Partiendo de lo que podría considerarse un trabajo de campo, se suben al escenario los relatos de diferentes prostitutas y ex prostitutas para dar voz a un colectivo heterogéneo y poder hablar de asuntos como la industria a su alrededor, la cosificación del cuerpo femenino, el sufrimiento, la explotación, la libertad sexual, la estigmatización y la abolición o legalización, entre otros.
Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «Prostitución» que con dramaturgia y autoría de Albert Boronat y Andrés Lima, dirigida por este último, e interpretada por Carmen Machi, Nathalie Poza y Carolina Yuste, nosotros hemos podido ver la sala principal del Teatro Español.
El texto sobre el que se sustenta la propuesta es un collage arreglado, ad hoc, por el tándem Boronat -Lima partiendo de entrevistas a prostitutas que ejercen y de textos de otras autoras cuyas visiones parecen enfrentadas desde la legalización (más propia de Despentes) o la abolición/prohibición (propia de Tiganus). Veamos ese texto misturado como un todo, como una amplísima perspectiva sobre la que el/la espectador/a podrá mirar con más o menos simpatía según sus propias convicciones. Sobrevuela la dramaturgia, como un eje transversal, la idea central de dar voz a quienes han sido (y siguen siendo) las ejercientes (también los ejercientes, aunque en minoría) de una profesión estigmatizada fuertemente, repleta de prejuicios y de más oscuridad que transparencias.
¿Qué sucede cuando el cuerpo teórico se resiste a hacer análisis del cuerpo fáctico? Pues que la prostitución se mitologiza. Llegan, enseguida, quienes se atreven a decir, desde el más absoluto de los liberalismos, que la prostitución es una decisión privada entre dos personas. He ahí la mitologización del término. El síndrome de Pretty Woman que lo empozoñaría y edulcoraría todo hasta niveles inusitados. Al hablar claro, se entiende mejor: la prostitución es una relación sexual sin espacio para la intimidad. Un juego de roles en el que media la pasta. La relación es comercial, sexual, pero no íntima o privada. Todo lo cual debería servir para preguntarnos ¿por qué tantas resistencias a nombrarla como un asunto absolutamente político y público? Quizá podamos encajar dentro de este absurdo el miedo a convertirnos en censores o moralistas de lo que ocurre entre dos adultos y sus cuerpos y su intercambio económico. Pero, ¿Y si le quitamos a la prostitución ese halo de asunto privado y examinamos su verdadera cara? Pues nos percataremos de que no se trata de censuras ni de paternalismos sino de proxenetas, de mafias, de tráfico y de trata, de explotación, de feminización de la pobreza, de misoginia y machismo recalcitrantes.
La prostitución es el mayor ejemplo de panóptico que existe en el siglo XXI. La mayor de las cárceles. No es una profesión libre en la que la mayoría de quienes la ejercen, deseen meterse. La apelación a la libertad individual está muy bien si realmente se tratase de que las mujeres y los hombres hacen con sus cuerpos lo que quieren. No es el caso mayoritario. Por este motivo, al verse rodeada de aspectos tan perniciosos como la trata y la explotación sexual, la prostitución pide a gritos una hoja de ruta política y legislativa. Cosa que este país parece empeñado en no abordar. Debemos estar atentos.
Nos gusta que este tema haya saltado al teatro. Se trata esta de una propuesta que debemos elogiar desde el momento en que un asunto tan poliédrico no debería estar en cuarentena o relegado, casi siempre, a un plano de lo grotesco, lo lumpen, lo clandestino o lo bizarro. La prostitución es un problema complejo y, en este sentido, merece un tratamiento complejo. El asunto es así tomado por Boronat y Lima, con dignidad, con actitud crítica, de forma realista, sin perder el sentido del humor, pero sin alejarse del sentido de la denuncia social.
¿Cuántas veces se ha elevado la prostitución a mito ramificado desde la idea del amor o del sexo? No es el objetivo en esta pieza que apuesta por desmitificar con la intención de enraizar con lo humano antes que con lo divino. Con lo real antes que con la abstracción.
El debate sobre la libertad individual y el poder está servido en la propuesta a través de algunos de los textos, sobre todo en aquellos en los que la voz de la kingkoniana Virginie Despentes se enzarza con la de la prometeica Amelia Tiganus. Sus defensas y apelaciones se enfrentan en el tramo central de la obra que, hasta ese momento, había optado por describir situaciones de prostitutas reales interpretadas, eso sí, con una luminosidad arrolladora por parte de las tres intérpretes. Tal vez ese momento central de la pieza no sea el mejor en lo que a interpretación se refiere, pero sí medular en cuanto a las cuentas que se rinden en términos de profundidad del relato al contraponer dos visiones que divergen y que no parecen encontrarse ni siquiera en el nexo común que de debiera unirlas: la cuestión de si una prostituta es libre o no lo es.
Preguntémonos, también, si la mujer que ejerce la prostitución se situaría más cómodamente frente a alguno de los dos pensamientos. La realidad es más compleja. Ninguna prostituta responde a un prototipo inequívoco y uniforme. La literatura universal nos ha brindado ejemplos de esa mistificación y de lo estereotipado que puede ser el tema. Por poner dos ejemplos de la literatura universal: Dostoievski nos presentaba en su «Crimen y Castigo» a una Sonia que era inocencia y pureza, una especie de puta angelical que lograría redimirse; Vargas Llosa, más trasnochado, elaboraba en «La Ciudad y los perros» a una Pies de Oro cuyo perfil se correspondía con el de una puta que, con larga experiencia, construía su identidad en base a los hombres a los que daba placer o desvirgaba ejerciendo su profesión. Dos modelos, en cualquier caso, que siempre parecen estar divorciados de una realidad que es mucho más rizomática y extensa. Incluso las visiones de Despentes y Tiganus parecen, igualmente, alejadas de una perspectiva más comprehensiva del asunto. Aquí no vale una mirada. Aquí se hace necesaria una cosmovisión.
Preguntas y reflexiones con las que uno sale de la sala: ¿Es la prostitución algo a erradicar, a abolir, a ilegalizar o, por el contrario, a regular? ¿Cuántos tipos y modelos de prostitutas existen? ¿tantos como tipos de mujeres? ¿Por qué el teatro o el cine no hacen uso de planteamientos más poliédricos con respecto al tema? (el presente caso es la excepción que cumple la regla).
Algo que sí echamos en falta en la obra es el análisis que vaya más allá del gremio o colectivo de mujeres prostitutas (u hombres) siendo capaz de elaborar un relato que incluya a todas las mujeres. Si bien sí se entiende que el discurso es feminista, en el fondo de la propuesta, echamos en falta una lectura más cercana a cómo la visión sobre la prostitución femenina entronca con el tema de la igualdad entre mujeres y hombres. Pensemos en lo siguiente: un hombre, en su trabajo, para celebrar un éxito laboral se va de putas. Bien. Esto ocurre más de lo que nos pensamos. Ese hombre trabaja, en su entorno laboral, con otras mujeres y hombres. Valoremos las implicaciones de la cosificación del cuerpo de la prostituta sobre el resto de las mujeres. Cosifico, luego no existo. La igualdad salta por la ventana. Las ramificaciones son innumerables al someter el tema de la prostitución a un análisis depurado y concienzudo. Sí podemos decir que en este collage, que es la obra de Boronat y Lima, ambos se meten en el fango y son capaces de confrontar, a quien está en el patio de butacas, con una realidad social que suele ser esquivada antes que esquiva.
En lo interpretativo, relumbrón. Tres actrices en estado de gracia. Tres actrices al servicio de una historia, esforzadas, brillantes, solventes, resueltas, penetrantes, ambiciosas. Machi, Poza y Yuste conforman el triunvirato en el que se sostiene el texto. Si el texto es a veces un poco más irregular, diremos que las interpretaciones son pasmosamente equilibradas. No hay una actriz que se sitúe por encima y las tres logran mantenernos aferrados al relato. Hay alguna parte que, pensamos, podría sobrar en lo que al texto se refiere, sobre todo ese tramo en el que las tres mujeres se sientan sobre unos cubos y conversan. Nos resulta puro relleno, pura transición vacía, incluso difícil de resolver para ellas y, pese a todo, ellas están decididas a una apuesta en firme por atravesar todo el relato como solo las tres saben: con eficacia a prueba de exabruptos.
Tenemos en «Prostitución» un hallazgo maravilloso: el de ese teatro capaz de habitar el relato del drama psicológico, del enfoque documental y del divertimento a partes iguales. Por eso, y pese a los deslices, que los hay, la pieza, para nosotros, es un semillero de aciertos y, también, un valiente muestrario en torno a las miserias humanas. Por razones como estas, no se la pierdan.
PROSTITUCIÓN
Se bajarán de este caballo: Poca gente con gusto por el buen teatro se bajará de este caballo.
FICHA ARTÍSTICA
Andrés Lima
Dramaturgía y Autoría Albert Boronat y Andrés Lima
Sobre textos y testimonios de Virginie Despentés, Amelia Tiganus, Juan Cavestany, Ana María, Isabela, Lucía, Alexia, Alicia y la Sra. Rius.
Carmen Machi
Nathalie Poza
Carolina Yuste
Piano Laia Vallés
Actriz grabación Lucia Juárez
Aytes. Dirección Laura Ortega y Alfons Casal
Diseño de Escenografía y vestuario Beatriz San Juan
Diseño de Iluminación Valentín Álvarez (AAI)
Composición musical/sonido Jaume Manresa
Diseño sonido Enrique Mingo
Diseño vídeo creación/grabación Miquel Àngel Raió
Dirección documental Carolina Cubillo
Dirección de producción Joseba Gil
Producción ejecutiva Héctor Mas
Ayte. Escenografía e Iluminación Alberto Hernández (AAI)
Ayte. Vestuario y Producción Laura Galán
Ayudante de producción Vicente Cámara
Es una producción de
Check-in producciones, Teatro Español,
Escena Nacional d´Andorra, Molinos de Papel, Mama Floriana y Asuntos Culturales
Una crítica de Fjsuarezlema
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