La señora Longhetti es una mujer casada y con tres hijos que tiene un comportamiento bastante errático y extravagante, que parece rozar la demencia. Su marido Nick, un trabajador de la construcción, sobrellevando las irregularidades de su mujer hasta que un día no puede más y decide que es hora de internarla en un hospital psiquiátrico.
Esta podría ser una sinopsis de la obra «Under the influence». Basada en la película de John Cassavetes (Una mujer bajo la influencia), dirigida por Maja Kleczewska, con dramaturgia de Łukasz Chotkowski y protagonizada por Sandra Korzeniak, nosotros la hemos podido ver en los Teatros del Canal en el marco del 37 Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid.
Decía Immanuel Kant, el filósofo, que «el juicio del gusto no es un juicio de conocimiento, sino estético, es decir, que el principio que lo determina es puramente subjetivo». Esto parece irrebatible. La propuesta que llega desde Polonia de la mano de Kleczewska y Chotkowski está atravesada, de un modo tan rotundo, por un ideal estético que podríamos decir, nada más arrancar esta crítica, que «Under the influence» queda sometida, y de algún modo apresada, en esa búsqueda de lo estético pasando a convertirse en forma antes que en fondo. Argumentaremos por qué y señalaremos algunos de los aspectos que nos han gustado y los que no.
Comencemos por su mirada susbidiaria de la obra de Cassavetes. De ella extrae ese realismo en lo teatral. Un realismo propio del New American Cinema en el que se inscribían las películas del director americano. Su consigna era clara: «no queremos hacer películas de color rosa, queremos hacer películas color sangre». Ese realismo está logrado en la propuesta que hemos visto en el Festival de Otoño. Todo está al servicio de esa estética: la elección de la protagonista, con una presencia solvente, los juegos de injerencia cinematográfica/audiovisual que dialogan con lo teatral. Por ese lado, no hay pegas en la consecución de una estética realista, próxima, genuina. Con todo, el rol que juega aquí la protagonista nos resulta mucho más forzado que el que interpretaba la Mabel de la cinta de Cassavetes. Nos preguntamos dónde está la alegría de vivir en esta señora Longhetti polaca. No la vemos por ningún lado y su espíritu, su carácter, su temperamento se nos presenta, desde el principio, antojadizo, volátil, enfermo, desbordado, enajenado. La Mabel de Cassavetes no estaba enajenada. Su propio hijo, Tony, en la película, se lo dice. Un poco excéntrica, nerviosa, sí, pero no enajenada mentalmente. La Mabel de Cassavetes es vital, quebradiza, libérrima, un alma anhelante de libertad, que así quiere sentirse cuando escucha la música de El lago de los cisnes. Pero, la protagonista de esta adaptación teatral parece triste, muy triste, y nos recuerda mucho más a la Bess de «Rompiendo las olas» de Lars Von Trier que a la Mabel de Cassavetes.
No sentimos que la Mabel de Cassavetes necesite un psiquiatra urgentemente del mismo modo que lo sentimos con el personaje de «Under the influence». Y eso tiene que ver con el deliberado ejercicio de dirección desde el que se gestiona la propuesta. El personaje que compone Sandra Korzeniak es exageradamente grotesco. Parece medicada, sobredescompensada, pide a gritos un ingreso involuntario o incluso una tutela o una curatela. No deja espacio para hacer esa apreciación que sí logramos hacer con la Mabel de Cassavetes respecto de la influencia del entorno que rodea a la protagonista y que quizá sea el más enfermo. Nos apiadamos de la Mabel que compone Gena Rowlands, pero no logramos hacerlo con la que compone Korzeniak en escena. Es otra Mabel que incluso nos parece demasiado disociada, alejada de la realidad.
De nuevo, la Mabel que vuelve de la clínica solo vuelve con el ceño fruncido, pero con ese tono pueril machacón que no se comprende se mire por dónde se mire. Una cosa es sentirse una niña (quizá porque es la manera en que todo adulto tiene de alcanzar algo de la felicidad que va coartando el paso del tiempo) y otra, bien diferente, es actuar como una bobalicona sin demasiada sustancia. Ni siquiera Campanilla o Peter Pan resultan tan inmaduros. No se trata, en cualquier caso, de madurez sino de no haber imprimido al personaje de Mabel un mayor joie de vivre, un ardor y embriaguez más comprensivos en lugar de menor dosis de santurronería y afectación. Por este mismo motivo, esa crítica social que subyace y que deberíamos leer inmediatamente en la propuesta en torno al asunto de cómo la familia puede convertirse en una prolongación de una sociedad opresora, represora, en torno a cómo la familia se puede transformar en una desgracia de panóptico, no se produce en la presente obra de un modo inequívoco. Estos aspectos hasta ahora comentados son sus mayores obstáculos, desventajas cuando sopesamos la propuesta.
Punto fuerte: su estética. Una grandilocuente impronta desde lo audiovisual con pantalla panorámica incluida y un escenario que va más allá del escenario, alargándose justo en la frontera que linda lo teatral con lo cinematográfico, entendemos que como guiño o tributo al original. Es aquí donde reside buena parte de la presencia escénica de la pieza dado que, en sí misma, la obra no encierra otras sorpresas ni es contrapunto de la fuente original. Ni siquiera, diríamos, se erige en elemento innovador para aportar algo más a modo de ampliación de moraleja pues en esta «Under the influence», la moraleja queda, además, un tanto diluida. Su dialogar con lo cinematográfico es un punto fuerte, de acuerdo. Sus interpretaciones funcionan aportando dosis de realismo aun cuando la actriz principal dibuje a una Mabel con altas dosis de idiocia. Nadie pone en duda la capacidad interpretativa sino, antes bien, la elección de la dirección en lo que respecta a Sandra Korzeniak, pues viendo cómo actúa su Mabel nadie dudaría en llevarla a una clínica. Una Mabel radicalmente enajenada como para no comprender la actitud de su familia.
Bajo qué influencia está esta mujer. ¿El alcohol, las drogas? ¿Una relación de pareja tóxica y desequilibrada? ¿Un abuso sexual en la infancia? La lección magistral de Cassavetes iba más allá: la influencia estaba en el qué dirán. En el pundonor. En la presión de una sociedad, comenzando por el entorno familiar, obstinada en castrar y censurar a las ovejas negras que se aparten del rebaño.
UNDER THE INFLUENCE
Se subirán a este caballo: Quienes disfruten de los hermanamientos entre lo cinematográfico y lo teatral.
Se bajarán de este caballo: Quienes no asimilen a una Mabel demasiado enajenada como para no comprender a su familia.
***
FICHA ARTÍSTICA
Directora: Maja Kleczewska
Dramaturgia: Łukasz Chotkowski
Intérpretes: Sandra Korzeniak (Mabel), Piotr Bułka (Nick), Anna Kadulska (madre de
Nick), Ewa Leśniak (madre de Mabel), Andrzej Dopierała (amante), Antoni
Gryzik (padre de Mabel), Wiesław Kupczak (Olaf), Arkadiusz Machel (Arek), Marek
Rachoń (Shrink), Artur Święs (Artur), Andrzej Warcaba (Andrzej), Zbigniew
Wróbel (Zbyszek), Mateusz Znaniecki (Mateusz / conejo), Kamil Małecki y Piotr
Januszkiewicz (operadores de cámara), Kaśka Dudek (Tina), Mariusz
Konieczny (Mariusz), Sebastian Krysiak (Sebastian), Piotr Stanusz (Piotr) y Liwia
Dziurosz, Igor Karaszewski, Julia Tudzierz y Aniela Tudzierz (hijos)
Escenografía: Łukasz Chotkowski y Maja Kleczewska
Construcción del escenario: Marcel Sławiński y Katarzyna Sobańska (MIKSS)
Vestuario: Konrad Parol
Música: Cezary Duchnowski
Cinematografía y luces: Kacper Fertacz
Operadora de iluminación: Maria Machowska
Edición de la película: Artur Rej y Przemysław Chruścielewski
Luces en las escenas de la película: Bartek Gburek
Sonido en las escenas de la película: Piotr Gburek y Michał Sendek
Cámaras: Kamil Małecki, Andrzej Sepioł
Cello: Daria Kasprzak
Asistentes de dirección: Anna Mazurek y Zbigniew Wróbel
Asistentes de escenografía: Dominika Żłobińska, Marta Wieczorek y Maciej
Czuchryta
Regidora y apuntadora: Kaśka Dudek
Productora ejecutivo: Małgorzata Długowska-Błach
Fotografía: Magda Hueckel
Cartel: Joanna Górska y Jerzy Skakun (HOMEWORK)
La presentación de Under the Influence en Madrid cuenta con el apoyo del Instituto
Polaco de Cultura
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