Un hijo, de veintiséis hermanos, comparece ante la tumba de su padre para ajustar cuentas por haber sido poco querido por aquel durante su infancia. Ahora que su padre ha muerto, este hijo parece haber tenido el arrojo de acercarse hasta la tumba de su padre para dialogar con él y despacharse a gusto. También para escribir algo en una placa que pondrá sobre la sepultura del padre.
Esta podría ser una sinopsis de la obra «Tus otros hijos no te olvidan» que hemos podido ver en el Teatro del Barrio, con autoría y dirección de Juan Vinuesa.
La historia bien podría encuadrarse dentro de lo que se considera un ritual. Un ritual de despedida, del hijo que habla con su padre, frente a su tumba, en el cementerio. El hijo que llega a ese balance vital de optar por dejar de barrer bajo la alfombra para despachar cuentas pendientes con un padre que se nos presenta bastante ausente en su biografía.
Una especie de estructura que nos recuerda, claro, a la novela de Delibes (adaptada también al teatro), «Cinco horas con Mario». El recurso estilístico es similar: un diálogo de lejanos que se sustenta en el balance vital, en el balance existencial que concurre tras una pérdida.
El actor Rafa Núñez es quien lleva el peso de una interpretación en la que le acompaña Zaira Montes (que se desdobla en varios papeles). Núñez se muestra capaz, equilibrado. Montes también nos resulta versátil y resolutiva. El problema no reside en las interpretaciones de ambos que son correctas. El escollo está en el texto. Un texto que adolece de afectación y sentimentalismo. Comprendemos el esfuerzo de toda escritura y de lo complejo que es urdir una historia. La idea es legítima y verosímil, tiene algo de ejercicio de exorcismo de rencores, de trabajo de externalización de una narrativa que es prudente que emerja, que aflore para aliviar la carga de un duelo, de una transición a otra etapa. Desde ese punto de vista, nada que objetar. En donde se nos hace bola es en el tono. Este «Tus otros hijos no te olvidan» pasa por estar sobrecargado de sentimentalismo, de una fogosa mirada naif.
Su ingenuidad, notoria, termina por deslucir la propuesta hasta hacerla alcanzar un punto de inocencia exasperante.
Hay muchas frases interesantes. Recovecos sutiles que empujan el texto, que lo elevan, momentos también de un humor estilizado (véase el fragmento de la aparición de la madre al hijo), pero se nos quedan muy cortos. Echamos en falta otro mordiente, cierta inoculación de algo más canallesco para contrarrestar los efectos de una sobredosis de sensiblería y no quedarnos con esa imagen de rabieta en un cementerio (no, no es una canción de Mecano). Una rabieta, de una hora de duración, de un hijo (que nos recuerda a un niño entonando una letanía) hacia un padre fallecido (sin turno de réplica, claro). Nos hubiera agradado más el tono subversivo antes que el de pataleta.
Si en «Cinco horas con Mario» había oportunidad de hablar de los roles de género, del clasismo, de la importancia de la autoridad, la represión social, aquí, en la obra de Vinuesa el asunto se circunscribe a la relación padre hijo y a la ausencia de cariño paterno durante la infancia.
Hay algunos datos alegóricos que se nos hacen bastante inverosímiles pese a entender que la idea es metaforizar. Por ejemplo, que un padre haya tenido veintiséis hijos. Un exabrupto que no encaja del todo pues: ¿tiene sentido la queja de un hijo hacia un padre que ha tenido que repartir su afecto entre 26 hermanos? O ¿cobraría mucho mayor sentido la queja del mismo hijo en una relación de tres hermanos? Ahí lo dejamos.
Queremos quedarnos, eso sí, con el intento, voluntarioso, por articular una narrativa tan simbólica sobre la comunicación y la incomunicación, sobre el duelo y el balance existencial dentro del marco de las relaciones entre padres e hijos pese a que, por desgracia, todo termine por diluirse dentro de una historia excesivamente constreñida.
TUS OTROS HIJOS NO TE OLVIDAN
PUNTUACIÓN: 2 CABALLOS Y UN PONI
Se subirán a este caballo: Quienes pongan en valor un teatro apegado a lo naif.
Se bajarán de este caballo: Quienes no pongan en valor un teatro apegado a lo naif.
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Ficha artística
Autoría: Juan Vinuesa
Dirección: Juan Vinuesa
Asistente a la dirección artística: Pepa Gracia
Intérpretes: Zaira Montes y Rafa Núñez
Diseño de iluminación: Area Martínez
Diseño de escenografía: Alessio Meloni
Diseño de vestuario: Paloma de Alba
Ayudante de vestuario: Guillermo Espinosa
Espacio sonoro: Mariano García
Fotografía: Javier Mantrana
Diseño gráfico: José Fernández Valencia
Ayudante escenógrafico: Elliot Kane Cubells
Producción ejecutiva: Edu Díaz
Producción: Albury Producciones
Colaboran: Laboratorio William Layton y Pueblos en Arte.
Reseña de @EfejotaSuarez