Una pareja invita a otra pareja de amigos a cenar en casa. Los amigos hacen una llamada para confirmar la dirección, pero dejan un mensaje en el contestador porque nadie ha cogido la llamada. El problema está en que cuando han dejado el mensaje, por una torpeza, han seguido hablando cuando pensaban que ya habían apagado el móvil y queda grabada una conversación en la que los dos invitados ponen de vuelta y media a la pareja de anfitriones. Estos últimos, al oír el mensaje, deciden seguir, pese a todo, con la cena planeando, eso sí, una velada a la altura de su consecuente mosqueo.
Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «Me gusta cómo eres» que con texto de Carol Greep, en adaptación de Jordi Galcerán, dirigida por Gabriel Olivares y protagonizada por Miren Ibarguren, Pepa Rus, Oscar de la Fuente y Juanan Lumbreras, nosotros hemos podido ver en la sala principal del Teatro Lara.
La gente busca la risa. Bueno, no solo la gente, las personas. Los primates también lo hacen y se lo pasan en grande con una buena carcajada, siempre reparadora. La risa se mantiene ahí, seguimos buscándola, demandándola, porque evolutivamente nos ayuda a lidiar con los desastres, con el peso de la existencia. Crea poderosos vínculos, desestresa, immuniza, y sabemos que está bien controlada por diferentes regiones del cerebro. De hecho, para reírnos a pierna suelta, es preciso inhibir cierta actividad de regiones cerebrales como aquellas que están involucradas en la toma de decisiones o en la planificación. Lo bueno del ser humano es que además de reírse, puede hacer reír ( a diferencia del resto de los animales) eso nos lo apunta Henry Bergson en su tratado sobre la risa.
A eso acude el público de la obra que podemos ver en el Lara. A reírse. «Me gusta cómo eres» se asentará en escena, no sabemos si al estilo de «Burundanga» (los mismos productores de esta nos traen otra comedia llegada de Francia) porque apunta en la misma dirección: diálogos rápidos, eficiencia en tiempo, momentos cercanos y reconocibles por el espectador, equilibrado casting.
En esta pieza, dos actrices mediáticas que han apuntalado su carrera en el hacer reír (ya cada cual que valore desde lo subjetivo si con más o menos acierto). Las dos juegan con solvencia sus cartas y salen muy airosas. Ibarguren tiene ese punto canalla, noir, de cómica con mala leche, que borda ese tipo de papeles de mujer aparentemente superficial y frívola con su punto de «no tengo el horno para bollos». Nos gusta su vacua petulancia y suyos son dos de los momentos mas descacharrantes de la función: uno, el de la oca y su infancia y otro el del momento en que aclara y enfatiza que a ella la han subido de categoría profesional estando ahora al cargo de la ropa de cama de unos grandes almacenes. Imposible contener la risa en ambos casos. Más desigual cuando abunda en su papel de aparentemente tonta e insustancial.
Nos gustaría que el texto, ni que decir tiene, discurriese más por lugares como los mencionados en los que el absurdo es de tal agrado que la risa abre sus pétalos para que nos llevemos el néctar. Brilla también Pepa Rus en su revancha de aspavientos y en su pundonor contenido al saberse reconocida por sus «amigos» como una advenediza, una hipopótama sin dotes culinarias y culturales. Pepa Rus posee la gracia en su cara, en su modo de moverse por la escena, de reaccionar y confrontar cada cosa, por más significante o insignificante que esta sea. Ese halo la posee y ya nos genera empatía por su causa. Aquí queda muy igualada a su invitada y nos complace asistir a su duelo, a su pulso. Momento para recordar: su irrupción en escena vestida como una especie de indumentaria más propia de carmen Miranda o de una vedette que de la mujer que interpreta. El texto le permite sus chances durante lo que se prolonga la función y resuelve con gracia. Dicho esto, debemos poner en muy buen lugar a ambos compañeros actores masculinos dado que los dos ejecutan con agilidad y buen oficio. Quizá el texto se extravía en su recorrido final y se puebla de giros que nos sacan de la escena, empobreciéndola. Con todo, buena dirección de Gabriel Oliovares que parece sentirse muy cómodo en esta salsa. Una comedia con el marchamo de muy bien acogida en su país natal, Francia, que no decepcionará a quienes busquen algo tan sencillo como un rato de risas.
Una sola pregunta nos hacemos, en último término, ¿por qué casi todas las comedias que se convierten en éxito de público vienen de otros países y no de autores o autoras de españoles? ¿Acaso a nuestros autores y autoras se les va la escritura hacia la tragedia o el drama?
No subestimemos al teatro que llena salas para hacer reír por muy poca hondura que haya detrás de algunas de estas tramas pues la risa siempre será bienvenida. Y citando a Erasmo de Rotterdam, ya sabemos, apunten: “Reírse de todo es propio de tontos, pero no reírse de nada lo es de estúpidos.” La risa virtuosa está, como todo, en el término medio. Nosotros no diríamos que esta pieza logre habitar del todo ese lugar.
ME GUSTA CÓMO ERES
Se bajarán de este caballo: Quienes no se sientan cómodos con los clichés, los aspavientos y los lugares comunes como detonantes de la risa.
FICHA ARTÍSTICA
Autora: Carol Greep
Adaptación: Jordi Galcerán
Dirección: Gabriel Olivares
Reparto: Miren Ibarguren, Pepa Rus, Oscar de la Fuente y Juanan Lumbreras.
Producción: VERTEATRO S.L.
Una crítica de Watanabe Lemans
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