LAS BÁRBARAS. «Nosce te ipsum»

Tres mujeres se reúnen en un hotel para cumplir una promesa a una amiga que ha fallecido. En ese fin de semana, la promesa pasará a un segundo plano y lo que surgirá será un ajuste de cuentas entre las tres amigas que se han dado cita.

Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «Las bárbaras» que, escrita por Lucía Carballal, dirigida por  Carol López y protagonizada por Amparo Fernández, Mona Martínez, María Rodés, Tulsa (20 y 24 de octubre) y Ana Wagener, nosotros hemos podido ver en el Teatro Valle Inclán (Centro Dramático Nacional).

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Plantea Celia Amorós, filósofa, que «toda ética debe partir del si mismo«.                       La naturaleza de cualquier relación que mantengamos con nuestro entorno debe pasar por establecer, en primer lugar, esa línea roja: » o me cuido yo y me valoro, o da igual qué tipo de relaciones tenga con los demás». Las mujeres que retrata aquí Carballal son tres ejemplos  bien distintos de la puesta en práctica de esta prescripción filosófica.

Una de ellas, interpretada por Ana Wagener, es una mujer que dejó su carrera de piano por el amor de un hombre. Tuvo hijos sí, fue madre, pero una madre emancipada lo suficiente como para no pasarle, a sus vástagos, sus recelos y sus inseguridades. Al contrario, ella se ocupó de sí misma y a ojos de los demás podría parecer una mujer desapegada o egoísta (signifique eso lo que signifique). Si de algo la culpan sus dos amigas es de haber renunciado a conservar una cosmovisión mas feminista de la vida en la que, supuestamente, aducen, una mujer no debería dejar atrás sus sueños por los sueños de un hombre. Otra de las mujeres, interpretada por Amparo Fernández, retrata a una abuela moderna que mantiene una relación cercana con todos sus nietos y nietas empleando el skype para contarles cuentos. Pese a todo su halo de modernidad, ella se esconde tras la máscara de la que funciona bien en las apariencias: la relación con sus hijos no es cercana, la soledad le acecha y, por mucho que se nos presente como una mujer con arrojo, descubriremos pronto que guarda un dolor propio de aquellos que miran la vida, y la relación con los hijos, con las luces de corto alcance. Por último, interpretada por Mona Martínez, nos encontramos a la mujer independiente y talentosa que lo ha dado todo por su carrera de arquitectura. Premiada, elogiada, sigue viviendo de las rentas de un patrimonio que, conoceremos, pertenece al pasado y nada tiene que ver ya con su presente (menos con su futuro). La más atormentada de las tres, parece estar abrigando un deseo sin cumplir. La talentosa, la que sale (o mejor dicho, salía) en las portadas de revistas por sus éxitos profesionales, es también la que nunca encuentra tiempo para otra cosa que no sea su trabajo.

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Es el encuentro en el hotel una promesa a una amiga común que ha fallecido. Es la muerte, el duelo, la excusa perfecta para poner sobre la mesa el memento mori  (o el carpe diem) y hacer balances vitales. Las tres mujeres, a su manera, intentan reflexionar en torno a la pregunta, implícita, de si esto era lo que esperaban de la vida. Si han completado sus órbitas, si alguna de sus revoluciones ha llegado a cuajar.

El texto de la obra es ágil, posee ritmo, desenvoltura, se hace atractivo y fluye con una naturalidad asombrosa en boca de las tres mujeres. Observamos ya algunos denominadores comunes en la escritura de la autora (tras haber visto diferentes obras suyas). Destacaríamos, sobre los demás denominadores, dos: por un lado su atracción por dar a la mujer un relato, un discurso, un lugar prominente en sus obras. El logos femenino no emerge en sus piezas como un islote en un océano de lo masculino sino al contrario: el océano es femenino y los farallones que aparecen en ese océano pertenecerían a lo masculino.

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Ese espacio preferente para lo femenino, para lo feminista, se nos hace necesario y no provoca ninguna perplejidad ni se nos presenta erosionador sino enriquecedor. Quizá sea el otro denominador común, que observamos, el que más nos chirríe en el estilo de escritura: su aburguesamiento. Sin ser, per se, un handicap sí nos provoca curiosidad el saber por qué la mayor parte de las mujeres de sus obras son urbanitas, universitarias, tan «primermundistas» (valga la expresión) que, tal vez, haga que una parte de las mujeres no se vean representadas en su («yo soy así y así seguiré, nunca cambiaré») cosmovisión hipsterizada. En un feminismo que no aborda lo racial, la feminización de la pobreza, de otras mujeres oprimidas, sin duda mucho más, por el sistema patriarcal.

Siguiendo a Amorós, diríamos que todo feminismo postmoderno olvida que es, ante todo, un proyecto ético surgido de la realidad contundente en la que campan a sus anchas marginación, exclusión u opresión. He ahí la auténtica sororidad. Y el teatro es también un propicio lugar de encuentro y transformación. O eso debería. Con todo, entendemos que esa es también la marca de agua de una autoría y nos parece que Lucía Carballal posee una impronta envidiable que habita en su búsqueda de ese grial que es el nosce te ipsum.

Para terminar, debemos reconocer que la obra se disfruta, aún más, al contar con las tres interpretaciones de tres actrices que están, sencillamente, enormes. Rotundas, radiantes, cuyo brío es fruto de un casting acertadísimo así como de una atenta y firme dirección. Sus encarnaciones de las tres protagonistas, arropadas por un espacio escénico sofisticado y apropiado, son arrolladoras. Nada desequilibradas, emocionantes y solventes. Pese a estar las tres en un mismo nivel, sí queremos destacar, por encima, como un subrayado, la interpretación de Ana Wagener que vuela alto. Muy alto. Su personaje aglutina uno de los mensajes más relevantes de la obra: «Cuidarme a mí misma no es autocomplacencia, es autoconservación y eso es un acto de guerra política», que diría Audre Lorde.

Si le sumamos a todo lo anterior una guinda, de sibaritismo, con la música en directo de María Rodés, entonces sí: todo bárbaro.

 

LAS BÁRBARAS

PUNTUACIÓN: 4 CABALLOS

Se subirán a este caballo: Quienes busquen un texto ágil e inteligente y unas interpretaciones mucho más que convincentes.

Se bajarán de este caballo:  Poca gente se bajará de un caballo como este.

***

FICHA ARTÍSTICA

Autora: Lucía Carballal

Directora: Carol López 

Reparto:Amparo Fernández, Mona Martínez, María Rodés, Tulsa (20 y 24 de octubre) y Ana Wagener.

Jose Novoa (Escenografía), Pedro Yagüe (Iluminación), Antonio Belart (Vestuario) y María Rodés (Música).

Coproducción Centro Dramático Nacional y LAZONA Teatro.

Una crítica de Watanabe Lemans

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