El Príncipe Sigfrido se ha enamorado de Odette, una joven que, víctima de un poderoso y malvado mago, ha sido convertida en cisne. El príncipe caerá en la trampa del brujo que hará creer a Sigfrido que su hija Odile, un cisne negro, es Odette. Cuando Sigfrido de de cuenta del engaño volverá al lago para resarcirse y recuperar el amor de Odette pues, en su empeño, el príncipe cree en que el amor todo lo vence.
Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «El lago de los cisnes» que de la mano del Ballet de San Petersburgo nosotros hemos podido ver en el Teatro de la Luz Phillps en Madrid.
Coincidiendo en las mismas fechas varios ballets de gira por Madrid (el Ballet Nacional Ruso, el Ballet Nacional de Cuba o el ballet de San Petersburgo), nosotros nos acercamos a este último. Se trataba de nuestra primera aproximación al clásico de Piotr Ilich Chaikovsky, convertido ya en emblema como cuento de hadas musicalizado y estructurado en 4 actos bien diferenciados.
Primer acto (El jardín del castillo del príncipe Sigfrido)
Sigfrido, el príncipe, cumple 21 años y lo celebra en el jardín de su palacio. Muchos amigos han venido a acompañarle. Cuando todos empiezan a divertirse en la fiesta, el jolgorio es perturbado por la llegada de su madre, la Reina y sus damas de honor.La reina no mira a los amigos de Sigfrido con buenos ojos y encima viene a decirle que se espabile y escoja pronto esposa. Toda una orden. Sigfrido, claro, se rebela, pero sabe que habrá de cumplir el imperativo y que al día siguiente en un baile formal en su honor en la corte deberá escoger a su futura esposa de entre un puñado de damas de la sociedad. El pobre Sigfrido entiende que no le quedará otra. Para alegrar la cara al príncipe en su cumpleaños (solo se cumplen 21 una vez en la vida) está el bufón de palacio: un amigo fiel que hace lo posible por que Sigfrido se distraiga. De pronto, el sonido de un batir de alas es escuchado en la fiesta. Al mirar al cielo, todos pueden ver una bandada de cisnes salvajes volando. El bufón le sugiere a Sigfrido que salgan de batida a dar caza a los cisnes y el príncipe (cual Froilán borbón) accede.
Segundo acto (La orilla del lago)
La caza ha comenzado. Pero Sigfrido observa a un cisne que lidera el resto de la bandada. Lo observa desde la orilla y le resulta fascinante. En breve descubrirá que ese cisne es una mujer. Una mujer con plumas de cisne. Todo es fruto de un sortilegio del que ella ha sido presa. Sigfrido está anonadado por la mujer cisne. Ella es Odette. La reina de los cisnes. Cuando ella descubre la presencia de él, se echa a temblar. Vulnerable. Él todavía se siente más arrebatado. Le pide que no se vaya volando. Ella le relata que el lago fue hecho con las lágrimas de su madre que había llorado tanto porque un hechicero malvado, llamado Von Rotbart, había convertido a su hija en cisne. Solo dejará de ser cisne si un hombre la ama, se casa con ella y le es fiel. Así se rompería el sortilegio. Ya comprenderán, Sigfrido se le declara: le dice que la ama, que se casará con ella y que le será siempre fiel. Promete también enfrentarse a a Von Rotbart quien se presenta en el lago haciendo señas a su presa, Odette, para que vuelva a él. Amenazante también hacia Sigfrido. El príncipe le pide a Odette que acuda esa noche a su palacio para que él la escoja allí como su esposa. Todos los demás cisnes, como Odette, asumen su forma humana entre la medianoche y el atardecer y ahora entran danzantes desde la orilla del lago.
Tercer acto: (El gran salón del castillo del príncipe)
La celebración está a punto de empezar. Gentes de toda las tierras próximas han sido convidados. También hermosas mujeres, invitadas por la reina para que Sigfrido escoja esposa. Pero Sigfrido solo piensa en Odette. Ella no ha aparecido. El príncipe baila con las muchachas, desganado, melancólico. Un heraldo anunciará que una extraña pareja ha llegado a palacio. Un caballero entra con su joven hija Odile. Sigfrido queda prendado de la belleza de la muchacha que va vestida de negro y que es la viva imagen de su amada Odette. Quizá piense que es Odette y por eso accede a elegirla a ella como esposa. Pero la joven es la hija del brujo Von Rotbart que han montado una treta para embaucar al príncipe. Así conseguirá que Sigfrido rompa su promesa hecha a Odette de que nunca amaría a otra mujer. Von rotbart espera sentado junto a la reina, a que Sigfrido pida la mano de su hija Odile y así lo hará. Fuera, Odette contempla la escena. Le ha hecho señas al príncipe para advertirle, pero parece no haberla visto. Dramáticamente, Sigfrido verá a Odette en el umbral de una de las puertas del palacio, pero para entonces ya será demasiado tarde pues ha pedido la mano de Odile. En el estrépito de su descubrimiento y del error cometido, Sigfrido cae al suelo atormentado.
Acto cuarto (La orilla del lago)
Odette llora la pérdida de Sigfrido o su supuesta traición. Sus doncellas la consuelan en la orilla del lago. «Era tan solo un humano, que quizá desconocía el poder de Von Rotbart», le dicen. Sigfrido llega hasta el lago y encuentra a Odette. Le pide perdón y ella le perdona. ¿Vale eso para algo? No, porque su perdón se corresponde con su muerte. Aparecerá de nuevo Von Rotbart que es desafiado por Sigfrido. En ese duelo, el príncipe se impone al brujo y lo vence gracias al amor que siente hacia Odette. Omnia vincit amore.
Hasta aquí el resumen de la obra. ¿Toda esa carga poderosamente evocadora y romántica tiene su traslado en la escena mediante la danza? Esa es la gran pregunta. Creemos que no. En este particular, el conjunto no evoca lo suficiente y hay momentos que resultan bastante monótonos o tediosos.
Digamos que las mejores escenas son aquellas que ocurren en el lago y que tienen como protagonistas a las bailarinas. Es también la bailarina que encarna a Odette/Odile la que se granjea el aplauso más honesto del público.
Podemos asumir el clasicismo de la obra, su romanticismo afectadísimo e incluso unos decorados un tanto mediocres para la ocasión, pero no se asume con facilidad el empobrecido trabajo en escena de algunos integrantes del reparto. La disciplina lo es todo en la danza y echamos en falta una dirección que integre al reparto, que les haga actuar más al unísono (solo hay que ver cómo los bailarines de reparto, sobre todo los masculinos, parecen estar absolutamente perdidos y hacen aspavientos de lo más inverosímil). Véanse por ejemplo algunos de los momentos del bufón en el palacio cuyos saltos terminan casi haciéndole perder el equilibrio al llegar al suelo. O que se nos venda a la gran estrella Andrey Batalov en el papel de Sigfrido y del que no podemos destacar un trabajo más que efímero en la parte de danza y significativamente aburrido en el capítulo interpretativo. Igualmente poco brillantes están quienes encarnan a Von Rotbart, cuya caracterización resulta bastante ridícula (más pro drag queen que mago o brujo con cara atemorizante), la reina y sobre todo los bailarines masculinos que, debemos señalar, parecían estar calentando sobre el escenario, más pendientes de mirar al público que de meterse en la escena y en sus acciones.
No estamos ante un espectáculo a la altura de las expectativas de lo que se nos vende. Y eso debemos reconocerlo. Pensamos que el público lee «ballet de san Petersburgo» y ese es el mayor reclamo. El marchamo que funciona. Como le decía en una entrevista un locutor de RNE a la productora del ballet de «El lago de los cisnes», Tatiana Solovieva:
«Yo no he oído hablar mucho de ballet, lo reconozco, pero me hace gracia y lo que más gracia me hace es traerse a un mogollón de rusos y moverse por España (…) Por qué en general tiene tanta fama el ballet ruso? Porque es bueno evidentemente, pero es que es verdad, oyes “ballet ruso” y ya de entrada piensas “será buenísimo”, si viene de Rusia…»
¿Es esta la forma de pensar de la media de la población española con relación al ballet o a la danza? Más allá de la pregunta un tanto primitiva de este locutor, pensamos que este lago de los cisnes posee la carnaza de lo impenetrable: como sabemos poco de ballet clásico y este parece un mundo reservado a las élites, compramos la mercancía sin revisarla. Quizá la mayor virtud de esta compañía sea acercar el ballet a todo el mundo. Eso les hora.
Con todo, tras esta revisión, nosotros podemos asegurarles que no tienen por qué aburrirse, ni pasarán un mal rato e incluso podrán decir que han ido al ballet y qué bueno y edificante es conocer los clásicos (este de Tchaikovsky lleva rodando más de 140 años), pero también debemos rebajarles la expectativa porque a nosotros nos ha parecido que este lago de los cisnes se acerca más una alberca que a un lago.
EL LAGO DE LOS CISNES
PUNTUACIÓN: 2 CABALLOS y 1 PONI.
Se subirán a este caballo: Quienes se dejen seducir por las palabras ballet y de San Petersburgo en la misma frase.
Se bajarán de este caballo: Quienes acudan con una expectativa elevada de las palabras ballet de San Petersburgo.
Equipo artístico
Música: Piotr Chaikovsky
Coreografía: Lev Ivanov, Maruis Petipa (adaptación de Andrey Batalov)
Director artístico y coreógrafo: Andrey Batalov
Dirección: Andrey Scharaev
Diseño de decorado: Evgeniy Gurenko
Diseño de luces: Alexander Soloviev
Una crítica de Watanabe Lemans
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