33, EL MUSICAL. Dejad que los hipsters se acerquen a mí.

La vida de Jesús desde que se va de su casa para predicar hasta su muerte por crucifixión a los 33 años de edad, es el sustrato en el que se basa «33, El musical» que, bajo una idea original de Toño Casado, nosotros hemos podido ver en las instalaciones que, para la ocasión, han pergeñado en las inmediaciones de IFEMA, en Madrid.

La historia de un clásico mil veces contada, y alguna que otra cantada, coge el relevo en forma de espectáculo, a lo broadway, con un elenco y unos medios técnicos a los que no se les pueden sacar demasiados «peros». Con todo, llenos incluidos, a nosotros la historia no nos conmovió ni nos sedujo demasiado.

Toda la trama, excesivamente edulcorada, buscando deliberadamente al espectador enternecido, parece salida de esos movimientos New Age reloaded (nótese la herencia del hippista «The age of Aquarius» de Hair). ¿El intento?: Apuntalar, desde lo aparentemente naif, discursos vacíos de contracultura, pero repletos de apariencia. En los días que vivimos, ese es el objetivo: privilegiar la cáscara en detrimento de la yema que nos podamos encontrar en el interior.

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El Jesús de «33, El musical» es un Cristo Hipsterizado; podemos verlo como un arquetipo del buenismo hipertrofiado que parece desprender arco iris a su paso, hacer mover cometas al viento o propagar la semilla del amor por doquier (si entras en su Reino). Tanto es así que este es su mayor handicap: morir por sobredosis. Por no ajustarse a un racionamiento de su mensaje.

Existe, en el sustrato de la pieza, una benevolencia abrumadora sin clarooscuros en torno a la figura del Mesías. Los malos son muy malos y los buenos, voilá, demasiado buenos. Entendemos perfectamente que en la historia se ha querido subrayar, quizá con excesivo énfasis, que una cosa es el mensaje de amor de Jesús y otro el mensaje de la iglesia tomada como jerarquía. (Un poco esa idea de la soledad del líder que, en este caso, todos sabemos que termina en la cruz). Los apóstoles, aquí, son una especie de bonachones fieles seguidores del pastor. (Léanse, el maravilloso, «El reino de los réprobos» de Anthony Burguess para tomar perspectiva de unos apóstoles cualquier cosa excepto buenos).

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Por desgracia, a esta aventura, apta quizá solo para Cristianos cegados por rayos cósmicos de bondad ultravioleta, le falte ya no rigor histórico, sino una mirada más beligerante y menos cursi y afectada sobre la figura del carpintero de Nazaret. Todo se parece demasiado a una canción de boy scouts o de excursión de catequesis de barrio antes que, como nos hubiese gustado mucho más, a las melodías de «Hillson United». Nos ha faltado mas riesgo en un espectáculo que se nos presenta tibio, redundande hasta el bostezo por momentos. Nos ha faltado un pulso capaz de transmitir otro imaginario que supiese erigirse por encima de lo vacuo, de lo veleidoso y aportarnos una mirada menos pazguata. ¿Donde está la mugre, la injusticia, el dolor, lo impío, en este tríptico que hace lo imposible por devolvernos la imagen estereotipada del amor como una propaganda? Hasta la imagen de la crucifixión se comporta, aquí, como un antiséptico placebo.

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Su reclamo: vender esa machacona consigna, un tanto irrelevante,  que vale tanto para los chicos y chicas del Domund como para las nuevas generaciones pseudo cool: «Dios te ama». Para mayor gloria del mensaje, qué mejor que un protagonista versátil, Cristian Escuredo, capaz de aglutinar diferentes esencias. De entre el público, podrá gustarle a una monja, a una adolescente o a un señor venido de provincias. Escuredo ejecuta y resuelve satisfactoriamente, canta con desparpajo y queda bien en los calendarios y pósters que están a la venta en la entrada.

Técnicamente creemos que hay un buen trabajo. Sin duda. Incluso algún puñado de canciones pegadizas y coreografías bien ejecutadas. Nos gustan, especialmente, la escena de María Magdalena en el club Paradise y su momento de canción (sentimos que en María Magdalena hay un musical per se, un spin off). También, los cuadros en los que la jerarquía eclesiástica da la nota a ritmo de tango Porteño. Pero falta más. Mucha más ambición. Mucha más garra y menos prudencia que es la franca rémora de este espectáculo al que desearíamos un poco más de mala baba y menos barbas impecablemente arregladas, looks satánicos divinos, a lo Bowie, y abdominales bien marcados en plena la crucifixión. El resultado: un musical blanqueado, un Buddy Christ para toda la familia, que se deja ver con facilidad (más difícilmente si uno es ateo, claro).

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Un show pensado, casi, al modo de esas nuevas iglesias que surgen en EE.UU cuyo afán es «hacer que la gente despierte a una nueva realidad en Jesús», cuyo mantra interiorizado es  «Jesucristo mola» y cuya respuesta a su religión, como iglesia, es que no hay religión, pues Jesús tampoco era religioso. Él solo  hablaba de  experimentar el amor en las relaciones personales y genuinas, dicen. Ahí, desde luego, cabe todo. El mantra de este «33, El musical» bien podría ser algo parecido. Algo así como: «dejad que los hipsters se acerquen a mí». Allá cada cual. Nosotros, por la cuenta que nos trae, volveremos a leer a Burguess y «El reino de los réprobos».

 

33, EL MUSICAL

PUNTUACIÓN: 3 CABALLOS

Se subirán a este caballo: Quienes, ávidos de cristiandad, estén planeando también hacer el camino de Santiago en breve.

Se bajarán de este caballo: Los que, en el instituto, siempre escogían Ética en lugar de clase de religión.

***

FICHA ARTÍSTICA

Idea original, texto, banda sonora y dirección creativa: Toño Casado
Director musical: Julio Awad
Diseño de iluminación: Carlos Torrijos
Diseño de sonido: Javier Isequilla
Diseño vídeo y arreglos musicales: David de la Morena
Diseño escenografía: David Pizarro y Roberto del Campo
Vestuario: Juan Sebastián
Adjunta a la dirección artística:  Rebeca Medina
Diseño gráfico: Artia Comunicación

Elenco: Christian Escuredo, Laura González , María Virumbrales , Laureano Ramírez , David Velardo, Xavi Melero, Chus Herranz, Ramses Vollbrecht, Raúl Cassineiro, Guillermo Estad , Jorge González , Robert Matchez , Carlos J Benito , Damián Mª Montes, Jesús Lara, Miguel Ángel Mota, Alberto Scarlatta será Tadeo, Fran Leon, Daniel Busquier , Esther Izquierdo , Lorena Joaquín , Ana Dachs , Cristina Rueda , Luna Mora  y Verónica Polo. Swings: Mikel Hennet, Antonio Villa y Allende Blanco.

Una crítica de Watanabe Lemans

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