes se sientan atraídos por la figura de María Estuardo.

Se bajarán de este caballo: Quienes no soporten el intercambio didáctico entre autor/a- espectador/a.

 

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FICHA ARTÍSTICA

Escrita y dirigida por Denise Despeyroux
Paloma   Denise Despeyroux
Andreas  Fernando Cayo
Hugo   Joan Carles Suau

Diseño de escenografía: Eduardo Moreno
Diseño de iluminación: Pedro Yagüe Enrique Chueca Peña
Diseño de vestuario: Lupe Valero
Música y diseño de sonido: Pablo Despeyroux
Producción ejecutiva: Carles Roca Ana Guarnizo
Ayudante de dirección: Máximo Huerta
Ayudante de producción: Andrea Quevedo

Realización audiovisual:
Dirección: Jorge Sánchez-Cabezudo, Denise Despeyroux
Auxiliar de dirección: Alejo Serra
Dirección de fotografía, cámara y edición: Daniel Sosa
Sonido: David de los Ríos
Producción: Carne viva
Auxiliares de producción: Goyo Díaz Cifuentes, Beatriz Jaén

Diseño gráfico: Joan Carles Suau
Fotografía: Sergio Parra
Prensa: María Díaz
Producción: Carne Viva y Vania Produccions

Texto y dirección: Denise Despeyroux

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Una crítica de Fjsuarezlema

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