Sobre el escenario, una serie de actores y actrices deconstruyen «Romeo y Julieta», la paradigmática pareja shakesperiana, en un texto que permite aproximaciones a las teorías modernas de género y a la tendencia «queer» con una escritura de lógica marcadamente poética.
Hacer una sinopsis de la obra «Underground», que nosotros hemos podido ver en Teatro del Barrio, es tarea imposible. La productora GHETTO 13-26 se atreve a montar una suerte de pieza de fuerte lirismo basada en el texto «El Público», de Federico García Lorca.
Cuenta Martinez Nadal, amigo del poeta, que en el que sería el último encuentro con él en Madrid un 16 de Julio del año 36, Lorca le entregó un paquete y le dijo:
«Toma. Guárdame esto. Si me pasara algo lo destruyes todo. Si no, ya me lo darás
cuando nos veamos».
Algo pasó. Todos lo sabemos. Lorca fue asesinado. Lo que le había entregado a Martínez Nadal era el primer borrador de cinco cuadros de un drama titulado «El Público». También sabemos que el amigo haría caso omiso a Lorca y lo conservó sin destruirlo. En palabras del propio Lorca, la obra era «irrepresentable». Desfilan al respecto teorías de todo tipo dependiendo del crítico al que uno termine por leer, pero en general la mayoría apuntan en una dirección: una obra surgida desde las vísceras, con grandes dosis de poesía, para trenzar una historia siempre al abrigo de la conciencia clara de quien la alumbra. Federico, el poeta; el que quería escribir algo menos «fácil» que su «María Pineda». El autor que se desgarraba por dentro frente a una sociedad a la que parecía desear decirle que él iba a contarles que había todo un teatro bajo la arena. Un teatro oculto de cara a las correcciones y convencionalismos de la época. Si Lorca contó, de algún modo, quién era, en su teatro, fue con esta pieza en la que el amor, la muerte y la identidad sexual, campan a sus anchas.
El público, como espectador, ha de sentir la verdad sin máscaras; ha de sentir el respingo en su butaca, alejándose de un aburguesamiento de un teatro que no es sincero ni honesto. Todo teatro supone un desafío y en esta pieza el primero en desafiarse a sí mismo es el imaginario lorquiano que se desgañita por desenterrar su teatro bajo la arena, su teatro bajo tierra.
El lirismo, o la lógica poética, son los artefactos estilísticos que detonan la propuesta desde el principio hasta el final y que legitiman a la compañía que nos trae este «Underground» para entrometerse en la historia lorquiana y ensancharla; para hacer activismo sirviéndose de la metáfora de lo que está bajo tierra. Los huesos de quienes han sido asesinados en una guerra fratricida siguen estando también underground (incluidos los del poeta).
Lorca, que dejó la obra inacabada, buscaba probablemente el encuentro con el público como quien busca una orilla tras una travesía sobre un mar encrespado. Su evolución teatral pasaba por mostrarse cada vez más a sí mismo, por decirle a los espectadores, sin ambages, que el teatro podía suponer para él un encuentro feliz, un goce de revelación personal, un acto de hablar con el instinto en la mano, dejando a un lado la ponderación de la razón. Quizá, la razón le hubiese dictado a Lorca no sacar su teatro del fondo de la arena, pero está claro que en esta pieza se dejó llevar más por su lado instintivo. Lo cual es de agradecer. El texto es de una belleza incontestable. Con diálogos y fragmentos que uno querría leer y releer.
La forma de expresar un texto como el que nos ocupa, no parece sencilla y su puesta en escena pasa, desde luego, por el apremio de lo onírico, del juego de la fantasía, la alegoría. En este plano han sabido moverse con soltura quienes ha levantado este «Underground». En la dirección de Félix Fradejas hay un excelente material puesto en escena. Toda la parte musical, el espacio sonoro, las coreografías, la iluminación y vídeo nos convencen. No es que «El público» se haya representado mucho, pero son icónicos algunos montajes como el pionero de Lluis Pascual en el Centro Dramático Nacional o el más reciente, de Álex Rigola, en el Teatro de La Abadía.
El gran logro de este montaje en el Teatro del Barrio es, sin duda, su activismo. Su flecha va directa al corazón de esa manzana. Su fuerza reside en la capacidad de trasvestirse en alegato, en clamante voz desde las sepulturas, en teatro capaz de no ser fagocitado por representaciones ya vistas. Su imaginario se hace vibrante con una rotunda puesta en escena y su parte final deviene en un potente canto de rapsoda vindicante. El punto más débil, quizá, el capítulo de algunas interpretaciones que sí logran declamar el texto urdido por Lorca, pero sentimos que como actores y actrices les faltase algo más de poderío. Con todo, la propuesta nos parece perfectamente estimable y elogiable.
Tras su visión, como espectadores, podemos pensar que en este «Underground», en este teatro desenterrado, hay, por supuesto, riquezas que encontrar y un mapa para su hallazgo porque Lorca, también, puede ser un mapa.
UNDERGROUND
PUNTUACIÓN: 3 CABALLOS
Se subirán a este caballo: quienes se quieran aventurar en las riquezas del mapa lorquiano.
Se bajarán de este caballo: quienes piensen que el mapa siempre es el territorio (qué equivocados están).
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FICHA ARTÍSTICA
Dirección y Dramaturgia: Félix Fradejas
Intérpretes: Pablo James, Clara Parada, Marta Ruiz de Viñaspre, Santiago Blanco, Rocío Torío
Cantante: Rocío Torío
Espacio Sonoro: Rocío Torio, Ghetto 13-26
Asesora de baile: Lola Salamanca
Vestuario: Ghetto 13-26 Bata de cola: Olga Mansilla
Poema: Nuria Ruiz de Viñaspre
Iluminación y Vídeo: Félix Fradejas
Construcción Escenografía y maquinaria: José Luis Cesteros
Ayudante Dirección: Marta Ruiz de Viñaspre
Producción: GHETTO 13-26 – Laboratorio de las Artes de Valladolid con la colaboración de: Ayuntamiento de Laguna de Duero-Casa de las Artes
Ayuntamiento de Geria
Una crítica de Watanabe Lemans
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