GLORIA. La vida es un globo que se me escapó

Nació en Madrid a los dos días de edad y a los tres años ya sabía leer y a los seis hacer sus labores. Una chica buena y delgada (de joven); alta y algo enferma. A los nueve años le pilló un carro y a los catorce le pilló la guerra. A los quince se le fue su madre, cuando más falta le hacía. También se enamoró, de otra mujer y siempre, siempre escribió poemas para niños y niñas, sí, pero también para adultos y adultas. En definitiva, para cualquiera con sensibilidad. Retazos, todos estos, de la vida de una poeta que se llamaba Gloria y se apellidaba Fuertes, nada menos, y que hemos podido ver en el Teatro del Barrio en la obra «Gloria», protagonizada por Ana Rayo.

Ubicada a medio camino entre el drama y la farsa, por medio de un monólogo que se prolonga en torno a la hora y media, estamos ante la segunda parte del ciclo «Mujeres que se atreven» que abrió fuego con otra mujer: «Emilia». En esta ocasión, el foco se sitúa sobre Gloria Fuertes para hablarnos de la mujer y de la poeta. De su infatigable tarea por llevar la poesía al público aunque se la conozca por su faceta de poeta de los niños/as; fama que ensombrece su trabajo como poeta de mayor trascendencia. Desde ahí arranca la pieza: una Gloria Fuertes que se mete en un camerino escapando de los niños y niñas que la asedian para pedirle un autógrafo. Para hacerse una foto. En muchos momentos de la obra, la actriz caricaturiza su relación con los niños en un ejercicio cercano a lo paródico, a lo grotesco.

Nos adentraremos en la canallesca historia de la escritora que fascinó, en la España de los años setenta, a través de la radio y la televisión con su propósito de hacer no una poesía para el pueblo sino un pueblo para la poesía. Pensemos en cuántas poetas salen ahora en los medios y en horario de máxima audiencia. Es un pensamiento retórico.

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«Gloria» también nos habla de su amor (lésbico). Un amor del que, la de Lavapiés, no hizo encendida y pública defensa. Quizá ahí el reproche que se le pueda hacer. De su amor por otra mujer: la hispanista Phyllys Turnbull a quien conoció en el instituto Internacional. Una vida compartida de quince años, de ayuda y respeto mutuos. De hecho, fue Phyllys quien la alentó para que se presentase a una Beca Fullbright con la que Gloria Fuertes llegó a dar clases de español en una universidad americana, en Pensilvania, desde el año 1961 al 1963.

Un amor del que no hablaba, en lo particular, para decirles a los españoles que amaba a otra mujer. Un amor con un pie en el armario, eran tiempos difíciles. Lo entendemos. Pero Gloria siempre habló del amor aunque fuese en genérico. La tarea no era normalizar sin ostentar sino la de meterle el amor a la poesía, a los versos; escribir un «coño» al final de cada verso y luego borrarlo para darle al poema esa esencia de outsider, ese desgarro de la que no compartía el glamur de las fiestas privadas y la camarilla literaria de su época.

Todo lo que se nos cuenta es que había otra Gloria, una que estaba más allá de los ripios infantiloides. Más allá del «Un globo, dos globos tres globos» que, por cierto, le acompaña en la obra como elemento escénico muy bien traído. Un gran globo atado a un libro.

Mujer de verso en pecho, de voz grave empujada al exterior, de chaleco, pantalón y flequillo deshilachado, atada a una fama de naif, de exceso de coloquialidad, desconocida por muchos, su obra está por rehabilitar o, quizá mejor dicho, por habilitar para buena parte del público.

Ana rayo, la actriz que la interpreta en escena, nos cuenta que vivió la guerra. Perdió de hecho a su hermano en un bombardeo. Familia humilde la suya, de Lavapiés, republicana. Su madre la castigaba si la pillaba leyendo. Leer y escribir fueron, pues, deseos clandestinos. Tanta clandestinidad solo consiguió más ardor, más pasión, menos ayuno. Solo consiguió que saliese una poesía rebelde, social, libérrima en lugar de paupérrima. Militó en el «culto al disparate», ¿acaso existe mejor militancia que esa?

La Gloria desconocida, la Gloria que se llevaba dentro un Rimbaud, telonera de Joan Baéz, la que echaba tanto de menos a su madre, la que escribía para inventarse una realidad menos despiadada, más tierna; la Gloria a la que le dolió el culo de tanta patada, la que escribía que «el amor es poseer agua en un cesto»; «Un sitio para estar, alrededor se le borran los caminos». La que salió de la honda depresión que le causó la muerte de su querida Phyllys, bebiendo whiskys, sí, y tirándose a una taquillera del metro antes de tirarse a las vías. José Hierro escribía de ella que era «viuda de sí misma, payasa, miliciana…».

Difícil labor la de componer un personaje tan poliédrico y, paradójicamente, tan sesgado para el público. De ello se encarga Ana Rayo. Su encarnación en la indumentaria parece adecuada, optando, claro, por pantalón, chaleco y pelo corto. La voz tan personal de Gloria ya es harina de otro costal. La Ana Rayo que hemos podido ver el mismo día del estreno en el Teatro del Barrio comenzaba fría en el escenario, escamoteante; de entrada no le pillamos el tono, y se nos hizo huidiza, buscando un espacio dificultoso de habitar al pertrecharse de un globo y de un texto que arrancaba, también, volátil. Con el paso de los minutos entramos en la obra. Comprendimos los tiempos, nos emocionaban algunos momentos. Desearíamos haber dejado más espacio para la Gloria que cantaba al amor, para la Gloria henchida de poemas profundos antes que para la picaresca y los lances caricaturescos relacionados con los niños pero, aún así, la mezcla resulta equilibrada y generosa.

Tarea nada sencilla a la hora de elegir una narrativa, un relato que complete, a ser posible, algo de la biografía de una persona. La actriz nos seduce cuando habla de su amor por Phyllys, nos emociona. O cuando nos arrastra al Madrid de la guerra a través de una ventana tapiada. La obra gana pulso, ternura, avanza gratificante y el aplauso llega cuando tiene que llegar, con un final bien pensado, atinadísimo, con un globo que es una suerte de fantasma, de demiurgo, de madre muerta, de hermano muerto, de pareja muerta; un globo que es una suerte de ancla amarrada a un libro. Un «otro» al que dirigirse, con el que exorcizar una vida. Porque para Gloria, quizá, la vida fue, también, un globo que se le escapó.

 

GLORIA

FICHA ARTÍSTICA

PUNTUACION: 3 CABALLOS

Se subirán a este caballo: Quienes quieran adentrarse en la biografía de la poeta madrileña en forma de monólogo cómico trágico.

Se bajarán de este caballo: Poca gente querrá bajarse.

AUTORA: NOELIA ADÁNEZ
DRAMATURGIA: NOELIA ADÁNEZ Y VALERIA ALONSO
DIRECTORA: VALERIA ALONSO
ACTRIZ: ANA RAYO

DISEÑO DE ILUMINACIÓN: RAÚL BAENA
ESPACIO SONORO: SHAHEN HAGOBIAN
FIGURINISTA: MARCE MARTÍNEZ BERNALES
ESPACIO ESCÉNICO: TEATRO DEL BARRIO
AYUDANTE DE DIRECCIÓN Y PRODUCCIÓN: TERESA RIVERA
PRODUCCIÓN: TEATRO DEL BARRIO

 

Reseña de @EfejotaSuarez

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