COMO UNA PERRA EN UN DESCAMPADO. Alumbrar la muerte

Una mujer embarazada llega al hospital. Allí se ha de quedar  unos días pues todo apunta a un embarazo de riesgo. Le acompaña su pareja, sus padres y también otro personaje que parece una sombra de sí misma y que solo ella parece poder ver. No serán días fáciles y las expectativas de la maternidad distan de parecerse a las que la pareja primeriza había imaginado.

Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «Como una perra en un descampado» que escrita por Clàudia Cedó y dirigida por Sergi Belbel, nosotros hemos podido ver en el Teatro Valle-Inclán.

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Estamos ante una historia de eso que podríamos encajar en la sublimación. La escritura como ritual de exorcización. De purga de los demonios personales. Es el caso de Cedó, pues la autora Catalana escribe este texto para hacer catarsis de un momento personal en su biografía que se corresponde con el sustrato de la pieza: la muerte perinatal.

Que la muerte también puede dejar cicatriz es cierto. Y este es el caso. Una cicatriz con la que seguir viviendo. Pues la muerte se puede alumbrar. 

De acuerdo con los datos de la Organización Mundial de la Salud, en los primeros veintiocho días de vida, mueren alrededor de 2,7 millones de recién nacidos y 2,6 millones de bebés nacen muertos. Son datos terribles no tanto por el número per se, que además puede ser un tanto inexacto, sino por las realidades de cada caso. ¿Por qué?: pues porque asumir el duelo de un recién nacido o de una muerte perinatal es una tarea absolutamente compleja y desgarradora. Son esos duelos invisibilizados en los que se asume que una alguien que estaba a punto de convertirse en madre (o en padre) debe seguir adelante con mayor facilidad que la que/el que ha perdido a alguien con quien tenía un vínculo de más años. Deberíamos aprehender, de manera profunda, que ese tipo de comparativa no se sostiene y, en su lugar, tendríamos que hablar de cada caso como único e intransferible en lo que a sufrimiento se refiere.

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¿Que hacer con ese dolor insoportable? ¿Donde colocarlo y hacer que sea soportable? ¿Hasta que punto puede afectar a la identidad, a lo relacional? Lo que la autora logra con su pieza es toda una experiencia correctiva. La etiología del principio en que basa su enorme potencial el generar experiencias (emocionales) correctivas tiene que ver con re exponer al paciente, en circunstancias más favorables, a situaciones emocionales que no pudo resolver en el pasado. Cedó lo logra por medio de la escritura y es en la escritura de esta pieza en la que reconecta con el lado traumático, humano, personal y con ese espacio en el que poder resolver el conflicto. Crea, así, un personaje de ella misma que se desdobla en dos partes, en un necesario ying-yang, ego-superyó, a través del que procesar el trauma y situarse en el lugar, hostil, de la culpa, del remordimiento, de la rabia, del egoísmo.

Desde el punto de vista del texto, de la escritura, nos parece que la obra obtiene méritos y está bien vertebrada. Resulta evocadora, dolorosa, reparadora. Hay, de hecho, un momento devastador que ocurre cuando la pareja se ha de enfrentar al trauma de alumbrar la muerte. Es, entonces, cuando asistimos a ese vacío terrible, a ese territorio de lo monstruoso en el que también ha de morar, a menudo, el ser humano. Sin desvelar demasiado, la autora, llegada a este punto, opta por no soslayar el drama ofreciendo respiraderos por los que tomar algo de oxígeno: uno de ellos es el de la poetización del asunto que convive, también, con la realidad infranqueable de las explicaciones técnicas que da una de las psicólogas a los interrogantes y dudas de la madre.

En ese sentido, literariamente, los contenidos, la trama, no posee un solo «pero«. La propuesta falla, a nuestro modo de ver, en su encuentro con lo escénico. La dirección de Belbel soluciona con eficacia ese salto, pero toca hueso en un punto concreto: las interpretaciones. En este apartado, el interpretativo, sobran afectaciones, imposturas; falta un personaje central protagónico que encarne con mayor hondura la realidad que se plantea.

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Cedó ha construido un personaje de esos capaces de rescatarse a sí mismos, una suerte de heroína de lo cotidiano, con sentido común, etcétera, pero no lo vemos del todo en la interpretación de María Rodríguez que podría asumir ese desafío con mayor calado. Su paso por la pieza, sin ser del todo monocromático, sí se queda aún lejos de alcanzar el rango que se esperaba. Ya sabemos que el teatro no es el cine. En el cine puedes brillar, pero en el teatro, ese brillo puede convertirse en quemazón. Una cámara no recoge igual la interpretación a carne viva de un espacio teatral. Y, en este caso, asumiendo que hay momentos estupendos, otros bajan la media y enfrían la temperatura del clímax. Los demás personajes, al igual que Rodríguez, ponen su voluntad, pero no componen, en conjunto, un retablo armónico del que poder destacar su sinfonía. No sentimos que sintonicen. Si nos fijamos en algunas interpretaciones más concretas, sentimos que el papel que interpreta David Menéndez está demasiado desnortado y desnivelado del resto, diletante. Encontramos que Vicky Luengo brilla, por momentos; posee una estupenda capacidad para encajar en el papel que le es asignado. Anna Barrachina nos gusta:  versátil, profesional, en diferentes tonos; resulta creíble y bien equilibrada. Observamos a Queralt Casasayas más titubeante, más neutro en un papel que no comporta la asunción de demasiados riesgos (enseñarnos el culo, no cuenta).

Nos quedamos con un texto sólido, bien rematado, alegórico, sublimador, catártico, que no es poco. Sentimos, eso sí, que en su paso a lo escénico, no corre la misma suerte.

Pese a todo, estamos ante una propuesta muy interesante por su contenido y porque muy pocas veces se habla, se nombra, se menciona esa realidad del trance inconmensurable de llevar a cabo el duelo por un nonato. Una realidad que atañe a la madre, principalmente, así como a su entorno, además de a las instituciones, los profesionales médicos, el personal sanitario, la sociedad en su conjunto que, reconozcámoslo, todavía se sitúa muy de espaldas a la muerte.

 

COMO UNA PERRA EN UN DESCAMPADO

PUNTUACIÓN2 CABALLOS Y 1 PONI CABALLOS (Sobre 5)
Se subirán a este caballo: Quienes busquen un melodrama en torno a la muerte perinatal.

Se bajarán de este caballo: Quienes esperen mucha más hondura y equlibrio de las interpretaciones

FICHA ARTÍSTICA

Autora: Clàudia Cedó 

Dirección: Sergi Belbel 

Reparto: Anna Barrachina, Queralt Casasayas, Vicky Luengo, David Menéndez, Xavi Ricart y Maria Rodríguez.

Matilde Castillo (Traducción), Max Glaenzel (Escenografía), Kiko Planas (Iluminación), Mercè Paloma (Vestuario), Jordi Bonet (Espacio sonoro), Antonio Calvo (Ayudante de dirección) y Marta Geòrgia (Ayudante de escenografía).

Producción Sala Beckett y Grec 2018 Festival de Barcelona

 

Una crítica de Fjsuarezlema

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1 Comment

  1. No comparto la opinión sobre las interpretaciones. Me resultaron emocionantes, con un punto de naturalismo muy interesante que encajaba perfectamente con la propuesta de dirección, con el ritmo televisivo entre comillas. Me maravilló todo. Cada cosa en su medida. Sin excesos teatrales pero con toda la carne, el alma y la belleza.

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