Tres sin techo se encuentran en un aeropuerto al que acuden a dormir entre cartones. Desde ese emplazamiento, en una suerte de road movie periférica, las tres almas yerran por diferentes lugares (el aeropuerto, naves abandonadas o las cloacas de una gran ciudad) buscando un destino, ese que baraja y reparte las cartas o ¿ese que nos merecemos?
Esta podría ser una sinopsis de la obra «Ahora todo es noche», trabajo con el que cumple sus 40 años sobre el escenario el grupo La Zaranda, y que pudimos ver en el Teatro Español.
En torno a La Zaranda existe creada y asentada, seguro con buen criterio, una fama, un marchamo, un sello de garantía de calidad teatral similar al que podemos encontrar en los productos con denominación de origen. Son muchos años sobre las tablas. Hay un estilo y una identidad, un icono palpable en su lenguaje y en sus aspavientos. Una pirotecnia controlada y estudiada que transita por lugares que antes han transitado Valle Inclán, Beckett, Ionesco, Bretch, u O´Neill; influencias que no se pueden desanclar del lenguaje de lo grotesco, del expresionismo, de la aproximación e incursión en lo decadente. Contando con estas premisas, uno debe acercarse a la propuesta de la compañía Jerezana asumiendo que estos códigos, en mayor o menor medida, serán marca de la casa y estarán presentes.
En «Ahora todo es noche», nos encontramos con un escenario del Teatro Español tan deliberadamente desnudo que la idea de intemperie se logra con tres personajes en escena y unos cartones, unos bidones de basura, una camilla y unas maletas como elementos suficientes y necesarios. Desde ahí, la obra queda investida de una marca: la sobriedad. El foco ha de pasar a otros códigos. Por ejemplo, el texto y las interpretaciones.
Al detenernos en el texto de La Zaranda observamos varios apuntes. A nuestro juicio, no estamos ante un texto bien poetizado ni equilibrado del todo. La trama es tan sencilla que puede terminar por hacerse tediosa dado lo divagante del verbo, las repeticiones de frases, de palabras, o el trabajo cadencioso del tono, del ritmo.
Más allá de exégesis, off the récord, que apelan a metáforas sobre la carrera del grupo que ha querido desnudarse, quedarse a la intemperie, o que la obra puede verse como una crítica a la sociedad de necios que todo lo soportan mansamente, al sistema social, cultural en el que vivimos inmersos, o incluso una interpretación de que se trata de la búsqueda de la verdad como una pérdida, simbología que bien podría estar extraída de la obra «El Rey Lear», etcétera, el hecho evidente es que lo que debemos juzgar es, ante todo, lo que se ha levantado en escena. Y, desde nuestro punto de vista, el resultado queda bastante depauperado si no lo engordamos con las anteriores e hipotéticas glosas que hemos señalado.
El texto no es vibrante ni brillante sino demasiado apegado a lo prosaico o trazado desde una coloquialidad redundante que, al contrario de elevarlo, consigue hacerlo demasiado mundano. «Ahora todo es noche» y a esta noche no se le ve llegar el día.
El retrato de los tres individuos, moviéndose en los confines, en el recoveco reservado a los perdedores, a los parias, es igualmente sorprendente: ¿de veras el cliché de un sin techo como paradigma trillado del desahuciado, del hombre sin destino? A menudo la tristeza, la pobreza, el hambre son más poliédricas y visten otros ropajes que aquellos que se dibujan en los personajes con trajes que les quedan grandes, barbas sin afeitar o caras de delirium tremens. Suponemos que el descenso a los infiernos que hace La Zaranda en esta «Ahora todo es noche» es meditado y muy deliberado. No acabamos de entender muy bien algunos tics encorsetados que pasan por ofrecer una imagen tan esperpéntica de la persona sin hogar cercana a la demencia, a la enfermedad mental. Hoy, quienes rebuscan en las basuras son los nuevos desheredados sociales que antes, trabajando por ejemplo en la construcción, tenían sueldos de dos mil euros al mes. Son los nuevos pobres: Los pobres de la sociedad de consumo, los pobres de las sociedades de mayorías satisfechas de las que hablaba Zygmunt Bauman.
Hay algo de trasnochado en esta mirada de la propuesta de La Zaranda, algo de premoderno, en esta idea concebida sobre el escenario. Muchas de las risas del público parecían responder a los tics que uno de los personajes realizaba cuando titubeaba en escena o a su modo de revolver la lengua. Proponemos un horizonte ampliado sobre esa «clase marginada» que no se convierta en reducto en el que solo caben los que afean el paisaje. Desprenderse de ese tipo de asideros es también saber mirar más allá de lo microscópico y abordar la complejidad de nuestro entorno.
Con todo, acudiendo al apartado de las interpretaciones, debemos señalar la pose que no parece una pose. El logro de una verdad trabajada, de una improvisación que está escrita. Los tres actores, desfilan con soltura y desparpajo, en un trabajo que no debe resultar fácil. La naturalidad es un semillero en esta pieza. Hay escuela y se nota.
Se nos hace largo el epílogo final en el que los tres sin techo recrean una alternativa a lo real dentro de un guiño al meta teatro. La clase baja siempre puede aspirar a subir, pero ¿y los marginados y marginadas? Ellos parece que debieran abandonar tales aspiraciones y centrarse en estar, o en desaparecer, morir. Quizá solo así llegue el descanso. (Acertada y lúcida la reflexión que brota del miedo de uno de los personajes al preguntarse si tras la muerte el dolor continúa y la muerte no es siquiera un descanso).
La coronación final, el juego de recrear una realidad en la que un sin techo pueda ser un rey, solo puede lograrse por medio del teatro, de la vida tomada como farsa, como juego. Esa es quizá la lección más valiosa de la pieza y que nos atañe a todos y todas.
Que exista todavía esa categoría de clase marginada es una derrota de toda la sociedad; nunca un fracaso moral de quienes acaban cayendo en esa hendidura. Quizá podamos enfatizar esa idea, no sabemos si sustrato de esta propuesta de La Zaranda, esa idea que nos recuerda que cada tipo de orden social produce también los fantasmas que lo amenazan.
AHORA TODO ES NOCHE
PUNTUACIÓN: 2 CABALLOS Y UN PONI
Se subirán a este caballo: Los incondicionales del estilo La Zaranda
Se bajarán de este caballo: Quienes huyan de tramas tediosas y busquen teatro contemporáneo.
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Ficha artística
Dirección
Paco de La Zaranda
Con
Gaspar Campuzano
Enrique Bustos
Francisco Sánchez
Ficha artística:
Iluminación: Eusebio Calonge
Espacio Escénico: Paco De La Zaranda
Regiduría: Eduardo Martínez
Una producción de LA ZARANDA – Teatro Inestable de Ninguna Parte en Coproducción con el Teatre Romea
Reseña de @EfeJotaSuarez