Un pastor, Manelic, es persuadido para casarse con una mujer de la tierra baja. Lo que este ignora es que todo obedece a un plan urdido por otro hombre, Sebastián, para solventar sus problemas económicos. Sin saberlo, Manelic, entrará a formar parte de un triángulo amoroso con fatal desenlace.
Esta podría ser una sinopsis de la obra «Tierra Baja», del escritor de finales de siglo XIX Ángel Guimerá. Dirigida por Pau Miró y protagonizada por Lluis Homar, nosotros la hemos podido ver en la sala San Juan de la Cruz del Teatro de la Abadía.
«Tierra baja» es un drama rural que nos recuerda, en muchos aspectos al Woyzeck de Büchner. (Ambas obras de finales del XIX). En las dos encontramos ese halo de lo sencillo, de lo cotidiano. Una sencillez que vela el presagio de algo fatal que está por venir. En las dos aparecen dos estratos de la sociedad. Los pobres y los ricos. Las clases sociales dominantes y las clases sociales menos boyantes.
Centrándonos en Manelic, que podría ser ese Woyzeck malhadado, este se nos presenta como un pastor de las montañas, de las tierras altas, que desciende al valle, a la tierra baja, para casarse con una mujer. Todo está arreglado por una especie de terrateniente, de patrón, que es quien urde un plan para sacar beneficio personal. La historia, con su punto de ingenuidad para nuestros días, sigue pudiendo ser vista como metáfora, algo forzada, de esa topografía de la moral presente en muchas otras creaciones. Sin ir más lejos en la «Divina comedia» de Dante con esa dualidad del cielo y el infierno; lo sagrado y lo profano. La tierra baja se nos exhibe como un lugar alejado de esa imagen celestial/divina, de la pureza. Manelic, el pastor que vive en las montañas, no ha pasado por el filtro de la tierra baja y su decadencia moral donde el dinero, el clasismo, el poder, la ambición, lo han derretido todo. Diríamos que sus neveros, en la tierra alta, siguen intactos. Es su paso por la tierra baja lo que hará que Manelic se percate de la maldad de sus iguales.
Tierra baja parece gobernada al antojo de Sebastiá: un poderoso terrateniente que, por tener, además de tierras, tiene en sus manos hasta dónde pueden llegar los confines de las vidas de quienes habitan sus posesiones. En ese mundo viven también Marta y Nuria. Marta, una joven y bella mujer que, en una estratagema de Sebastiá, es propuesta por él para que se case con Manelic, el pastor de la tierra alta. Y Nuria, otra moradora de la tierra baja que demostrará que no todos los instintos son de bajeza moral en la Tierra baja. Con estos cuatro personajes se enfrenta Lluis Homar, quien, como actor, encarna a los cuatro en esta adaptación de la obra de Guimerá.
Más allá de hablar de valorar el texto como drama rural, apegado a la naturaleza, con cierto punto de poética y de ingenuidad al mismo tiempo; más allá de divagar en torno a la hermenéutica de la obra pensada como artefacto de debate sobre la identidad y los peligros de dejar de ser quien uno es, de la pérdida de la pureza de la bondad al entrar a formar parte de una sociedad envilecida; más allá de su tono moralizador o catequizador apegado a lo costumbrista, lo que de esta pieza reclama nuestra atención es la interpretación y adaptación teatral de la misma.
Insistamos, de nuevo, en el sentido con que se ha dotado a la obra: un solo personaje interpretará a los cuatro interlocutores principales, dejando a un lado aspectos periféricos del texto.
La idea es crear un juego de muñecas rusas dentro del propio Lluís Homar. En principio, como actor, nadie duda de sus posibilidades y su potencial para hacerlo, pero esta manera, creativa quizá sobre el papel, se transforma en escollo de la pieza. Por una razón principal: ningún personaje consigue adquirir una identidad más allá de lo narratúrgico.
Lluis Homar se pone, liturgia mediante, en los zapatos de cada uno, pero lo hace a modo de cuentacuentos con oficio, no de actor solvente en esta pieza en particular (su solvencia como actor no está en duda, desde luego). De lo que se habla, aquí, es de su interpretación de los cuatro: una suerte de brochazos para mostrarnos solo semblanzas.
Habrá quien se asombre con el salto de un registro al otro: ora soy Manelic, ora Marta, ora Sebastiá. No es nuestro caso. La interpretación, tipo médium invocante, es escasa y corren mejor suerte unos personajes que otros. Es el caso de Sebastiá, que con dos pinceladas queda bastante retratado, o Manelic. Pero, ¿no es el oficio de actor/actriz algo mucho más complejo y selecto? ¿No es suficiente para un actor o actriz la responsabilidad de interpretar el rol de otro/a que no sea ya uno/a mismo/a? Pensamos que sí.
La energía moral de los personajes está ahí, porque está contenida en el texto, pero el actor debe penetrar entre líneas y, por desgracia, esta jugada en «Tierra baja» acaba siendo solo una recitación de letra gruesa, sin posibilidad de penetración en la letra pequeña. Cada personaje, por separado, tiene la suficiente entidad y cantidad de dobleces, pese a la aureola de sencillez y inocencia del texto, como para que Homar se entregue al ejercicio ambicioso y multiplicante de forjar cuatro en uno.
A esto cabría añadirle una falta de ritmo que, a ratos, transporta a la pieza hacia lo monótono si no fuese porque, en algunas ocasiones, entra la música de Silvia Pérez Cruz o porque el final intenta crear cierto clímax con sangre incluida en esta égloga.
Toda la naturalidad del texto y su apego a lo sencillo queda entrampada en el birlibirloque orquestado en su adaptación que tiene por resultado un bosquejo alejado de los matices.
Curioso que frente al poder omnímodo que representa la figura de Sebastiá, se haya optado, aquí también, por el poder omnímodo de un único actor. Que frente a la tierra baja que es planicie, uniformidad, se haya optado aquí por no separar al bailarín del baile. Bien dice el proverbio: «La abeja y la avispa liban las mismas flores, pero no logran la misma miel». Lo mismo le sucede, en esta obra, a Lluis Homar, su único actor.
TIERRA BAJA
PUNTUACIÓN: 2 CABALLOS
Se subirán a este caballo: Quienes busquen fábulas morales con dosis de ingenuidad y drama a partes iguales, interpretadas por actores reconocidos.
Se bajarán de este caballo: Quienes huyan de fábulas morales con dosis de ingenuidad y drama a partes iguales, interpretadas por actores reconocidos.
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FICHA ARTÍSTICA
Autor Àngel Guimerà
Adaptación Pau Miró – Lluís Homar
Dirección Pau Miró
Interpretación: Lluis Homar
Escenografía y vestuario Lluc Castells
Iluminación Xavier albertí – David Bofarull
Sonido Damien Bazin – Lucas Ariel Vallejos
Música y voz Sílvia Pérez Cruz
Caracterización Eva Fernández
Asesor de dramaturgia Xavier Albertí
Ayudante de dirección Oscar Valsecchi
Ayudante de escenografía y vestuario José Novoa
Coordinación técnica y técnico de sonido Oscar Villar
Construcción de escenografía Taller d’escenografia Jordi Castells – Pascualin Estructures y Escenografies Moià
Reseña de @EfejotaSuarez
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