Un grupo de mujeres que trabajan en el CNI tiene un plan: convencer a un escritor de novelas de ciencia ficción para desarrollar uno de los engendros que aparece en una de sus novelas: una máquina del tiempo por medio de la que viajar al pasado y cambiar, así, el rumbo de la política actual.
Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «Hombres que escriben en habitaciones pequeñas» que escrita por Antonio Rojano, dirigida por Víctor Conde y protagonizada, entre otros, por Secun de la Rosa, nosotros la hemos podido ver en el Teatro María Guerrero.
Son tiempos, los nuestros, aptos para la conspiranoia, para la posverdad, para dejar de creer en la realidad o huir de ella. Pensamos ahora en dos formas, suponemos que habrá más, de escapara de lo real: la ciencia ficción y la fantasía.
Por un lado, la ciencia ficción es aquello que «te mantiene en equilibrio al borde del acantilado» y la fantasía es la que «te pega un empujón». Son palabras de uno de los reyes de la ciencia ficción: Ray Bradbury. En la presente obra, la historia nos lleva hasta el borde del acantilado, manteniendo, con un pulso muy acertado, ese complejo balance entre la ciencia ficción y la comedia negra.
Rojano parece dispuesto a liberar la parte irónica y dejar salir, en esta pieza escrita en 2014, toda esa carga que había en bodega. Entramos pues en una historia con una buena dosis de localismos: aquí, la conspiranoia parte de unas delirantes trabajadoras del Centro Nacional de Inteligencia español que ven la posibilidad de cambiar el futuro cambiando el pasado. Para ello, intentan convencer a un tipo que escribe novelas y las autoedita (sí, esa especie común de malogrado escritor). En una de las novelas autopublicadas por el escritor aparece la trama de un viajero en el tiempo e incluso las fórmulas matemáticas para construir una máquina del tiempo. Esta es toda la parte que se ve atravesada por la ciencia ficción. Las demás partes están completamente insertadas en una realidad propia de la España de la precariedad, de la picaresca, de ese país en el que la necesidad crea el órgano. Una España en la que a la política parece haber llegado la fórmula de las neodictaduras. Las máquinas del tiempo solo se inventan cuando se divisan distopías en el horizonte. Es lo coherente.
Nos resulta imposible no pensar en el modo de hacer que maneja aquí Rojano con el de otros creadores patrios como Nacho Vigalondo y sus cronocrímenes. La fascinación por crear mundos posibles en los que la cordura pueda suspenderse temporalmente para dar paso a escenarios surrealistas, propios de un sueño o de una pesadilla. Qué mejor etapa que la actual para tomar esa trampilla en el atolladero y bajar hasta el fondo. Hasta esa suerte de fragua de Hefesto en la que Rojano convierte ese pequeño despacho cloaca que es trasunto del CNI. Y si Hefesto forja a Talos, Rojano forja a un escritor que escribe en habitaciones pequeñas, que aunque no es de bronce, puede cambiar la forma del mundo. Soñemos. Sí. Que falta nos hace. We want to believe.
La pieza se disfruta porque discurre ágil, encaja pese a su andamiaje alocado de soft science fiction, no encontramos elementos que la tensionen haciéndola descabelladamente enrevesada, y sobre todo posee la cualidad magnífica del humor con que está apuntalada. No se hace pesada. No nos quiere engatusar con milongas pues muestra sus cartas desde el principio y eso contribuye a quererla. De dar buena cuenta de ella, estupendamente dirigidos por Víctor Conde, se ocupan una serie de actrices y un actor quienes beben la pócima sin cuestionarla demasiado. De ahí su estupendo arrope a la trama. Todos están naturales, funambulistas entre la realidad y la ficción. Absolutamente apegados a los carriles de la historia, es gracias a las interpretaciones que nosotros nos metemos de lleno en los pliegues de la historia. Todos están equilibrados en sus roles, pero nos seducen especialmente la interpretaciones de Cristina Alarcon y Secún de la Rosa. De nuevo sin desmerecer al resto.
¿Cómo de acostumbrada está nuestra mirada al empleo de la ciencia ficción dentro del teatro? Poco. El teatro no suele nutrirse de ciertos estilos que parecen patentados, en exclusividad, por la literatura o el guion cinematográfico. Y sin embargo K. Dick, Asimov, Bradbury, H.G. Wells, Stanislaw Lem, por poner solo unos ejemplos, bien podrían campar a sus anchas en la dramaturgia siempre y cuando opere la voluntad del (de la) autor/a.
Si la fantasía trata sobre aquellas cosas que no pueden suceder y la ciencia ficción trata sobre cosas que sí podrían suceder, al final, siguiendo la senda de que aquí Rojano ha optado por la segunda opción, la Wellsiana, desearíamos, en la actualidad más que nunca, poder contar con esa máquina de viajes en el tiempo y posibilitar, así, otros horizontes.
HOMBRES QUE ESCRIBEN EN HABITACIONES PEQUEÑAS
Se subirán a este caballo: Quienes disfruten la mezcla de teatro de comedia con dosis de ciencia ficción.
Se bajarán de este caballo: Quienes no crean en las conspiranoias.
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Ficha Artística:
Autor: Antonio Rojano (Texto)
Dirección: Víctor Conde
Reparto: Cristina Alarcón, Esperanza Elipe, Angy Fernández y Secun de la Rosa.
Bengoa Vázquez (Escenografía), Lola Barroso (Iluminación) y Anaïs Zebrowski (Vestuario).
Coproducción Centro Dramático Nacional, Entrecajas Producciones Teatrales, Avance Producciones Teatrales y García-Pérez Producciones.
Una crítica de Watanabe Lemans
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