Una inmigrante Checa, que trabaja en una fabrica en Estados Unidos, se está quedando ciega. Sabiendo que ha trasmitido esta herencia a su hijo, hará todo lo posible por ahorrar para poder pagarle a este una operación oftalmológica. Mientras, sumida en un mundo cada vez de mayor oscuridad, su vía de escape en los momentos malos es fantasear con que puede convertir esos momentos en números propios de un music hall.
Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «Bailar en la oscuridad» que dirigida por Fernando Soto y protagonizada, entre otros, por Marta Aledo, nosotros hemos podido ver en la sala Guirau del Teatro Fernán Gómez.
Ardua tarea la de meterse en esta adaptación de la película de Lars Von Trier. No solo ardua sino un tanto incomprensible puesto que la película sentaba una jurisprudencia temática y narrativa tan solvente que resultaría insólito volver a reproducirla en peores condiciones. Porque esta es la realidad. La pieza teatral adaptada nacía con un grave problema: el agravio comparativo, inevitable. E implacable.
Primero, la resolución fílmica es impecable. Obra de un director que, a la postre, posee el marchamo de creador de un cine genuino, abismado, repleto de metáforas y de sutilezas. Tener a Bjork como protagonista era una apuesta a caballo ganador. No es el objeto de esta crítica comparar, por imposible, la película y sus recovecos con la adaptación teatral, pero parecería bastante lógico caer en ello.
La pieza teatral no se quiso disociar de la idea de la película que contempla los números musicales y, ahí, es donde ha estado su mayor handicap o falta de criterio. No se contó con la autorización de Bjork en la cesión de derechos de las canciones que componen el disco Selmasongs y esto obligaría al equipo que trabajaba en la adaptación de la obra a crear un nuevo repertorio para poder ejecutar los momentos musicales. En ese paso a los escenarios de la parte musical es donde llega la voladura. En la pieza teatral todo brilla por su franca ausencia: ausencia de pasión en los números de musical, ausencia de partituras emocionantes, ausencia de un carisma vocal y escénico.
Así, este «Bailar en la oscuridad» se ve con la torpeza de un quiero y no puedo. Nos deja muy indiferentes como espectadores y nos resulta, en cierto modo, un pinchazo en toda regla. Lo observamos como un balón de playa que va desinflándose de manera evidente desde el principio.
Las interpretaciones quedan muy lejos del asombro, de la emoción, de la pasión, del centro de la diana de lo que uno pueda entender como espectáculo. Desde el principio, la actriz Marta Aledo nos transmite la idea de que será imposible convencernos con su trabajo. Intentando alejarnos de esa idea, optamos por esperar y conceder un tiempo de calentamiento, pero no funciona. Su interpretación es contenida, desprovista de emoción, aséptica; pusilánime. Parece recitar texto como si las directrices de la dirección se redujesen a un mantra zen: se natural. Pero esa naturalidad, no lograda, juega en su contra. Sentimos que en la parte vocal y cantada hay un más de lo mismo. Nada nos deslumbra. Todo es demasiado huérfano: los actores y las actrices parecen tener que buscar asideros a que agarrarse para no tambalear en escena. Esa precariedad se transmite de tal modo que salta al patio de butacas.
Entendemos que su austeridad era la penitencia a pagar, pero no comprendemos su falta de entusiasmo, su proximidad a lo domesticado. ¿Por qué unas partituras tan pazguatas? ¿Por qué tanto descarte de cierta épica, de un mayor clímax que pudiese enriquecer la propuesta en lugar de depauperarla? Nos quedamos con el tono de ingenuidad y de privación que logra conferírsele a toda la propuesta, quizá, esto sí, bien heredado del original.
Poco se puede decir del resto: tanto de las interpretaciones como de la dirección. Ni frío ni calor es quizá lo que más se ajusta a una adaptación que hace gala de su empobrecimiento, que no parece empoderada, que se muestra como reverso precarizado de una obra, la original, que se encuentra a años luz de lo que podemos ver sobre las tablas. Las comparaciones son odiosas, lo sabemos. Pero las malas adaptaciones, por desgracia, también.
BAILAR EN LA OSCURIDAD
PUNTUACIÓN: 2 CABALLOS
Se subirán a este caballo: Las amazonas y los jinetes desnortados.
Se bajarán de este caballo: Cualquier amazona o jinete avezado.
FICHA ARTÍSTICA
Autor: Patrick Ellsworth / Lars von Trier
Letras: Patrick Ellsworth
Adaptación letras: Fernando Soto
Director: Fernando Soto
Ayudante de Dirección: Alexandru Stanciu
Reparto: Marta Aledo, José Luis Torrijo, Fran Calvo, Luz Valdenebro, Inma Nieto, Álvaro de Juana
Diseño de Escenografía: Javier Ruiz de Alegría (AAPEE) y Fernando Soto
Diseño Iluminación: Javier Ruiz de Alegría (AAPEE)
Diseño vestuario: Paola de Diego
Composición musical: Tomás Virgós
Dirección musical y coach vocal: Verónica Ronda
Diseño coreografía: Zoe Sepúlveda
Diseño gráfico: David Ruiz
Productor Ejecutivo: Lope García
Director Producción: Hugo López
Jefe Producción: Carmen Almirante
Una coproducción de SEDA, Teatro Fernán Gómez.CCV, Fernando Soto y FCLT
Productions en acuerdo exclusivo con Nordiska ApS
Distribuye SEDA
Una crítica de WatanabeLemans
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