Tres amigos que lo vienen siendo desde la infancia han evolucionado, cada uno, a su manera. Frisando los cuarenta, con historias de ruptura de pareja uno de ellos, con dificultades laborales el otro y con la tranquilidad de tener pasta suficiente, el tercero, ninguno de los tres se ha convertido del todo en un adulto. ¿Puede la amistad ser un colchón para frenar las caídas o una cama elástica para proyectarlos a los tres lejos los unos de otros?
Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «Cádiz» que con autoría de Fran Nortes, dirigida por Gabriel Olivares y protagonizada por Nacho López, Bart Santana y Fran Nortes, nosotros hemos podido ver en la sala Principal del Teatro Lara.
Es la amistad el sustrato en el que se apuntala la trama de esta dramaturgia. Una amistad entre tres hombres que devienen en la incertidumbre y la angustia existencial propia de quienes han cumplido ya los cuarenta y han visto como algunos proyectos, que parecían estar destinados a la longevidad, no han prosperado: un matrimonio, el logro de una estabilidad laboral para poder optar a la emancipación de la casa de los padres, la crianza de un hijo como padre divorciado. El tiempo pone las cosas en su sitio o, a menudo, las cosas ponen en su sitio al tiempo. Los tres personajes de la obra han evolucionado de manera muy diferente. Uno de ellos. encarnado por Fran Nortes, el abnegado y resignado que ha aprendido la lección de que la vida puede cebarse con uno al condenarle a cierta dosis de amargura no deseada. Dentro de esa abnegación, tira para delante con lo que aparenta ser una escala de prioridades: por encima de gastarse pasta en una buena botella de whisky, están los gastos en la crianza de su hijo. Otra categoría, quizá más estereotipada y esquemática, el contrapunto más cómico, eso sí, a los otros dos temperamentos, es el del personaje interpretado por Bart Santana: el hombre pusilánime, el cachorro de la manada, lleno de tantas angustias como los demás, pero disimuladas en un pragmatismo/patetismo que bien podríamos adjudicarle a una suerte de Ignatius J. Reilly 2.0. Él vive con sus padres y trabaja en la FNAC. Sus percepciones e interpretaciones de la realidad son las de aquel que cree que madurar es perder libertad. Funciona como una suerte de nexo de unión entre los otros dos amigos y se convierte en interlocutor presuntamente atontado, pero diestro a la hora de llamarle a las cosas por su nombre (o, al menos, por el nombre que él cree que las cosas, en realidad, tienen). Una especie de personaje de esos tan populares en las sitcoms televisivas que viene a aportar, siempre, una franqueza necesaria. Por último, el tercer protagonista, interpretado por Nacho López, se ha separado y ahora es un bon vivant al que le ha tocado la lotería y sale con chicas más jóvenes, tal vez para intentar desconfirmar aquello del tempus fugit. El dinero no es problema para él y en el momento en que parece que su vida ha alcanzado un clímax de arrogancia, se conmisera de sí mismo buscando una nueva versión al estilo Yogananta.
Los tres actores están muy solventes. Se mueven en escena con naturalidad, sin titubeos, y encajan perfectamente en los roles que encarnan. Podemos decir que hay un estupendo trabajo actoral sumado a una atinada dirección a cargo de Gabriel Olivares. Los pequeños resortes del texto, de la interpretación, de la dirección e incluso de la escenografía se comportan muy bien dentro de la estructura de comedia sencilla. Lo cual no deja de ser un elogio.
Hete aquí una pieza que atestigua, en clave cómica, aquello de las nuevas masculinidades que, en este particular, no son tan nuevas dado que por el texto desfilan un buen número de trillados excesos en torno a lo masculino con frases, para referirse a las relaciones con las mujeres, tales como «¿Te las has tirado?», «¿Te la follaste?» en clave deliberadamente desafortunada, quizá tratando de hacer el texto más creíble. Dejando de lado estos excesos testosterónicos machoalfa (mito este último ya desmentido), que abundan, sí, la obra puede ser vista como un divertido aquelarre masculino en el que tres hombres sienten esa náusea existencial de la que hablaba Sartre y, con mayor o menor consciencia, la confrontan como pueden percatándose, al final, de que la amistad es un antídoto.
No decimos que Fran Nortes haya pensado en algún momento en Sartre para escribir «Cadíz», ni siquiera en John Kennedy Toole, pero sí podemos decir que, «Cádiz», como comedia, sabe desdecir al existencialismo que plantea que el hombre, en su tarea de hacer y deshacer, está solo. Porque no hay mejor paliativo contra la náusea de la existencia que la risa. No hay mejor paliativo contra la náusea que la amistad.
CÁDIZ
Se bajarán de este caballo: Quienes no lleven bien el humor que se sirve de algunos tópicos de la «guerra» de sexos.
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FICHA ARTÍSTICA
Autor y dramaturgia: Fran Nortes
Dirección: Gabriel Olivares
Reparto: Nacho López, Bart Santana y Fran Nortes
Una crítica de Fjsuarezlema
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