Mario, un chico de pueblo, decide dejar la casa familiar para irse a vivir a Barcelona. No es la suya una escapada en busca de trabajo sino, antes bien, una deseada escapada en busca de libertad. En la ciudad podrá ser quien realmente es en un mundo donde, él cree, la aceptación y la tolerancia son posibles.
Esta podría una suerte de sinopsis de la obra «Juguetes rotos» que, con autoría y dirección de Carolina Román, y protagonizada por Nacho Guerreros y Kike Guaza, nosotros hemos podido ver en la sala Margarita Xirgu del Teatro Español de Madrid.
La historia se desarrolla en un contexto realista, el de la España tardofranquista. Aquel país nuestro que bullía y ansiaba, por parte de algunos, el abandonar su tufo a naftalina, pero, en cualquier caso, una España invertebrada en la que los derechos sociales eran solo una formulación, una necesidad, un anhelo. Recordemos aquella, ignominiosa, «Ley de vagos y maleantes» cuya nomenclatura todavía nos pone los pelos de punta.
La democracia no alcanzaría a reparar, en parte, a las personas LGTBI hasta la entrada en vigor del Código Penal de 1995 en el que se abolía, por completo, la ley sobre peligrosidad y rehabilitación social. Es esta historia reciente, y mucho, de España. Una historia que es frágil y que todas/os deberíamos repasar para no repetir las embestidas del tiempo, de los ciclos históricos, que con demasiada frecuencia funcionan a modo de péndulo. He ahí la relevancia del teatro como el que firma y dirige, en esta propuesta, Carolina Román.
Mario vive en el pueblo. Es un hombre pero se siente mujer. Le gustan otros hombres. Él se ha criado en un ambiente en el que cuidaba de su abuela, se ocupaba de las palomas del palomar que tenía su familia. En alguna que otra verbena de pueblo tuvo sus primeros escarceos con otros hombres. Con su propio primo, que tras pajearse o tener sexo con él le insultaba, llamándole maricón. Mario iría construyendo así una identidad dañada desde un afuera que es hostil. Interiorizada como un error (cuando no es ningún error). Con el paso de los años, Mario siente que el pueblo ya ha dejado de ser su lugar y que para sus aspiraciones es necesario huir a la gran ciudad. Barcelona como destino, como lugar donde poder ser él mismo, con mayor libertad. Pero si en el pueblo existía discriminación y una extensa gama de homofobia de la España rural, en las ciudad descubrirá que existen las redadas. Libertad entre tinieblas. En la ciudad, eso sí, conoce a una nueva amiga: un chico que trabaja como transformista, como vedette en clubs. Una mujer encerrada en el cuerpo de un hombre. Ella es Doreen. Doreen es una suerte de Blanche DuBois trans; un animal lleno de heridas por tantos palos que le ha dado la vida, pero un animal pletórico, de esos que no se rinden ni dejan que nadie apague su brillo. El problema para Doreen o para Mario fue vivir en una época oscura, en un régimen que, aunque estaba en las últimas, dejaría una herencia envenenada en una sociedad a la que tanto le costó, y todavía le cuesta, diferenciar entre orientación sexual e identidad sexual. Una sociedad a la que aún le cuesta decir «Libre, te quiero».
En lo que respecta a la interpretación: Kike Guaza y Nacho Guerreros dan lo mejor de sí en escena. Dos interpretaciones espléndidas. Más contenido, entendemos que por su rol de Mario, está el actor Nacho Guerreros que asume un solo personaje frente a los varios personajes que encarna Kike Guaza cuyo papel destacado es el de Doreen. Guaza se mete de lleno en un personaje que persuade, apasiona, brilla. La dirección de la pieza a cargo de Carolina Román está lograda: hay pasión, activismo, fábula. Texto, dirección de escena y diseño de escenografía dialogan absolutamente funcionando hibridados como metáfora: la jaulas que se abren para que las palomas (y los palomos) vuelen en libertad.
«Juguetes rotos» se ve con emoción, con una mueca de empatía y otra de tristeza, de desgarro por el sufrimiento de quienes padecieron una exclusión tan gigantesca e indeseable. Se ve como un retablo de tiempos oscuros que le tocaron atravesar a tantas y tantos en este país, como un retablo con la pintura más fresca de lo que uno se pueda imaginar dado el repunte de los carpetovetónicos con fuerza en una España que es innegablemente tolerante, solidaria, justa (o así deseamos verla, frente a la estulticia de algunos innombrables cuyos viejos odios, ahora desempolvados, habrán de ser defendidos con todas las «armas» que dispone nuestra democracia).
Frente a esos necios, el testimonio de un tiempo contado con hermosa sensibilidad. El teatro, siempre, como trinchera imbatible frente las injusticias.
JUGUETES ROTOS
Se subirán a este caballo: Quienes deseen una dosis de buen teatro: emocionante, activista y necesario.
Se bajarán de este caballo: ¿Bajarse? Ni hablar.
***
FICHA ARTÍSTICA
Carolina Román
Kike Guaza
Nacho Guerreros
Ayudante de Dirección Olga Margallo
Diseño de Escenografía:Alessio Meloni (AAPEE)
Luz David Picazo
Diseño sonoro Nelson Dante
Diseño de Vestuario Cristina Rodríguez
Ayudante de Vestuario Unai Mateos
Fotos Bárbara Sánchez Palomero
Fotografía Cartel Sergio Parra
Diseño de caracterización Chema Noci
Producción Henar Hernández
Director de Producción Fabián Ojeda
Una Producción de Producciones Rokamboleskas
Una crítica de Watanabe Lemans
Síguenos en Facebook: https://www.facebook.com/www.mireinoporuncaballo.blog
Y en Instagram: https://www.instagram.com/mireinopor/