La vida de dos mujeres uruguayas, alejadas por su statu quo, termina por unirse, de manera trágica, a través de un programa radiofónico nocturno.
Esta podría ser una suerte de sinopsis de la pieza «Música de fiambrería. Un policial verde» en la que la actriz Lucía Trentini da vida a tres mujeres al borde de un ataque de empoderamiento. Nosotros la hemos podido ver en el IV Ciclo de Teatro Rioplatense en El Umbral de la Primavera.
Avalada por el Premio Nacional de espectáculo revelación en su país, Uruguay, nos acercamos a la propuesta con la expectativa de encontrar una especie de animal de vitrina. Algo así como un rara avis teatral, y debemos reconocer que el pronóstico se cumplió.
En la pequeña sala del Umbral de la Primavera, una discretísima escenografía, casi decadente, para dejar todo el protagonismo a la mueca, al gesto, al acento, al aspaviento, al tic que, desde el principio hasta el final, dominaría sin fisuras la actriz.
Comencemos apuntando que, en este pieza, lo de menos es el texto. No esperen gran cosa. No es un reproche, puesto que, el sencillo andamiaje de una dramaturgia elemental y bastante sui generis, se ve suplido con creces, por la teatralidad de Trentini. Nada nuevo bajo el sol, desde luego, pero hay un hallazgo en esta propuesta pues se logra concitar la atención de quienes se sienten a observarla. El disparate camaleónico funciona y tiene chispa. Hay voluptuosidad, imaginario y, sobre todo, una valiente cabalgada sobre el toro mecánico. Trentini aguanta el embite de su propia maquinaria y no deja que el ritmo decaiga. Si hay que cantar, se canta. Si hay que hacer de mujer orquesta, avanti. Todo por adecentar un relato que, desde lo mediocre, alcanza a trocarse en fábula negrísima.
La historia, que no conseguimos trenzar a posteriori, nos deja un tanto indiferentes e, incluso, detectamos algunas fallas de trama, pero salimos de la sala embriagados por su falta de pudor, por su poderoso sentido del humor, por asistir a un pequeño ritual kamikaze. Lo que podría engendrar un subproducto irregular, termina por redefinirse, poco a poco, como poesía asimétrica con cierta envergadura y reflexión en la que se destila cinismo, algo de pesimismo y alta dosis de entrega personal.
La propuesta, misteriosa e inefablemente, funciona; consigue fabricar una atmósfera de vodevil, de grotesco cachivache, de efímera casquería emocional surtida con música. Rayando lo lynchiano (sin enanos a la vista, pero con gangosos en el catálogo de exabruptos), Trentini nos habla de la decepción. Del mundo como un muestrario de veleidades y batallas cotidianas.
El mayor mérito de esta hipérbole reside en su capacidad de transformismo; en su mirada, aparentemente, bobalicona, pero meditada y refinada sobre un mundo embutido en el que a todos y todas nos pueden dar gato por liebre en el amor, en el trueque de sentimientos, en el vis a vis con lo cotidiano. En el fondo, el hilo musical de esta pieza suena a sueños incumplidos, a juguetes rotos, a zapatos apretados, a promesas rotas en pedacitos. A soledad esperando al final del pasillo.
Decía Ciorán que «existe en la estupidez una gravedad que, mejor orientada, podría multiplicar el número de obras maestras». Nosotros, creemos que Trentini no ha hecho una obra maestra, pero sí ha sabido detectar esa gravedad de la estupidez y convertirla en un caprichoso perro verde de neón.
MÚSICA DE FIAMBRERÍA
PUNTUACIÓN: 3 CABALLOS.
Se subirán a este caballo: Quienes deseen perderse en una deliciosa nadería.
Se bajarán de este caballo: Quienes no sepan ver la gravedad y la reflexión escondidas entre los pliegues de la apariencia de bobaliconería.
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Ficha artística
Actriz: Lucia Trentini
Autora: Lucia Trentini
Director: Diego Arbelo
Composición Musical: Lucía Trentini/ Juan Martín López
Iluminación: Lucia Acuña
Operación de luces y arte: Florencia Wenzel
Una crítica de Watanabe Lemans
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