Un tipo Danés desea vender su empresa. Solo tiene un problema: que, al fundarla, se inventó un presidente ficticio, tras el que poder esconderse por si alguna vez tuviese que tomar medidas impopulares. Cuando los posibles compradores, unos islandeses, insisten en negociar, vis a vis, con el presidente, el propietario se ve obligado a contratar a un actor fracasado para que interprete ese rol. En medio de la jugada, el actor se da cuenta de que no es más que un pelele envuelto en una trama que, tal vez, ponga a prueba su catadura moral.
Esta es la sinopsis de la historia «El jefe de todo esto» (Le direktor), película del año 2006 del ¿enfant? terrible del cine Dogma, Lars Von Trier. Nosotros la hemos podido ver en su adaptación al teatro a cargo de la compañía L’Alakran en las Naves del Matadero, en el Centro Internacional de Artes Vivas.
Acudimos, debemos reconocerlo, atraídos por la idea del traspaso de una pieza de Von Trier al teatro. Excitados por el hecho de cómo se iba a recrear, respetar, amplificar, un texto llevado al cine que, quizá, no tenía fácil la transición al teatro, básicamente porque ya contábamos con una potente referencia: una película que funcionaba bien. ¿Sería posible que la compañía L’Alakran, comandada por Oscar Gómez Mata, contribuyese con alguna novedad? Dificilísimo reto. Dificilísima empresa.
«El jefe de todo esto» viene a hablarnos de varios aspectos. No es fundamental el mundo de la empresa pues lo laboral se emplea como contexto, como locus en el que fijar las posiciones paradigmáticas de una variopinta fauna que existe en la sociedad. Uno de los aspectos más significativos que atraviesa la pieza es el del «Gran otro» lacaniano. Entendemos con esto el orden símbolico. La segunda naturaleza de una sociedad que controla y dirige nuestros actos. Dice el filósofo Zizek que es algo así como «el agua donde nadamos. Aquello que está frente a nosotros pero no podemos aprehender (sí, con «H»)». Para que resulte más sencillo, digamos que cuando hay un «otro» al que culpar nos liberamos de nuestra propia responsabilidad. Imaginemos cuando ya no solo hay otro sino un «Gran otro» y así, sucesivamente.
En esta obra con moraleja, el texto carga las tintas en el humor espolvoreado con absurdos gags y paradojas del lenguaje, de las relaciones, que le sirven a Von Trier para sermonear, reprobar, cuestionar lo que a él le interesa. El actor contratado representa a ese tipo de personas que creen que pueden enfrentarse al azar, al fatalismo o a la idiotización de un mundo en precario equilibrio para terminar dándose cuenta, Lars Von Trier mediante, de que pocas cosas dependen de nuestra voluntad pues siempre hay un «gran otro» que se ocupa de hacer pedazos nuestros planes. Los empleados, una panda de seres exóticos escandinavos que podrían necesitar un centro de día psiquiátrico, nos muestran esa sociedad dañada, menoscabada por un sistema tocado y hundido cuyo epítome es un director que se hace pasar por compañero cuando en realidad es el jefe del cotarro. Uno de esos jefes que comparten despacho con sus empleados en espacios de coworking generando, únicamente, dinámicas subterráneas de fingimiento que solo pueden traer como contrapartida un enloquecimiento recalcitrante.
Cuando ves la película de Von Trier te das cuenta de que estás ante un creador talentoso, personalísimo, extravagante. Las interpretaciones de sus actores y actrices consiguen elevar la historia por encima de un guión que podría ser de los más flojos del director sin dejar, eso sí, de estar muy inspirado. La cinta se ve con disfrute pero, con todo, estamos ante un director/autor, Von Trier, que tiene tantos defensores como detractores. Su humor no es para todos. La corrosión es la clave del subtexto. Detrás de cada nota de mordacidad hay una feroz crítica a una sociedad, a un modelo de convivencia dentro del engranaje de un sistema capitalista. Así lo hacía también Chaplin en su «Tiempos modernos».
Detrás de la risa, del humor, se disimula una mirada de espeluznante misantropía. Recordemos que el libro de cabecera de Von Trier desde que tiene doce años, según él mismo ha revelado en diferentes entrevistas, no es otro que «El anticristo» de Nietzsche. Nos viene que ni pintada esa frase del mencionado libro del filósofo que señala “Cuántos hombres se precipitan hacia la luz, no para ver mejor sino para brillar. Quizá sea esto lo que le ocurre a la compañía L’Alakran al intentar acometer esta pieza, precipitadamente.
Visto desde este ángulo, la traslación del guión de «El jefe de todo esto» al teatro, debería ser leído en clave de íntimo homenaje de Oscar Gómez Mata al director de cine Danés. Podemos comprender que lo admire y haya querido llevar una de sus películas a los escenarios. No tenemos otra explicación puesto que, tras asistir al montaje, nos quedamos con la sensación de nada nuevo bajo el sol. Seamos realistas: ¿qué aporta esta obra?
Las interpretaciones teatrales nos resultan, en franco agravio comparativo con el film orinal, tan ingenuas que convierten a la propuesta en pólvora mojada. «El jefe de todo esto» se diluye en su propia irrelevancia.
Por encima de algunos momentos con cierto humor forzado por el absurdo del texto, lo que más sobresale es la falta de ritmo y la pobreza de las interpretaciones. (Por no hablar de la sensación de perderse buena parte del texto al contar con unos subtítulos bastante abreviados, puesto que el montaje es en francés con sobretítulos en castellano).
Sumando esta serie de factores a la ecuación, nuestra conclusión es que «El jefe de todo esto» no necesitaba de una adaptación teatral y, si así fuese, ésta debiera haber sido bastante más edificante que la que la compañía L’Alakran ha subido a las tablas.
Como decía Nietszche: «el gran estilo nace cuando lo bello obtiene la victoria sobre lo enorme». En este particular, lo enorme del trabajo del director Danés empequeñece esta adaptación, de la película, a la dramaturgia.
Aquí, la belleza teatral, por desgracia, no consigue enarbolarse.
LE DIREKTOR/ EL JEFE DE TODO ESTO
PUNTUACIÓN: 2 CABALLOS
Se subirán a este caballo: (Antes de verla) Los fans de Lars Von Trier.
Se bajarán de este caballo: Los mismos fans de Lars Von Trier (tras verla).
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Ficha artística
Autor: Lars Von Trier (Guión cinematográfico)
Dirección de escena y adaptación: Oscar Gómez Mata
Asistente para la dirección de escena: Jean-Daniel Piguet
Interpretación: Pierre Banderet, Valeria Bertolotto, Claire Deutsch, Vincent Fontannaz, Christian Geffroy Schlittler, David Gobet, Camille Mermet, Aurélien Patouillard y Bastien Semenzato
Iluminación y dirección técnica: Roberto Cafaggini
Diseño y técnica de sonido: Fernando de Miguel
Escenografía: Daniel Zamarbide – Bureau asistido por Vanessa Vicente
Vestuario: Verónica Segovia asistida por Marie Diatchenko
Mediación: Simon Hildebrand
Producción y difusión: Barbara Giongo
Administración: Aymeric Demay
Traducción del danés: Catherine Lise Dubost
Título original: Direktøren for det hele de Lars von Trier, presentado con el acuerdo de Nordiska ApS, Copenhague
Producción: Compañía L’Alakran
Coproducción: Théâtre du Loup – La Bâtie-Festival de Genève y Bonlieu Scène Nationale Annecy con el apoyo de FEDER dentro del programa Interreg France-Suisse 2014-2020, Théâtre Benno Besson (Yverdon-les-Bains), TPR La Chaux-de-Fonds/Centre Neuchâtelois des Arts Vivants
Con el apoyo de: Fondation Leenaards, Pour-cent culturel Migros y Loterie Romande
La gira 2018 recibe el apoyo de Pro Helvetia – Fundación suiza para la Cultura y de la CORODIS (Commission Romande de Diffusion de Spectcales – Loterie Romande)
Idioma: Francés con subtítulos en español
Reseña de @EfejotaSuarez