Lisandro se quiere casar con Hermia. Son dos jóvenes que se desean pero el padre de Hermia, se opone por completo. Así, la pareja huye al bosque para vivir su amor. Dentro de esta historia que Shakespeare recrea en «Sueño de una noche de verano», hay más historias. Porque el dramaturgo inglés escribía sus comedias con una línea de acción central junto a otras secundarias. «Sueño de una noche de verano» habla de la historia de amor entre Lisandro y Hermia, y de la historia de desamor de Helena y Demetrio, pues este último está en realidad enamorado de Hermia. También caben, en la comedia de Shakespeare, la boda de Teseo e Hipólita, la tragedia de Píramo y Tisbe, la discordia matrimonial entre el rey y la reina de las hadas y la historia de Puck, el duende travieso. Todo un compendio entretejido entre el mundo real y el mundo de los sueños, pues como en los sueños, también en la vida suceden así las cosas, de formas imposibles, impredecibles, mediante transformaciones que lo alteran todo y nos dejan sin asideros.
Partiendo de este título de Shakespeare, la compañía teatral Gallega «Voadora» trae a los escenarios su última propuesta en «Sueño de una noche de verano». Nosotros hemos podido verla en el Teatro Valle Inclán, Centro Dramático Nacional, de Madrid.
Toda comparación con el clásico se hace insostenible ante la mirada de la compañía gallega en su reconsideración de Shakespeare. Sí, parten del sustrato de la historia pero la adulteran, en el buen sentido, la atiborran, la ceban, la embuten hasta hiperbolizarla en una iconoclasta reinvención que, sí, es fiel a la comedia y aumenta el potencial dramático, lo que no parecía fácil. Apabullante y exquisita son las palabras que podrían definir esta cuadratura del círculo.
Sobre el escenario, actores y actrices que, por encima de su interpretación del texto, se mueven más cómodos en las coordenadas del show, del espectáculo, de la danza, de lo estético.
La propuesta nos engancha. Es deletérea en el sentido de adictiva. Tiene socarronería, mala baba, violencia, frescura, mensaje; hay una llamarada pop que la acerca a lo camp, una mirada emergente que la aproxima a nuestros tiempos rebasando lo contemporáneo. Es un teatro de falsos outsiders porque, en realidad, se ve que ha existido un trabajo ortodoxo, de horas de dedicación y disciplina, antes de que este maravilloso sueño lisérgico llegase a las tablas. Pruebas, experimentación, entrega para componer este juego virtuoso que es «Sueño de una noche de verano» de Voadora.
La historia de Shakespeare queda, aquí, retocada desde la generación tres punto cero. Desde el siglo XXI que nada tiene que ver con el XVII. Shakespeare escribiría «Sueños de una noche de verano» tras el drama intenso de «Romeo y Julieta» con una intención de parapetarse en la comedia, de alejarse de lo trágico. Voadora recoge, por supuesto, esa esencia de la comedia pero no sabemos si involuntariamente, su mensaje es bastante serio.
De lo que se habla en esta revisión del clásico es de la sociedad en la que vivimos. El padre de Hermia, en esta pieza, se opone a que ella se case con Lisandro por una cuestión deliberadamente actual: Lisandro es transgénero. Es un hombre pero había nacido como mujer. Así arranca, y termina, la obra: con la mirada puesta sobre el tema de la identidad. Con la mirada puesta sobre la intolerancia y la reflexión oportuna.
Todo lo demás, lo que viene después, atraviesa por varios pasajes del clásico pero teniendo en cuenta ya que, aquí, lo que importa es hablar de lo actual. Hay hadas, sí, y ungüentos, y un padre colérico que amenaza a su hija con matarla si no se separa de ese engendro, mitad hombre mitad mujer. Hay bacanales, un festín de lo dionisíaco, cuerpos desnudos, ninfas, música, coreografías, violaciones, una mujer sometida que mataría a sus hijos si eso hiciese que su pareja volviese a desearla; hay dos grandes ojos que observan como coro griego, y hay divertimento, mucho, en forma de canciones ad hoc, para el año 2018. Y todo este totum junto pero no revolutum, ¿funciona? La respuesta es sí. Y funciona a la perfección.
Es definitivamente delicioso, disfrutable, a sabiendas de que estamos ante una ecuación que involucra mucho más que teatro. Danza, también. Opereta, también. Cabaret, pues podríamos decir que sí. Todos aquellos elementos que sean necesarios al servicio de una historia cuya trama puede estar, más o menos, borrosa pero cuya resultante es un ejercicio de precisión redondeado. (No hay mejor improvisación que la que está escrita, suele decirse). En esta pieza todo tiene apariencia de sueño, de pesadilla a veces, pero todo está escrito, calculado, bien traído.
Queremos resaltar el trabajo de todo el conjunto de actrices y actores que componen un todo armonizado, un corpus que se conduce con prodigiosa voluntad, con brío. Nos gusta la mistura de cuerpos de todas las formas y tamaños. La voluptuosidad encarnada, el deleite de ver cuerpos libres de ataduras, no encorsetados.
Igualmente, aunque todo el reparto está muy equilibrado y lo que prima en la pieza no es la interpretación textual sino la organicidad, estetización, nos quedamos con la actriz Anaël Snoek que, con su acento afrancesado, representa a Helena. Tiene algo de catártica y pulsional su interpretación, su actitud de sometimiento visceral, un ejemplo del amor descomedido e incendiado que es el colapso del amor. Pero todo es posible en verano. Cuando el calor aprieta, la mente se dispara y su disparo puede acabar en cualquier lugar.
El texto, que es una adaptación de Marco Layera de la obra de William Shakespeare, está dirigido y escenografiado por Marta Pazos a quien queremos dar la enhorabuena. Excelente pulso de dirección en esta obra que, del mismo modo, cuenta con un pasmoso trabajo por parte del resto del equipo. Alexis Fernández ha conseguido un logro en la parte que tiene que ver con movimiento: cada ejecución tiene sentido. Cada entrada y salida. Fany Bello, en vestuario, nos parece brillante. La indumentaria otorga a la pieza su halo de onirismo. La iluminación de Rui Monteiros nos deja completamente mesmerizados. Un portento más. Sumemos a ellos a Jose Díaz en la vídeo creación, a Hugo Torres, en música, y David Rodríguez en espacio sonoro. Todo está embadurnado, engrasado y cada resorte se mueve sin el más mínimo ruidillo de fricción. Un trabajo muy elogiable.
Durante la hora y media que dura la obra se hace difícil pestañear. Y eso es una proeza.
La obra finaliza con la irrupción de un soliloquio que es mensaje para el público que está en la sala. Una mujer relata su historia. Esta vez una historia real, si es que esa palabra tiene algún significado. Entonces, llegado el final, nos percatamos de que, todes, sea cual sea nuestra identidad, estamos hechos del mismo material. Del mismo material en que están tejidos los sueños. Pues nuestra pequeña vida está rodeada de eso: de sueños.
SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO
Se subirán a este caballo: Cualquiera con la mirada lista para ser fascinada.
Se bajarán de este caballo: Los que habiten, aún, en el S. XVII.
PUNTUACIÓN: 5 CABALLOS
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Ficha Artística:
Autor: William Shakespeare
Adaptación del texto: Marco Layera
Dirección y escenografía: Marta Pazos
Movimiento: Alexis Fernández
Vestuario: Fany Bello
Iluminación: Rui Monteiros
Vídeo-Creación: Jose Díaz
Música: Hugo Torres
Espacio sonoro: David Rodríguez
Producción: Voadora en coproducción con IBERESCENA, MIT Mostra Internacional de Teatro de Ribadavia (Galicia), Festival de Almada (Portugal), Marco Layera (Chile) y Malverde Produções (Brasil).
Reseña de @EfejotaSuarez