Una noche de viernes, de un 12 de septiembre de 2008, la reserva federal de la ciudad de Nueva York reúne a los principales presidentes de los bancos del país. Algo muy gordo estaba a punto de ocurrir. En Downtown Manhattan, la noticia era: Lehman brothers está al borde del colapso. Tan al borde que la administración Bush había tomado la decisión de que no iba a personarse en el rescate. Los dejaría caer con todo su peso. Todo sucumbiría en pocas horas. La hecatombe. Para entender cómo se llegó hasta esa ciénaga, qué mejor que irse hacia atrás y hacer una especie de semblanza desde la génesis. ¿Quiénes eran los Lehman Brothers y cómo su apellido llegó a estar asociado a la segunda crisis económica más reconocible desde el crack del 1929?
Esto es lo que se trata de contar en «Lehman Trilogy» que hemos podido ver en la sala verde de los Teatros del Canal dirigida por Sergio Peris-Mencheta.
La obra, que se prolonga rondando las casi tres horas con dos descansos de unos 15 minutos, se instala en el tono del humor inteligente, sagaz, y emplea, a la par, recursos tomados de lo musical para hilvanar una trama que nos acerca a la figura de los tres hermanos Lehman llegados desde Baviera a los Estados Unidos con una mano delante y otra detrás. Ignoramos si la obra de Stefano Massini, el autor de quien Mencheta ha hecho la adaptación al español, transita por el mismo lugar: un paseo romantizado a lo largo de la génesis del capitalismo americano.
Tres hermanos de los que se representa su ascenso escalonado, calculado, como comerciantes que entendían a la perfección el mantra de «Follow the Money» ya a finales del siglo XIX. Tres personas capaces de olfatear el rastro del negocio, del resultado satisfactorio, de los dividendos, de vender lo que hiciese falta porque todo se vende. Primero telas de algodón en Montgomery, Alabama, luego cosechas de algodón, más tarde carbón, petróleo, construcción de ferrocarriles hasta entender que la carta ganadora siempre había sido el dinero: negociar con el dinero. Vender dinero, prestar dinero comprar dinero. Allí estaba la gallina de los huevos de oro.
Y así irían ascendiendo, como tres neoliberales judíos que no le hacían ascos a nada; como en la realpolitik, el fin justifica los medios.
Esos tres hermanos, cada vez más potentados, establecerían vínculos con otros poderosos y magnates de la floreciente industria del motor, del petróleo, del ferrocarril. Se casarían y tendrían su descendencia. Y sus descendientes (hijos y nieto) harían lo mismo perpetuando el apellido Lehman y el poder de los Lehman al menos hasta aquel fatídico mes de septiembre de 2008 en el que, no sabemos si un episodio de justicia poética, o una acumulación de despropósitos, hipotecas basuras, crisis de las subprime y excesos de consejeros de administración, acabaron fulminando a la corporación que aún llevaba el apellido Lehman. La pérdida de sangre, a borbotones, manaba por un agujero financiero de más de 613 mil millones de dólares.
Nos dejamos imbuir, seducir, por este cuento, por esta fábula dinástica con ademanes de parábola; con aureola de mito fundacional corrupto desde el interior.
Sobre el escenario, para contar la historia, seis actores que representan multitud de roles diferentes y de géneros, siempre desde donde la narración les interpela: el humor ante todo. Si bien conocemos cómo terminó la historia, hace ahora diez años, es posible transitar por la biografía de los fundadores de Lehman Brothers con una sonrisa en la cara, con una mueca de desaprobación no demasiado recalcitrante. Los personajes, aunque dentro de un estilo no naturalista, quedan humanizados. Sobre todo los tres hermanos devenidos en banqueros que sabían bien que el dinero es como un paraguas: se le presta a los demás cuando hace sol y se les exige cuando comienza a llover, citando a Mark Twain. ¿Qué se les puede reprochar, en cualquier caso? ¿Que supiesen subirse al carro de hacer caja en el siglo XIX?
En el fondo pueden ser vistos como tres emprendedores, con más o menos escrúpulos. Harina de otro costal, lo que sus herederos hicieron en un contexto diferente: los primeros años del siglo XX. Estos, tan visionarios como sus padres o sus tíos, entendieron al dedillo aquel proverbio judío que reza: «los padres enseñan a los hijos a hablar y los hijos enseñan a los padres a guardar silencio». Aupados sobre los hombros de sus antecesores, los herederos de los Lehman seguirían el rastro del dinero de un modo diferente. Invertirían en Hollywood, en la boyante e incipiente industria del cine, o en otro tipo de transacciones más salvajes, más arriesgadas, alejadas, sin remedio, de los valores de sus padres y tíos, fundadores de Lehman brothers.
Alguien podría pensar: ¿Una historia sobre los hermanos Lehman? ¿Qué tiene eso de atractivo? Pues mucho, porque se trata de una radiografía del mundo del capitalismo. Porque para comprender cómo un sistema económico cae derrumbado sobre el ring de Wall Street llevándose a medio mundo con él, conviene echar la vista atrás y desbrozar el camino. Y esta senda la abre Sergio Peris Mencheta con extraordinaria solvencia.
El periplo resulta fascinante, tiene hondura, posee hasta algo de entrañable, de reconocible, y deja tan buen sabor de boca que uno solo puede cruzar los dedos y anhelar que la temporada teatral traiga muchas más obras a este nivel.
En el escenario: épica, calidad, virtuosismo, oficio del bueno en seis actores que parecen hechos a medida, a los que debemos reconocer el mérito de mantener en lo alto, de manera permanente a lo largo de la pieza, un ritmo destilado, nada correoso, eficaz, pujante. Tarea a la que, inequívocamente, hay que sumar el mérito de una dirección excelente. Meticulosa, calculada. No hay mejor improvisación que la que está escrita, dicen quienes hacen radio, y, aquí, esto también se pone de manifiesto.
En esta pieza todo está exquisitamente ponderado y con todo, no hay una sola rendija por la que se cuele una pizca de impostura. El mayor «problema», que podría residir en su duración, deja de ser un hándicap cuando se asiste a la función: los tres actos son tan ágiles y atractivos que no ha lugar para mirar el reloj. Todo funciona. Maquinaria engrasada, mucho trabajo de ensayos, de coreografías, meditadas, pensadas, precisas.
La coralidad no es un problema para Mencheta que, además, encuentra en Curt Allen Willmer y en Litus Ruiz, unos aliados en la parte de escenografía y dirección musical.
Aitor Beltrán, Darío Paso, Litus Ruiz, Pepe Lorente, Leandro Rivera y Víctor Clavijo son los seis actores que se ponen en la piel de decenas de personajes.
Sus actuaciones están más allá del elogio. Hace falta insistir en el enorme despliegue de habilidades y destrezas de las que los seis hacen alarde.
A mi lado, sentadas en las butacas, no había una sola persona que, en cada descanso de los tres bloques, lograse reprimir una espontánea aprobación de lo que acababa de ver.
Seis animales de escena. Dotados para el espectáculo total de la primera conjugación: cantar, interpretar, declamar, bailar. No podemos sino darles, a los seis, sin excepción, nuestra enhorabuena por el resultado en este «Lehman trilogy». Todo encaja de forma tan certera que se nota la voluntad, la responsabilidad. Desde detalles como la pronunciación o la dicción, hasta la faena de hacer frente, con audacia, a un estilo socarrón que impregna la obra.
Queremos destacar, de entre los seis, el endiablado ritmo y acertado tono en el que Víctor Clavijo ubica a uno de sus personajes más carismáticos en escena: el de Philip Lehman (quizá, en su cosmovisión del mundo, precursor de esas manadas de lobos/hienas, del género de John LeFevre, que a día de hoy siguen campando a sus anchas en lugares donde el dinero es una deidad a quien rendir cuentas).
Su interpretación deja con la boca abierta. Nos preguntamos por qué no se le ve más en el teatro. Los demás, en escena, como hemos señalado, no se quedan a la zaga en absoluto.
«Lehman trilogy» es su director y es sus actores; es sus coreografías, su escenografía y, desde luego, un amplio y talentoso equipo velando por cada mínimo detalle.
Detrás de este viaje, trazado desde el sentido del humor y la mascarada en torno al universo de los Lehman, más pensado desde el retrato que desde la denuncia a tumba abierta, queremos pensar que se esconde también, agazapado, el recordatorio inquebrantable de que quienes apechugaron con las fatales consecuencias fueron los de siempre: las clases menos pudientes.
Y el recordatorio, lacerante, de que los beneficios se siguen privatizando y las pérdidas nacionalizando para que el mundo siga, aún sin los Lehman, en manos de los Goldman Sachs, los Merry Linch, los John LeFevre o los Florentino Pérez de turno.
LEHMAN TRILOGY
PUNTUACIÓN: 5 CABALLOS
Se subirán a este caballo: Cualquier espectador/a hambriento de teatro del bueno, dispuesto a irse saciado aun acabando de comer en un restaurante de alta cocina.
Se bajarán de este caballo: ¿en serio alguien se bajaría de este caballo? No lo entenderíamos.
Ficha Artística
Autor: Stefano Massini
Versión y Dirección: Sergio Peris-Mencheta
Intérpretes: Aitor Beltrán, Darío Paso, Litus Ruiz, Pepe Lorente, Leandro Rivera, Víctor Clavijo.
Escenografía: Curt Allen Wilmer (AAPEE) con estudioDedos
Iluminación: Juan Gómez-Cornejo (A.A.I)
Vestuario: Elda Noriega (AAPEE)
Video y sonido: Joe Alonso
Dirección musical: Litus Ruiz
Composición musical: Litus Ruiz, Xenia Reguant, Ferrán González, Marta Solaz
Ayudante de dirección: Xenia Reguant
Asesor canto y baile: Óscar Martínez / Xenia Reguant
Ayudante de escenografía: Eva Ramón
Ayudante de vestuario: Berta Navas
Dirección Producción y Producción Ejecutiva: Nuria-Cruz Moreno
Ayudante de producción: Blanca Serrano Meana
Auxiliar de producción: Irene García
Director Técnico: Braulio Blanca
Fotografía: Sergio Parra
Diseño gráfico: Eva Ramón
Prensa: María Díaz
Distribución: Fran Ávila
Una producción de Nuria-Cruz Moreno y Sergio Peris-Mencheta para Barco Pirata
