Año 1824. Goya parte a Burdeos, dejando España, decepcionado con la política absolutista de Fernando VII. En Burdeos, con 78 años, el pintor sale a pasear, pintar. Acude a Francia como exiliado. Junto a Leocadia Weis y sus dos hijos, Guillermo y Rosario, encontrará un grupo de amigos y artistas que le permitieron vivir y desarrollar su arte a pesar de su avanzada edad. Serán ellos, sus amistades, sus compañeros, quienes lo frecuentaron en Burdeos, quienes hagan la semblanza del pintor. Porque Goya no sale en este cuadro. ¿O sí?
Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «Monsieur Goya». Una indagación» que, escrita por José Sanchis Sinisterra y dirigida por Laura Ortega, nosotros hemos podido ver en la sala Guirau del Teatro Fernán Gómez .
Ya mayorcito llegó el señor Francisco de Goya a Burdeos buscando un refugio y dejando atrás una España dividida entre liberales doceañistas (partidarios de una modificación de la Constitución para entregar una parte del poder al monarca y a las clases más altas) y veinteañistas (los llamados, primero, exaltados y más tarde progresistas, que apostaban por una aplicación en sentido estricto de la Constitución), ambos enfrentados entre ellos, tras el trienio liberal. Fernando VII volvía a campar a sus anchas en 1824. Absolutismo. O lo tomas o lo dejas y, claro, Goya lo dejó. Nos dejó. Donó «La quinta del sordo» a su nieto y recaló primero en París donde estableció sus primeros contactos en Francia. No iba solo. Se marchó de Madrid, treinta y seis horas en coche de caballos, y poco tiempo después le seguirían su amada Leocadia Zorrilla de Weiss y los dos hijos de esta.
De este mismo detonante, y desde similar contexto histórico, partiría también Carlos Saura a la hora de desarrollar su «Goya en Burdeos», con la diferencia de que en la pieza teatral que nos ocupa, la apuesta es más constructivista que realista. Examinemos, en primer lugar, el texto y sus pliegues. Sinisterra entra en lo histórico, sí, pero su naturaleza como autor le lleva a otros vericuetos creativos: los de la indagación.
Indagar, del latín indagare: seguir la pista de un animal (en su etimología). Indagare deriva de Indago que se refiere a la acción de un grupo de cazadores que hacían moverse a la presa, habitualmente un jabalí, hasta cercarla dentro de un recinto con redes previamente preparadas. Así se mueven los personajes de este «Monsieur Goya» en la que la presa es el pintor, el artista. Todos ellos son quienes hacen el relato, a medio camino entre la ficción y lo histórico, de Goya. Goya como excusa. Goya como pretexto para el itinerario. Lo que importa aquí es trazar la pista, rastrearla y bosquejar una narrativa contada desde los personajes que estaban en los alrrededores de la vida de Goya en aquella etapa de Burdeos.
En esta semblanza costumbrista posmoderna, los personajes nos cuentan cómo era el pintor en su estudio de pintura, qué le gustaba hacer, cómo conoció a la lechera que pintó en Burdeos, cómo se sentía en el exilio. Hete aquí un indago, luego existo. Sus voces son un eco. Una plataforma desde la que escudriñar a un personaje tan contundente. La obra es una obra mirilla. Un ojo mágico. Un panóptico desde el que hacer un retrato. La indirecta como herramienta. Lo periférico como núcleo central. Esto es lo más potente e interesante de un texto bien escrito, con juegos y guiños de metateatro, imbuido de un espíritu de escritura de infrarrojos.
La esencia de la pieza, en todos sus aspectos, es la de equilibrio. La obra está vigorosamente compensada por una escenografía muy bien diseñada: un híbrido entre lo sencillo y lo artístico que convive, en perfecta armonía, con una iluminación y trabajo de videoescena estupendamente encajadas. Vestuario y espacio sonoro también se vertebran al servicio de unificar y hacer más compacta la propuesta.
A todo esto, sumemos unas interpretaciones que funcionan como coro griego. Muy bien dirigidas por Laura Ortega. Todas parecen pertrecharse para dar sentido al conjunto. No destacaríamos una sobre las demás, pues como reparto coral es como cobran pleno sentido.
De todo el engranaje lo que más nos seduce es su embeleso: las imágenes, la voz del narrador omnisciente en directo, las coreografías, su poesía contenida. Se disfruta como un todo. No chirría nada y la sensación final es buena, depurada; la sensación de haber visto un trabajo atractivo. No entendemos que la gente no llene más la sala Guirau, aunque reconocemos que es una sala de grandes dimensiones.
Por otro lado, sí creemos que pese a que funciona y es sólida, su principal handicap se encuentra en su originalidad (su falta de originalidad, al mirarla de cerca). Sinisterra sigue siendo un genio. Sí. Por su incuestionable contribución al mundo literario. Pero nos preguntamos si, con esta pieza en concreto, ha conseguido ir plus ultra de lo que hasta ahora habíamos visto o si en realidad no se ajustaría más a lo que la crítica literaria Marjorie Perloff define bajo el término «genio no-original».
Monsieur Goya pasó sus últimos años de vida en el número 57 del Cours de l’Intendance, en una ciudad francesa en la que se sentiría muy a gusto. En 1828 moría tras una agonía de dos semanas que comenzó el día en que se cayó por las escaleras de su casa.
En su exhumación, en 1899, para traer sus restos de regreso a España, al abrir el féretro se encontró el cuerpo, pero no estaba su cabeza. Quizá, este final rocambolesco del artista diese para una nueva indagación, para una secuela de «Monsieur Goya». Ahí lo dejamos. Mientras tanto, vayan a ver esta «primera parte» puesto que la segunda, aún no la ha escrito nadie.
MONSIEUR GOYA
PUNTUACIÓN: 3 CABALLOS.
Se subirán a este caballo: Quienes gusten de un teatro que mezcle ficción e historia a partes iguales
Se bajarán de este caballo: Quienes esperen un foco más centrado en el personaje de Goya antes que en su periferia.
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Videoescena: Daniel Canogar
Música: Suso Saiz
Iluminación: Francisco Javier Sarrión Mora
Vestuario: Almudena Bautista
Asesoría artística y técnica: Javier Ruiz De Alegría
Ayte. de dirección: Juan Menchero
Fotografía / Video: David Ruiz
Espacio sonoro: Quique Mingo
Aytes Videoescena: Jorge Anguita y Juan Carlos Roldán
Audiovisuales: Edu Ruiz Chini
Producción ejecutiva: Jesús Sala
Dirección artística: Nacho Marín
Una producción del Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa
Una crítica de Watanabe Lemans
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