Cada noche, Solange y Claire, las dos criadas de una aburguesada señora, ponen en marcha una ceremonia en la que cambian sus identidades y juegan a ser, por un rato, la señora. Para ellas, su señora lo es todo. Pero también sienten hacia ella mucha cólera. Tanta que ese sentimiento las conducirá a un fatal desenlace.
Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «Las criadas», que, con versión de Paco Bezerra, dirigida por Luis Luque e interpretada por Ana Torrent, Alicia Borrachero y Jorge Calvo, nosotros hemos podido ver en las Naves del Español, en Madrid.
De mi paso por la universidad recuerdo, con mucho placer, una racha de lecturas de teatro entre las que se encontraba Jean Genet. Para el que escribe, la favorita era «El Balcón», pero es innegable que «Las criadas» es otra de sus obras más celebradas. «Los sueños se alimentan de la oscuridad», decía Genet. Hombre activista desde su escritura, de ideas de izquierda, combativo, que aprendió y escribió mucho desde la cárcel (en la que pasó muchos años y en la que encontró mucha oscuridad. Mucho tiempo para soñar). Son las dos criaturas de «Las criadas», las hermanas Solange y Claire, dos soñadoras, también, a su modo. Dos mujeres sometidas a un poder que representa la señora, cuyo estatus social parece ser germen para la crítica del clasismo, reflexión acerca de las esclavitudes cotidianas, proclama en torno a la necesidad de libertad. Obra salida de la mente de un hombre que, sí, recibiría la legión de honor de Francia, pero antes, viviría en la mendicidad, siendo condenado por ladrón; personalidad abyecta para unos, genial, para otros.
«Las criadas», como otras tantas de sus obras, contiene esa aureola de lo demoníaco, esa dosis justa de realidad en la que lo aparente se reclama para poder señalar lo que es falso, los retorcidos subterfugios de la sublimación que nos quedan para huir de lo real o, como diría Lacan, la oportunidad de atravesar la fantasía, con todos los riesgos que esto implica.
Podríamos tomar el texto como ejercicio de metateatro porque las dos criadas representan un papel, juegan al simulacro, tal vez porque para Genet, el mártir y el santo, la simulación ocupaba, en la existencia, más espacio del que uno pudiese llegar a imaginar. ¿De qué otro modo, sino, habitar la intemperie?
Hay, también, una mirada sobre los masoquismos que, consciente o inconscientemente, tiranizan, sobre todo, a la clase obrera. (Los sadismos parecen reservados a las élites). La tiranía que conduce a las hermanas, pasado por el tamiz de lo psicótico, a un trágico final, a un territorio sin respiraderos, en el que solo tienen control sobre la forma, nunca sobre el fondo. Dos espejos: uno frente al otro que, únicamente, se devuelven la misma imagen deformada que oculta lo que son y solo refleja lo que desearían ser.
Paco Bezerra, en esta versión, carga las tintas (maravillosamente) en ese amplio espectro de las palabras que recrean miedo, negrura, sordidez, asco, rencor, para recrearse y recrearnos, a todos los espectadores, en ese lodazal de la perversión, del desvarío del que seremos testigos. El bien se asocia a la sumisión; el mal, a la resistencia. Bezerra reconoce ese no dilema y reproduce, de la mano de una estupenda dirección a cargo de Luis Luque, esa contradicción entre ser y parecer. Las cosas no son lo que parecen. Las cosas parecen lo que son.
Todo se cuece en ese espacio de la fractura entre ideal y realidad. En ese ring donde las dos hermanas, las dos criadas, combaten entre ellas. Mientras ellas combaten, la señora observa, la señora rechaza el té, la señora es espectadora, gozosa, de la inmoralidad burguesa. La señora convertida en el guardián que vigila a sus presas, a las dos criaturas con síndrome de Estocolmo. Algo muy parecido a lo que ya ocurría en la única película, cortometraje, que llegó a dirigir el propio Genet en la que dos homosexuales, en sus respectivas celdas, eran vigilados por un carcelero.
Sin muchos rodeos, lo diremos: esta versión de «Las criadas» es morbosamente deliciosa o deliciosamente morbosa y solo podemos decir que todo, absolutamente todo, funciona y es tan redondo como el círculo que da vueltas en la escenografía sencilla y efectiva de Mónica Borromello.
Luís Luque dirige solvente, creíble, vibrante y sabe llevarnos al cuarto oscuro de la alteridad, coloreado de azul ad hoc; a los acantilados devastadores del fin de la filosofía del tocador. Y para este lance se sirve de un actor y dos actrices en franco estado de gracia.
La idea de un hombre representando a la señora, no es nueva. Ya en 2013, Pablo Messiez situaba al actor Tomás Pozzi en ese mismo rol. Sin novedades en el frente, en ese sentido. Tal vez el logro del actor Jorge Calvo sea el de soslayar el absurdo y asumirse digno, creíble, admisible en su papel. Su presencia nunca pende del hilo del ridículo, nunca desdibuja el fondo, pues habla desde un lugar, identitariamente, bien apuntalado.
No sabemos si hay guiños o mirada buñuelesca, desde la dirección asumida por Luque, pero nosotros queremos pensar que sí (recordemos que Genet estuvo a punto de ser guionista de una película del de Calanda). Y es que hay mucho ángel del surrealismo exterminador; también mucho existencialismo sartreano, mucho discurso foucaltiano entre líneas (mucho más que un previsible Marqués de Sade).
Por último, mención a parte, para las dos actrices. En una sola palabra: arrolladoras.
Alicia Borrachero: muestrario de voluntad, de control de dicción, de absoluta habilidad para volcar la bilis propia de su personaje. Diestra, por completo, para la escenificación del repertorio de malditismo que encarna. Un bravo sin contemplaciones.
Ana Torrent supone, a nuestro juicio, todavía un mayor hallazgo. Nos deja boquiabiertos. Qué implacable a la hora de vestirse el traje perturbado de una mente caótica, torturada, precaria y al mismo tiempo tierna, asustada, empapada en melancolía. En desencanto. Qué gozoso salir del teatro con la sensación de haber visto una interpretación tan completa que te deja absorto en la butaca.
Nos quitamos el sombrero. Sin duda alguna. Y celebramos esta versión, esta dirección, estas interpretaciones así como todo aquello que logra que amemos a estas criadas, las legitimemos, compartamos sus desvelos, sus terrores, en definitiva, aceptemos entrar en su juego porque comprendemos, a la perfección, toda su desesperación.
LAS CRIADAS
PUNTUACIÓN: 5 CABALLOS (Sobre 5)
Se subirán a este caballo: Quienes aprecien asistir a una velada teatral fascinante.
Se bajarán de este caballo: Allá ellos/as, (si es que alguien es capaz de bajarse de un caballo ganador).
***
FICHA ARTÍSTICA
DIRECCIÓN LUIS LUQUE
VERSIÓN Y TRADUCCIÓN PACO BEZERRA
REPARTO ALICIA BORRACHERO (SOLANGE), JORGE CALVO (LA SEÑORA), ANA TORRENT (CLAIRE)
DISEÑO DE VESTUARIOALMUDENA RODRÍGUEZ HUERTAS
DISEÑO ILUMINACIÓNFELIPE RAMOS
COMPOSICIÓN MÚSICA ORIGINALLUIS MIGUEL COBO
CREACIÓN DE VIDEOESCENA BRUNO PRAENA
DISEÑO ESPACIO ESCÉNICO MONICA BOROMELLO
MAQUILLAJE Y PELUQUERÍA MOISÉS ECHEVARRÍA
ASESORÍA DE MOVIMIENTO AGNÈS LÓPEZ
AYUDANTE DE DIRECCIÓN PABLO MARTÍNEZ BRAVO
Una crítica de Fjsuarezlema

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