LA NOCHE DEL Sr. SMITH. Memento Mori

La revista «Nature» publicaba hace casi dos años un estudio revelador que desbarataba las pretensiones del ser humano por descubrir la fórmula de la inmortalidad o, en su defecto, de la longevidad. El estudio concluía, contundente, que «existe un límite natural para la vida humana difícilmente rebasable» y fijaba ese límite en los 125 años. Más allá de esa edad, el ser humano no puede vivir.

Se iba así al traste la esperanza de la inmortalidad, aunque quizá este estudio sea contestado más adelante por otro que renueve esas ilusiones.

El tema de la inmortalidad es un referente obligado para la literatura y el cine, sobre todo en los géneros de ciencia ficción o distopías. Contiene en sí mismo el misterio de jugar con una realidad que, a día de hoy, ignoramos si será algo más que una posibilidad en un futuro. El teatro no se escapa a esa atracción y surgen cada vez más textos que enfocan sus tramas en asuntos como este. Tal es el caso de la obra «La noche del sr. Smith» que puede verse en la Sala Cuarta Pared.

«La noche del sr. Smith» cuenta la historia de un anciano que sueña, cada noche, con un lugar en el que es inmortal y la vida no se termina. Mientras, en la vida real, el hombre asiste a la enfermedad de Alzheimer que aqueja a su mujer, a la que ve irse, poco a poco, sin poder hacer otra cosa que esperar su partida.

El planteamiento de arranque resulta poético ¿no es así?

Se ocupa de esta obra La Compañía del señor Smith: un Colectivo que cuenta entre sus filas con artistas de diferentes disciplinas: danza, teatro, dramaturgia, y que concreta su objetivo en el intento de contar nuevas historias empleando un lenguaje actual y una perspectiva contemporánea en sus proyectos de creación. Fruto de ese trabajo es la obra que aquí se reseña.

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Sobre el escenario, un total de cuatro actrices y cuatro actores, más o menos de la misma generación. Sumémosle a este plantel un actor más que hará las veces del Sr. Smith: un hombre más mayor, cuyo papel es el del rapsoda que explica sus ensoñaciones y que las detalla.

La obra avanza desde un planteamiento efectivo y efectista, muy bien coreografiada, con interpretaciones nada desiguales, comedidas, en medio de una trama que resulta en una cierta nebulosa, en su apertura, pero que se va aclarando, hacia el final, toda vez que se comienzan a desenmarañar algunos códigos.

No es complicado: el sr. Smith sueña con un lugar donde El Sistema (primer hito distópico) ofrece a los ciudadanos o habitantes o usuarios  de sus servicios toda una serie de comodidades relacionadas con la vida eterna: escaneo de estado de ánimo para  evitar sobresaltos, intercambios sociales y relacionales para obtener la alegría, cenas y comidas sanas y proporcionadas, deporte, baile y todo un largo etcétera son los ofrecimientos que corren a cargo de El Sistema en sus instalaciones.

No nos queda claro, en este punto, si El Sistema es una entidad privada o pública; si los que acceden a sus servicios pagan por ello, pueden salir de sus instalaciones, si se trata de un disfrute de tipo ambulatorio, al modo de un dispensario, y otro montón de preguntas que no se completan dado que la idea está clara: se trata de un lugar distópico, futurista, y lo hemos visto tantas veces, en series o películas, que rellenamos los huecos con nuestro propio imaginario.

Así le ocurre a la trama, que fluye por un entramado ya visto: hay dos personajes de la historia que no están dispuestos a seguir las normas de El Sistema y cuestionan que lo que se les está ofreciendo es solo puro artificio.

Inevitable no pensar en escenarios cinematográficos que nos remiten a films como «Gatacca» o «La isla» o incluso «Stalker» del año 1979, dirigida por Tarkovski, si queremos entender de qué modo no estamos ante una concepción original.

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Nos encontramos aquí ante un territorio trillado: el del resorte que nos recuerda tanto a  Aldous Huxley  y a los meandros de su obra «Un mundo feliz».

La imbecilización también reina en El Sistema, donde podemos ser felices, a perpetuidad, siempre y cuando aceptemos una felicidad que es impostada, de risas forzadas; una felicidad donde la apatía y la abulia y la anhedonia campan a sus anchas. Solo una pastilla anulará nuestra conciencia y nos permitirá seguir viviendo en ese mundo de lo eterno que no es otra cosa que un mundo de embarazosas repeticiones y ensayos, de simulacros previsibles e irritantes, donde el amor, y los recuerdos no están proyectados porque, si fuese así, habría que esterilizarlos.

He ahí que dos de esos habitantes de El Sistema, quieran salirse del adiestramiento programado y dejar de simular para comenzar a vivir. Es una de las actrices la que se comporta como Butimar, la paloma salvaje que se le apareció al Rey Salomón para decirle aquello de «No bebas esa agua porque serás inmortal, y cuando seas inmortal verás morir a tus mujeres, verás morir a tus hijos, a tus nietos, y sobre todo, lo que es más importante, un día estarás en un enorme desierto y no tendrás a nadie con quien puedas compartir un recuerdo de infancia y de juventud». En el caso de «La noche de sr. Smith», el agua es reemplazada por una pastilla.

Esta es una de las tramas que se entremezcla con otra, fuera ya de los sueños del sr. Smith, donde éste, a pie de micro, nos conduce por una realidad no menos artificial que la anterior dado su excesiva poetización.

Veamos. Comprendemos que la idea narrativa quiera quedar relegada a la fábula de esqueleto enteramente poético y simbólico. Eso está bien pero, por exceso o por defecto de la dosis, siempre hay riesgos que se toman. Aquí el riesgo deviene del exceso de poética. No hay nada más eficaz que una mezcla ponderada.

Advirtiendo que la música está muy bien colocada, que las coreografías funcionan, perfectamente ejecutadas, la iluminación resulta adecuada y las interpretaciones son absolutamente correctas, nos preguntamos ¿qué ocurre en esta pieza para que la emoción no acabe de llegar del todo?

Probablemente uno de los factores, además del exceso de poetización, puede tener que ver con que la trama de El Sistema no aporta el contrapunto necesario al hacerse extraordinariamente previsible. Todo es demasiado tópico. Tampoco ayuda el énfasis del texto al subrayar al espectador, como si necesitase de tal explicación, que no hay  genuina felicidad dentro de El Sistema.

Ese intento de mezcla de dataismo versus humanismo no acaba de cuajar. Entendemos bien la predisposición del relato y nos parece un sustrato fantástico como hoja de ruta pero hay algo que desluce el resultado final y no tiene que ver desde luego con las interpretaciones, honrosas, ni con la música o la estética de la obra.

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Quizá aún estamos lejos de saber mezclar ambos mundos, el aséptico y descarnado mundo de los datos y la falta de sentimientos, con el lado más humano del sufrimiento y las pasiones.

En la obra no distinguimos a un actor o actriz que brille más o haga más alarde interpretativo. Hasta ese punto se da la simbiosis de la coralidad en la obra. Sí debemos reconocer como uno de los momentos más hermosos a ese episodio en el que una actriz escucha un audio de su pareja enviado desde un avión. No conseguimos encontrar muchos más dentro del conjunto.

«La noche del sr. Smith» se nos ha quedado en un ejercicio con buenas formas y decente, pero, eso sí, muy lejos de despertar cualquier debate apasionado sobre los grandes temas que introduce: la posibilidad de la inmortalidad, el amor como bálsamo o el necesario recordatorio del memento mori.

En el intento de la obra  por hablarnos de cómo un hombre sueña con salir del orden imaginado, se nos viene a la cabeza lo que dice  Yuval Harari, de modo pesimista, sobre tal pretensión: «Cuando echamos abajo los muros de nuestra prisión y corremos hacia la libertad, en realidad corremos hacia el patio de recreo más espacioso de una prisión mayor». ¿Será consciente de ello el señor Smith?

LA NOCHE DEL Sr. SMITH

AUTOR: Javier Hernando Herráez
DIRECCIÓN: Pedro Casas
INTERPRETES: Andrés Acevedo, Isabel Alguacil,Salvador Bosch, Ricardo Lacámara, Alba Loureiro, Verónica Moreno,Alex Pastor, Paula Ruiz, Sergio Torres
ESCENOGRAFÍA Y VESTUARIO: María Iciz
DISEÑO ILUMINACIÓN: Pablo Garnacho
ASESORÍA DE MOVIMIENTO: Jordi Vilaseca
ESPACIO SONORO: Salvador Bosch
DISEÑO CARTEL Y MARKETING: Alvaro Espinosa
PRODUCCIÓN Y DISTRIBUCIÓN: Cia. Del Sr. Smith

PUNTUACIÓN: 3 CABALLOS

Reseña de @EfeJotaSuarez

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