La soledad. La soledad se ha convertido en nuestros tiempos en una hidra de mil cabezas. Nos afanamos por subyugarla, apartarla, creamos incluso una tecnología que nos acerque, que nos haga estar hiperconectados y, paradójicamente, nos alejamos todavía más. «La más feliz de todas las vidas es una soledad atareada», que decía Voltaire. Quizá sí. Precisamente la soledad, el duelo por la pérdida, son los asuntos que figuran como centrales en la obra «Solitudes» que hemos podido ver en la sala Guirau del Teatro Fernán Gómez, de Madrid.
El protagonista de la pieza, un anciano con una larga vida en pareja, pierde a su mujer y se tendrá que enfrentar a lo que le queda de vida acompañado de una nieta adolescente, adicta a las redes sociales, y de un hijo que, de pronto, parece querer llenar el vacío que ha dejado la muerte de su madre en la vida del anciano padre. Es cierto aquello de que siempre hay que ser dos para saber lo que es estar solo, por la parte de lo que se siente cuando de dos se pasa a ser uno.
En «Solitudes» la historia es sencilla. La búsqueda de un aquí y un ahora que haga la vida más soportable. El no perder los hábitos, como animales de costumbres, el recuperar los rituales que nos hacen mantenernos a flote. Una historia honesta y emocionante contada desde el gesto, desde la no palabra. Porque «Solitudes» es teatro de máscaras. Como la propia vida.
Dos actores y una actriz (José Dault, Edu Cárcamo y Garbiñe Insausti) dirigidos por Iñaki Rikarte, dan vida a una plétora de personajes, todos cubiertos con máscara. Y, pese a todo, la máscara se convierte, aquí, en elemento indiscutiblemente fascinante. No hay hieratismo, no existe estepa en los afectos, al contrario, las máscaras revelan tanto o más que un rostro humano. Las máscaras se apropian del poder de un rostro, amplificándolo. Estamos de acuerdo con Oscar Wilde que señalaba que «una mácara nos dice más que una cara». Una máscara para desenmascararlo todo.
Créannos, el trabajo de Kulunka teatro es verosímil y está dotado de fuerza plástica generosa. Hay un escenario sencillo, una historia digerible, competente a la hora de transmitir tristeza, miedos, quimeras, júbilo. Todo contado con elegancia y desenvoltura. Si como pensaba Aristóteles que «para vivir en soledad hay que ser un animal o un dios», aquí descubriremos a un anciano que es mitad animal, mitad deidad; un anciano que encarna a tantos ancianos o ancianas que pueblan nuestras ciudades, nuestros pueblos. Inmersos en la sociedad del cansancio, del alejamiento. Animales o dioses que se deben reinventar en el final de sus días para poder resistir la existencia. Ejercicio de resistencia al que todos estamos abocados por mucho que ahora nos refugiemos en las redes sociales, en la tecnología. ¿Acaso no podría ser más edificante una partida de cartas? Descubrimos tarde que todo llega demasiado pronto. Y que todos estamos hechos de la misma pasta, con las mismas máscaras. De hecho, como apunta Clarice Lispector, «elegir la propia máscara es el primer gesto voluntario humano. Y es solitario». Lo intuíamos.
Nos seduce el personaje del anciano. Hay vida, aleteo, savia, detrás de esa mirada estoica de la máscara. Máscaras que, debemos reconocer, están muy bien creadas por la propia Garbiñe Insausti, actriz también en la pieza. Nos produce enorme ternura la prostituta patosa, torpe; deliciosa en la escena con el anciano en la casa de este último. «Solitudes» nos ha convencido. Buen trabajo pivotando en torno a una historia reparadora, cercana, reconocible, verosímil, bien urdida.
Nos quedamos con esa frase de Voltaire que comentamos al comienzo, aquella que dice que «la más feliz de todas las vidas es una soledad atareada», pero añadimos, de nuestra cosecha, que en ese ajetreo debería haber cabida para una partida de cartas.
SOLITUDES
Se subirán a este caballo: Quienes quieran dejarse llevar por un espléndido teatro de máscaras que engancha desde el minuto cero.
Se bajarán de este caballo: Nadie se sentirá a disgusto en este caballo.
PUNTUACIÓN: 4 CABALLOS
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FICHA ARTÍSTICA
Dirección: Iñaki Rikarte
Intérpretes: José Dault, Garbiñe Insausti y Edu Cárcamo
Ayte. dirección: Rolando San Martín
Música original y diseño de sonido: Luismi Cobo
Diseño y construcción de máscaras: Garbiñe Insausti
Diseño de escenografía y vestuario: Ikerne Giménez
Ayte. de escenografía: Almudena Martín
Iluminación: Carlos Samaniego
Producción: Kulunka Teatro
Prensa: María Díaz
Distribución: Proversus
Fotos: David Ruiz
Cartel: Dani Castillo
Reseña de @EfejotaSuarez