Samuel trabaja como jardinero en un caserón. Silvia, la dueña, parece haber desaparecido de manera misteriosa y las habladurías le apuntan directamente a él, quien compartió con la mujer sus últimas horas y quizá algo más. Un interrogatorio policial con el jardinero, ¿nos acercará a la historia de lo que le ocurrió a Silvia?
Esta podría ser una sinopsis de la obra a «Todas las noches de un día» texto de Alberto Conejero que bajo la dirección de Luis Luque y protagonizado por Ana Torrent y Carmelo Gómez, hemos visto en el Teatro Bellas Artes de Madrid.
La historia de Silvia y Samuel discurre de forma sencilla. Como una pequeña hoguera que se va avivando de vez en cuando en diferentes partes del relato, pero que se mantiene siempre con una cadencia atrayente. Todo en este texto de Conejero nos trae recuerdos a Tennessee Williams y en particular a obras como «La rosa tatuada» o «De repente, el último verano», eso sí, no por los contendidos, sino por la forma de retratar a los personajes y por el tono alcanzado: una nostalgia, una extraña añoranza. «Todas las noches de un día» es una obra deliberadamente melancólica. No encontramos el arrebato en forma de pasión descontrolada. Todo lo contrario: aquí la pasión es sinónimo de contención, de meditado gesto.
La trama nos acerca al personaje de Samuel, quien conoció a Silvia, la dueña de la casa en que trabaja y que ha desaparecido misteriosamente. Samuel se dibuja en manos de Luis Luque, el director, como un personaje esquinado, deshabitado de orígenes y de amores, casi virginal, torpe, huidizo. Un personaje que vive con el asombro de lo que le rodea en el invernadero, como si las plantas fuesen más inteligentes que muchas personas que ha conocido (y seguramente no quiera conocer).
En ese lugar, el invernadero, que se transforma para él en abrigo, en lugar inmaculado, irrumpe Silvia: la mujer que le contrata. La heredera del caserón tras la muerte de su tío, el verdadero propietario.
Silvia no parece huraña; quizá cosmopolita, de ello dan cuenta sus aspavientos, sus tics con el cigarro, abriendo una botella de vino, poniendo viejas canciones italianas en un tocadiscos, su indumentaria. Ella condensa en la obra un halo de misterio, de quebradiza extrañeza. He ahí el paralelismo con los personajes de Williams. Audaces, pero vulnerables. Podríamos estar en algún lugar de Nueva Orleans. Mas que de Andalucía, por ejemplo. Podríamos estar en el año 47, más que en el 2018, desde luego.
Luque, el director podría estar jugando a ser Joseph Mankiewicz y Silvia podría ser una suerte de Catherine Holly con algo más de intrepidez. Sí. Aunque todo está recreado para que el lugar remita a un no lugar. Para que el tiempo remita a un no tiempo. Las cartas que recibe Silvia de su prometido desde un lugar de Latinoamérica donde está construyendo un puente como ingeniero, o la tesitura en la que se nos describe manteniendo escarceos con hombres que le escupen en la boca cuando mantiene relaciones sexuales, a modo ella casi de títere que se deja hacer, todo eso, nos consigna un código intencionado: el de levantar una historia que se aleje de lo actual, que se pueda cifrar solo en términos de la vieja escuela.
Es quizá ese aire de afectación y de melancolía que envuelve a la obra, el traje al que más se le ven las hechuras. Rozando, por momentos, lo fronterizo con el no deseado aire de telefilm, «Todas las noches de un día» logra erigirse en melodrama ponderado gracias, más allá de su texto, a su reparto y su dirección junto con una ambientación y escenografía acicaladas, una iluminación equilibrada y una música que encaja. Con todo, como se ha dicho, lo mejor de la pieza Ana Torrent y Carmelo Gómez.
Ella, Ana Torrent, capta la atención del público desde el minuto cero hasta el final. Pese a verse sometida a algunos aspectos de texto que podrían imprimir a su personaje una voladura calculada hacia la desgracia, hacia el abismo. Ella logra asirse a la fuerza de su personaje, al carisma de la propia actriz que, debemos reconocerle, nos encanta. Su control es armónico y comprende desde la forma de hablar, entonar, romperse en escena, coger un cigarrillo, mirar a través de la ventana desde el jardín hasta leer una carta, llevar un vestido, interrumpir un beso, fijar un punto de vista. Torrent se muestra rotunda, frágil, doliente, evocadora, impetuosa, descompuesta, seductora en su personaje y es capaz de encarnar todo eso pareciendo que no implicase un esfuerzo ingente. Ahí es donde reside su dominio, nuestra total admiración. Deliciosa.
Carmelo Gómez brilla en su personaje. El hombre que se siente bien en lo oculto y que se verá abocado a salir de su escondrijo. El principal testigo y sospechoso al mismo tiempo, sobre el que recaen todas las miradas. Resuelve con una eficacia y oficio pasmosos. No es problema para él transmitir con sutilezas todas las carencias afectivas, la asfixia, el rechazo, el titubeo o la congoja que arrastra a las espaldas su personaje. Presencia rotunda en escena. Equilibradísima entrega por parte de ambos, bien contrastados, en forma y fondo. Dos roles con excelente química.
Si la obra brilla en su reparto, su texto no acaba de asombrarnos. No nos corta la respiración ni nos perturba. Su correlato en nosotros es calmante, de sosegada ceremonia. Nos resulta algo predecible y un tanto forzado el subrayado de melodrama que puede terminar lastrando la propuesta al hacerse demasiado alambicado.
En franco homenaje o tributo a Williams, eso nos parece, Alberto Conejero introduce el elemento sexual en su trama, de un modo no del todo explícito, a través del incesto, el abuso.
Silvia y Samuel, dos seres atormentados, necesitados del exorcismo del otro, del que está enfrente, necesitados del encuentro, de la palabra cómplice, de la amabilidad de los extraños, para refrescar su quemazón, sus diálogos internos, se instalan en un relato que no deja, apenas, un resorte para el humor como pretexto, como escapatoria. Somos conscientes de que la escritura de Conejero es eficaz, pero pensamos que a este texto le falta arrebato y le sobra sujeción. Estamos de acuerdo con Tennesse Williams cuando decía: «todo buen arte es una indiscreción».
TODAS LAS NOCHES DE UN DÍA
PUNTUACIÓN: 3 CABALLOS
Se subirán a este caballo: Quienes busquen un teatro cercano al tono del melodrama naturalista.
Se bajarán de este caballo: Quienes huyan de teatro de tono naturalista y pasional.
FICHA ARTÍSTICA
Autor: Alberto Conejero
Dirección: Luis Luque
Reparto: Carmelo Gómez y Ana Torrent
Espacio escénico: Monica Boromello
Iluminación: Juan Gómez-Cornejo
Vestuario: Almudena Rodríguez
Composición original: Luis Miguel Cobo
Productor: Jesús Cimarro
Una producción de Pentación Espectáculos
Una crítica de @EfeJotaSuarez
Síguenos en Facebook: