Un grupo de técnicos/as de una sala teatral se ocupa de desmontar (y montar) un escenario y, nosotros, como espectadores/as, asistimos, junto a ellos/as, a sus conversaciones, a sus angustias en un clima de post-crisis y de cambios que se ciernen sobre el mundo del teatro o sobre el teatro del mundo.
Esta podría ser una suerte de sinopsis de la pieza «Renacimiento», creación de La Tristura que, nosotros, hemos podido ver en la Sala Verde de los Teatros del Canal de Madrid.
Tomando como punto de partida esta metáfora de lo que ocurre cuando se baja el telón hasta que se vuelve a subir y de la comunidad que forman todas esas personas que están en segundo plano, pero que son y hacen, también, teatro, La Tristura nos intenta llevar a un lugar en el que poder sostener un relato de épica sencilla. Así, lo que, a priori, podría sentirse como arriesgado y en cierto modo una contradicción en términos, a posteriori se transforma, justamente, en eso: en un artefacto cuya épica falla y cuya sencillez salta por los aires en forma de esquirlas de intrascendencia.
Lo que nos sorprende del relato que contiene la pieza es la grandilocuencia disfrazada. Todas las frases que se rotulan y toda la pretensión de vertebrar una lógica entre esas frases y diferentes periodos que contextualizarían las escenas nos conducen tan solo a la perplejidad. Perplejidad por no lograr concebir un discurso que se evapora tan pronto como se pronuncia y cuya levedad lleva a la propuesta hacia lo veleidoso en lugar de, como entendemos que era su verdadera intención, hacia la reflexión serena y pertinente.
Nosotros nos alejamos desde el momento en que no logramos ver conexión alguna entre forma y fondo. Nos resultaron agradables algunos momentos como el del grupo recogiendo una lona, a modo de coreografía, o el de las pruebas de las luces (en menor medida), pero nos sentimos realmente aburridos en el resto de la obra y su discurrir a bandazos. Las conversaciones, deliberadamente naturales, sencillas, como la vida misma, lograban un efecto antipoético, un peligroso efecto monocolor:
¿De veras a alguien le puede resultar edificante escuchar durante un buen rato cómo uno de los chicos jóvenes entró a formar parte de la comunidad de técnicos de sala? ¿O los vaivenes de otro que ha roto con su pareja y nos cuenta cómo intenta conocer a otras mujeres? El anti clímax sigue en ascenso hasta ese momento asambleario que, francamente, no aporta ningún sentido teatral y se remata en el final con baile tribal contemporáneo como bonus track (Kate Tempest mediante).
¿Es esta, acaso, la idea de renacimiento de la dramaturgia contemporánea?: prescindir de la historia, del relato, para ocuparse de la estética. No hay peor discurso, teatral, que el que se separa de las palabras y deja de crear, de evocar, de pensar, por medio de ellas. El teatro es, eminentemente, uso de la palabra.
En el apartado interpretativo nadie destaca sobre nadie. Toda interpretación es inocua. No le seguimos el rastro a ninguno/a de los/as actores y actrices pues todo parece orquestado para mantener un brillo apagado; mate, sin lustre, marchito.
Sí destacaríamos en el apartado técnico, precisamente, el interesante trabajo de pintura de telones de Nuria Obispo, Olga López, Ana Arroyo y Julia Navalón.
Hay un tipo de arte que a veces cae, inconscientemente, puede ser, en la parodia de la catarsis. En la parodia de la realidad antes que en la realidad de la parodia. Es cierto que es complejo abordar la realidad de un modo sencillo (pues la realidad no lo es) y, por ende, se termina construyendo una imitación de la realidad. Esta imitación de lo real no siempre condena al producto resultante. Véase el arte Kitsch.
No es este Renacimiento un producto pensado en base a lo kitsch, desde luego, pero sí podemos hablar de un acercamiento a la (meta) realidad casi paródico, quizá sin pretenderlo. Quitarle la carga pesada a lo real es como quitarle las escamas a un pez. Aquí, se le han quitado las escamas a la realidad queriendo jugar a lo naif, a lo sencillo: no buscando un lenguaje alambicado, queriendo construir una épica de lo efímero, una poética de lo cotidiano y mundano. La levedad frente al peso de las cosas. ¿Qué hemos de elegir?, se preguntaba Kundera. Para nosotros, en el caso que nos ocupa, la elección ha sido clara: se ha elegido la levedad, la ligereza, y el efecto logrado, paradojicamente, es el del distanciamiento con el público, el de la insignificancia.
¿Se erró el tiro?: Probablemente.
Porque la realidad, para no hacerla escurridiza, necesita de sus escamas. Si no, prueben a pillar con las manos un pez sin escamas: se les escurrirá sin compasión como un rodaballo de piscifactoría.
RENACIMIENTO
Se bajarán de este caballo: Quienes prefieran pez de costa a pez de piscifactoría.
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FICHA ARTÍSTICA
CREACIÓN: La Tristura
INTÉRPRETES: Roberto Baldinelli, Alván Prado, Mundo Prieto, Emilio Rivas y Marcos Úbeda
DISEÑO DE ILUMINACIÓN: Carlos Marquerie
DISEÑO DE ESCENOGRAFÍA Y VESTUARIO: Cecilia Molano
DISEÑO DE SONIDO: Adolfo García
DIRECCIÓN DE PRODUCCIÓN: Alicia Calôt
DIRECCIÓN TÉCNICA: Cristina Bolívar
AYUDANTE DE ESCENOGRAFÍA Y VESTUARIO: Almudena Bautista
AYUDANTÍA TÉCNICA: Roberto Baldinelli y Mathieu Dartus
AYUDANTE DE PRODUCCIÓN: Iván Mozetich
COREOGRAFÍA: Mucha Muchacha
INVITADOS EN ESCENA: Andrés Bernal, Ana Botia, Alicia Calôt, Edgar Calot, Eduardo Castro, Emma de la O, Pablo Díaz, Manuel Egozkue, Teresa Garzón, Daniella Hernández, Gonzalo Herrero, Ainhoa Linaza, Marta Mármol, Belén Martí Lluch, Chiara Mordeglia,
Iván Mozetich, Carmela Muñoz, Siro Ouro, Elisabet Romagosa y Sara Toledo
VOZ: Vera Cort
DISTRIBUCIÓN Y COMUNICACIÓN: Art Republic
PRENSA: Paloma Fidalgo
FOTOGRAFÍA: Mario Zamora
PINTURA DE TELONES: Nuria Obispo, Olga López, Ana Arroyo y Julia Navalón
COLABORACIÓN TELONES: Theatre de Liege y Sandra Belloi
CONFECCIÓN VESTUARIO: Isabel López
REALIZACIÓN ATREZO: Ricardo Vergne y Mundo Prieto
PROVEEDOR AUDIOVISUALES: Creamos Technology
UNA PRODUCCIÓN DE Teatros del Canal de la Comunidad de Madrid, Théâtre de Liège y La tristura
COLABORA EN LA PRODUCCIÓN Grand Theatre de Groningen y CREA SGR+
Proyecto realizado con el apoyo del programa de ayudas a la creación y la movilidad del Ayuntamiento de Madrid
Una crítica de Fjsuarezlema
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Para decir que no te ha gustado la pieza no hace falta ponerse petulante o grandilocuente. Es cierto que para ver una creación cómo Renacimiento, quizás la dificultad estribe en salirse de los clichés del teatro del siglo XX, ese teatro que no fue ni peor ni mejor que el actual, la cosa tiene mucho que ver con la mirada/sensibilidad propia. Las creaciones de compañías que son llamadas por toda Europa por su universo y lenguaje, merecen un segundo de reflexión y análisis en los criterios, propios y enquistados, antes de disparar. Por cierto, meter en una reseña teatral una cita de Milan Kundera, cogida por los pelos, con la intención de investir al firmante de cierto hálito de intelectualidad, no deja de ser un truco manido, y en mi opinión, casposo. En tu caso, te propongo que cuando vayas a elaborar tu crítica digas “me he aburrido como una ostra” cobres tú trabajo, y no te metas en jardines que puedan delatar carencias.
PD: Siempre pensé que quien no respeta el trabajo ajeno, no tiene derecho a que respeten el suyo. Buenas noches.
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Gracias por sus sabías palabras respecto de nuestras carencias. A propósito: su comentario «nos ha aburrido como una ostra».
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