Don Francisco, más conocido como Torquemada, es un prestamista que se ha enriquecido ejerciendo la usura y que, tras la enfermedad de su hijo Valentín, intentará ganarse el favor divino a través de actos de caridad poco propios de alguien bien conocido por su avaricia.
Esta podría ser una suerte de sinopsis de «Torquemada» que, con versión de Ignacio García May, dirección y escenografía a cargo de Juan Carlos Pérez De la Fuente e interpretada por Pedro Casablanc, nosotros hemos podido ver en la sala negra de los Teatros del Canal de Madrid.
Versión teatral de la tetralogía galdosiana: «Torquemada en la hoguera», «Torquemada en la cruz», «Torquemada en el purgatorio» y «Torquemada y San Pedro», en esta pieza teatral nos encontramos con los motivos más importantes que mueven los cuatro relatos: La instrumentalización de la piedad junto con la hipocresía de acudir a Dios solamente cuando conviene.
Galdós quiso establecer o elaborar, por medio de su escritura realista, un mapa moral de la España en que vivía. Más allá de dilucidar sus aciertos o desaciertos, o de preguntarnos si ese mapa moral podría seguir vigente en cuanto a representativo de una forma de ser que impregna nuestra idiosincrasia, lo interesante se encuentra en poder acceder a una obra más desconocida del autor canario que, además, logra dar un salto perfecto al hecho escénico gracias a una fantástica confluencia de factores o alineación astral de versión, dirección escenografía e interpretación.
La versión teatral se vertebra en un juego escénico que describe, con eficacia, el calvario (hoguera/cruz/purgatorio/San Pedro) y la ascensión social de un Torquemada que habita, primero, como usurero mendicante, prestamista sórdido, capaz de regatear en la promoción social hasta elevarse, poco a poco, al estatus de marqués, de benefactor.
Torquemada bracea con todas sus fuerzas para pasar de la condenación a la salvación, de un materialismo recalcitrante a abrazar una espiritualidad sui generis. Vemos, primero, a un avaro verdugo que pronto pasaremos a observar, unos más que otros, como víctima, con un discurso lastimero. La contrición está al caer. Pero se trata de un acto de contrición funambulesco y aparatoso, henchido de manifiesto descaro: si Torquemada quiere mejorar la versión de cara a la galería, solo le queda pasar por el aro de mutar en el zoquete que, converso, viene a hacernos creer que ha cambiado. Cambiar a regañadientes, mire usted, no es cambiar.
Hay en la tetralogía de Galdós un examen de la conciencia íntima que queda hábilmente recogida en este Torquemada: La conciencia íntima del hombre que resiste en medio de esa lucha entre lo material y lo espiritual. El prestamista desalmado frente al padre que ve morir a su primogénito. Ojo porque, aunque esta obra de Galdós nos conduce a la idea de conflicto religioso, uno podría reparar en la metáfora de otro Dios, poderoso y omnipresente llamado «Dinero». Establecer este paralelismo nos permitiría otra dialéctica de Torquemada luchando contra su propia avaricia, echando pestes del capital y sufriente porque ni con todo el dinero del mundo uno puede hacer por resucitar a un hijo.
¿De qué vale todo el afán de lucro si luego uno no puede costear según qué peajes? La muerte es, precisamente, ese gran peaje que no siempre uno puede pagar. Ya no la muerte de uno mismo, sino la muerte de un ser querido. La muerte que entronca, definitivamente, con el aferrarse a lo espiritual. ¿Hasta qué punto, Francisco Torquemada no es también una especie de Dios todopoderoso para sus víctimas como prestamista en ese Madrid del siglo XIX? Un dios execrable, desde luego. El problema del Dios Cristiano, para el protagonista de la pieza, es que Torquemada no termina de entender las transacciones del dios divino. Sus maneras de pésimo negociante.
Otra de las cuestiones que nos interesan del relato es la de la mascarada. La mascarada de las apariencias. En esto, Galdós tendría que quedarse perplejo de cómo tal mascarada y ritual de apariencia social ha alcanzado niveles no ya de degradación moral sino, al contrario, se ha convertido en conducta validada en la política y la sociedad del siglo XXI.
Esta obra nos ha convencido, sin ninguna duda, no solo por la atinadísima versión del texto de Galdós, que Ignacio García May ha resuelto con elocuente destreza, o por el impecable trabajo de dirección de Juan Carlos Pérez de la Fuente que nos ha resultado de cinco caballos (colgándose, además, otra medalla en el apartado escenográfico).
No solo por esto, como decimos, pues, en el apartado interpretativo, Pedro Casablanc se corona como uno de los mejores actores de este país: convincente desde el minuto uno hasta el final, engrandeciendo a cada uno de sus personajes con una formidable dicción y acción. ¿Quieren ver a alguien versátil, conmovedor, repleto de recursos, capaz de asombrar y nacido para la escena? Pues aquí lo tienen, bordando todos y cada uno de sus roles en la obra sin un solo aspaviento que sobre, un solo gesto que reste en esta liturgia. Formidable.
«Torquemada» nos habla, dentro del contexto del Gran Inquisidor, de la desmitologización religiosa, del falso amor al prójimo, del negocio de la salvación de las almas, de las falsas filantropías, de los arrepentimientos de escaparate, sí, desde luego, pero también de cómo podemos inmolarnos o asfixiarnos en existencias concebidas exclusivamente para el materialismo.
Si tuviésemos que hacer una pentalogía de la obra, dando continuidad en cuanto al eje temático de los títulos, créannos, nuestro siguiente título debería ser «Torquemada en el Paraíso». (Al menos, a nosotros, es donde la obra nos ha llevado).
TORQUEMADA.
PUNTUACIÓN: 5 CABALLOS (Sobre 5)
Se subirán a este caballo: Quienes quieran dejarse asombrar por una formidable combinación de texto, dirección, escenografía e interpretación.
Se bajarán de este caballo: No consideramos la opción de bajarse de este caballo. Créannos.
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FICHA ARTÍSTICA
Basado en la tetralogía de las novelas de Torquemada de Benito Pérez Galdós
Dirección y escenografía: Juan Carlos Pérez de la Fuente
Versión: Ignacio García May
Intérprete: Pedro Casablanc (el actor, la tía Roma, Valentinito, los Águila -Rafael, Cruz y Fidela-, misionero Gamborena, Francisco Torquemada)
Diseño de iluminación: José Manuel Guerra
Diseño de vestuario: Almudena Rodríguez Huertas
Composición musical: Tuti Fernández
Ayudante de dirección: Micaela Quesada
Ayudante de escenografía y cartel: Alberto Valle (Hawork Studio)
Producción y gerencia en gira: Cristian Bofill
Director técnico: Juan Luis López
Técnico de iluminación: Nizar Allibhoy
Técnico de sonido: Francisco Atiénzar
Técnico de maquinaria: Fernando Gómez
Sastrería: José Miguel Laspalas
Diseño de producción: Pérez de la Fuente Producciones
Realizaciones Escenografía: Scnik
Vestuario: Sastrería Cornejo
Gasas: Jesús Acevedo (Sfumato)
Impresión digital: Hawork Studio
Agradecimientos: Teatro del Colegio Mayor Elías Ahuja
Una producción de la Comunidad de Madrid
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Una crítica de Fjsuarezlema

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