LA INFAMIA. O cómo salir con el estómago revuelto de la parte de atrás de un todoterreno

Una periodista, popular por destapar la corrupción de los poderosos en su país, es secuestrada por unos agentes de policía en México y conducida por carretera hacia la costa, a muchos kilómetros de donde fue asaltada. En ese viaje, la periodista comprenderá que sus captores tal vez no solo tratan de amedrentarla sino de matarla.

Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «La Infamia» que, con adaptación de Lydia Cacho y José Martret y dirección de José Martret, nosotros hemos podido ver en las Naves del Español, en Madrid.

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La historia que fue motivo del secuestro de la periodista, en su día, obedecía al trabajo de investigación que Lydia Cacho estaba haciendo en su comunidad. Un trabajo arriesgado y muy valiente siguiendo el rastro de los abusos sexuales a niñas y niños, menores de edad, de una serie de personas poderosas: empresarios, representantes públicos. La peor plaga a la que debe hacer frente un país civilizado. Una sociedad que se precie de su defensa del bienestar y de los derechos de las personas más vulnerables.

Buena parte de lo que se materializa, dramáticamente, en escena, guarda estrecho vínculo con lo que recoge el libro «Los demonios del Edén«, publicado en 2005 por la periodista. En él se aborda toda esa red de corrupción y de intereses encontrados en la que el empresario Jean Succar Kuri jugaba el papel de intermediario en una red de pornografía, abusos y prostitución infantil. Si bien, la función no aborda directamente el material de investigación fruto de ese libro sino que se ampara en la autobiografía de la periodista, «Memorias de una infamia» donde ella da voz y testimonio directo de lo que podemos encontrar en «La infamia».

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En internet, concretamente en Youtube, a día de hoy sigue pudiendo verse un documental «Los demonios del Edén: la cruzada de Lydia Cacho» que pone los pelos de punta porque la realidad, siempre, desborda cualquier pronóstico efectista. En un fragmento del documental uno de los implicados en toda esta trama abominable, el Mexicano, de origen Libanés, Kamel Nacif Borge habla, en una entrevista de televisión, del asco que le provoca Lydia Cacho y trata de poner sobre la mesa el asunto de los derechos humanos diciendo que si ella busca amparar los derechos humanos de otras personas, dónde está el amparo a sus derechos humanos. Todo en un intento por hacer valer su presunción de inocencia. Pero, sin lugar a dudas, uno de los vídeos que aparecen en el documental y que también irrumpen en la escena por su ineludible carácter de documento probatorio y condenatorio además de demostración palpable de la misantropía y aberración humanas, de algunos, es el testimonio, captado con cámara oculta, que da el antes mencionado empresario Jean Succar Kuri confesando haberse acostado con una chica de dieciséis años y diciendo que, cuando lo hizo, esta sangró. Confesando que con él todas las mujeres sangraban. Su mujer y varias criadas con las que había tenido sexo. Sus palabras espantan por su naturalidad al hablar, asimismo, de sexo oral y niñas de 4 años en la misma frase. Aberrante.

Esta calaña fue la que la periodista Lydia Cacho logró sacar a la luz. Entre ellos también se encontraba el ya ex gobernador de Puebla, Mario Marín, al que, en conversaciones que trascenderían a la opinión pública, Kamel Nacif llamaba «mi Gober precioso».

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Todo repugna hasta un punto de dejarte un mal cuerpo. Un shock por la dosis de realidad que se destila. ¿Cuántas otras historias terribles, horrorosas, siguen ocurriendo a nuestro alrededor al amparo de los grandes poderes?

En escena, la historia se dosifica con precisión narratúrgica: una actriz encarna a Lydia Cacho. El detonante de todo es el secuestro de la periodista a manos de unos policías al servicio de los corruptos. Todo está pensado para que la audiencia viva la experiencia de un modo cuasi inmersivo y el texto, con su descripción cronológica de la sucesión de los hechos y de cada emoción sentida por la protagonista, asalta al patio de butacas.

La escenografía, enriquecida por una pantalla en la que se ven imágenes de planos tomados en vivo, mientras sucede la obra, por una cámara, contribuye a amplificar el desasosiego. Sabemos que hubo dos actrices representando el mismo papel en diferentes funciones: Marta Nieto y Marina Salas. Nosotros solo podemos hablar de Marina Salas porque era ella quien estaba en escena el día que acudimos a la representación. Y podemos decir que está estupenda: su personaje llega a afectarnos y el relato, narrado por ella, nos conmueve. La obra se transforma en una apuesta por un teatro a la cara, visceral, psicológico, involucrado en el intento de hacernos sentir o experimentar, evocando con todo lujo de detalles, aquella experiencia traumática vivida por la periodista dentro del coche en que la metieron sus secuestradores rumbo a una amenazadora y más que probable sospecha de asesinato y cuerpo sin vida arrojado al mar.

Nos parece, sí, que la historia está fantásticamente tamizada por lo audiovisual y salimos de la sala con el estómago revuelto porque pareciera que, también nosotros, hubiésemos sido secuestrados por la narración y metidos a empellones en la parte trasera de ese todoterreno en el que la periodista temió por su vida. ¿Saben la dificultad que tiene lograr eso en un teatro? Pues eso. La propuesta, definitivamente, ha cumplido con creces su cometido.

LA INFAMIA

PUNTUACIÓN: 4 CABALLOS (Sobre cinco).

Se subirán a este caballo:  Quienes busquen un teatro comprometido y activista capaz de inmiscuir al espectador en lo que está sucediendo.

Se bajarán de este caballo:  Quienes no gusten de teatro interesante. De todo  tiene que haber en en la viña.

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FICHA ARTÍSTICA

De: Lydia Cacho

Adaptación: Lydia Cacho José Martret

Dirección: José Martret  

Con: Marta Nieto (9 diciembre al 2 enero) y Marina Salas (4 al 16 enero)

Diseño de espacio escénico y vestuario: Alessio Meloni

Diseño de iluminación: David Picazo

Diseño de sonido: Sandra Vicente

Diseño de videoescena: Emilio Valenzuela 

Operadora de cámara: Alicia Aguirre Polo

Ayudante de dirección: Pedro Ayose

Una coproducción de Teatro Español y Producciones Come y Calla

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Una crítica de Mi Reino Por Un Caballo

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