EL MINUTO DEL PAYASO. Delicioso viaje a ninguna parte

Un hombre, de profesión payaso, espera entre bambalinas el momento de su actuación en una gala benéfica. Mientras espera, interactúa con el público que está en la sala y que será testigo de sus nervios, de sus aprensiones, de algunos retazos de su vida pero, sobre todo, testigo de su ingenio, de sus alardes por resistirse a la sordidez de una existencia vivida a pulso.

Esta podría ser una sinopsis de la obra «El minuto del payaso» que hemos podido ver en el Teatro del Barrio.

Luis Bermejo toma las riendas del personaje principal, y único, de este monólogo que está a medio camino entre la semblanza de la personalidad artística de un payaso/cómico y la relación de éste con su profesión y con uno de los elementos más palpables de esta: su público.

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La historia, autoría de José Ramón Fernández, no destaca por su texto, en lo que a poética se refiere. La escenografía es sencilla, bien encajada: nos sentimos frente a un cómico que espera su turno para salir a escena en este ejercicio de metacomedia. Unos altavoces que anuncian quienes están actuando, unas bambalinas hechas a base de cuerdas y sacos, y una silla y una pequeña mesa en la que hay una maleta. Poco más. No hace falta. Nos resulta eficaz. Si bien la propuesta no destaca por su texto o por su escenografía, ¿por qué nos parece una obra muy meritoria? Pues por la interpretación. «El minuto del payaso» es Luis Bermejo, el actor. Es su ejercicio sobre las tablas. Su talento. Su absoluta libertad para la jerigonza, para componer un personaje amarrado a las jarcias del disparate, su insólita maña para fragmentar los códigos humorísticos, su extravagancia y entrega.

Detrás de un estilo aparentemente franco, que a veces parece improvisado, nos percatamos del trabajo de elaboración y dirección de este montaje, en manos de Fernando Soto, y somos conscientes de que no hay mejor improvisación que aquella que está escrita. Si como decía Lou Jacobs, «el payaso tiene que venir de adentro hacia afuera», en Bermejo, el payaso, lo vertebra todo, lo atraviesa todo, de un modo prodigioso porque brota de su interior en un caudal apabullante de tics, bribonadas, aspavientos, coletillas, guiños y otros tantos elementos de igual naturaleza que componen su rol sobre la escena.

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La entrega del actor es total. Pese a no contar con un texto o una trama en la que depositar la atención, ésta nunca desaparece pues es imposible dejar de asistir al acto circense y descarado del actor, a su acertada socarronería. Hay algo de cabaretero y burlesco en su juego de relación con el público, al que apela, al que requiere, al que no deja de intentar agradar.

Es este un payaso que se deleita y no necesita de imposturas para conseguir el sortilegio. Un payaso que quería ser domador de elefantes pero que nunca dejó de ser payaso porque siempre encontró en el público una sonrisa, una cura, su terapia. Aunque esta terapia fuese algo tan cursi como la sonrisa de un niño en un parque o el ver cómo la gente se arremolina junto a él cuando hace lo que sabe hacer.

En un minuto, un payaso puede darle la vuelta a una vida. Y este payaso, este magnífico actor que es Luis Bermejo, lo consigue. Un Bermejo que juega a ser Miliki mejorado, creciente, mucho más filosófico que no espera que el público responda que está bien sino que se deje desencajar por sus «Papapanchos» y sus perfomances de «pañitos y de plátanos» consiguiendo meterse a los espectadores en el bolsillo, como si de un Marcelino Orbés o de un Andy Kauffman a la española se tratase.

Dice el famoso payaso Alex Navarro que «jugar como niño, pero frente a todos y siendo profesional, es sólo cosa de payasos» y eso es lo que hace, con desgarro y con enorme solvencia y dignidad, Luis Bermejo en este viaje a ninguna parte que es «El minuto del payaso».

 

EL MINUTO DEL PAYASO

PUNTUACIÓN: 4 CABALLOS

Se subirán a este caballo: Quienes quieran ver a un actor dándolo todo y haciendo disfrutar a su público desde el minuto cero.

Se bajarán de este caballo: Quienes esperen un teatro de texto pues la propuesta apura al máximo la comicidad de lo emergente, del aspaviento, del tic y de lo gestual.

***

FICHA ARTÍSTICA

Autor: José Ramón Fernández

Dirección: Fernando Soto

Actor: Luis Bermejo

Vestuario y escenografía: Monica Boromello

Ayudante de escenografía: Alessio Meloni

Iluminación: Eduardo Vizuete

Maquinaria: Francisco Revaliente

Selección Musical: Fernando Soto

Fotografía: Claudio Casas y CDT

Diseño Gráfico: Chapo

Producción: Producciones El Zurdo S.L.

Producción Ejecutiva: Luis Crespo

 

Reseña de @EfejotaSuarez

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