Una pareja que acaba de tener un hijo invita a dos amigos a casa para conocerle y ponerse al día. Todo irá cuesta abajo en el momento en que uno de los invitados diga que el bebé de la pareja anfitriona, le parece muy feo.
Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «La piel fina» que, con dramaturgia y dirección de Carmen Marfà y Yago Alonso, nosotros pudimos ver en el Teatro Pavón, en Madrid.

Qué difícil gestionar y hacerse cargo de las opiniones que manifestamos, a menudo, sin pensar demasiado en las consecuencias que van a tener. Es el llamado síndrome del «secuestro de la amígdala» que, en su día, acuñó el popular psicólogo Daniel Goleman (sí, el autor de «Inteligencia emocional»).
El secuestro por amígdala hace referencia al hecho de tener alguna reacción emocional incontrolable, decir o hacer algo de lo que luego probablemente terminemos arrepintiéndonos con un diálogo interno en forma de preguntas dirigidas a nosotros mismos del tipo: «¿cómo pude actuar así?», «¿cómo pude decir lo que he dicho? Todo ello sucede porque la amígdala, una parte de nuestro cerebro, asume el mando y nos impide ejercer un control momentáneo sobre nuestras emociones. Esa pequeña, pero crucial estructura cerebral con forma de almendra que es la amígdala es la principal encargada de integrar las emociones con los patrones de respuesta correspondientes a estas, ya sea a nivel fisiológico o a nivel conductual y cuenta, además, con el superpoder de inhibir otras regiones cerebrales. Así, arrastrados por una emoción fuerte, la amígdala puede decirle al córtex cerebral que se detenga impidiéndonos pensar racionalmente.
Esta es una posible hipótesis para explicar el comportamiento del personaje de Nacho en la obra «La piel fina» puesto que al ver al bebé de su pareja de amigos (Eloy y Sonia) siente una emoción intensa de sorpresa o rechazo ya que el pequeño le parece muy feo (con unos ojos de sapo o de rana que se le salen de las órbitas) y lo suelta, sin paños calientes, frente a Eloy y Sonia, los padres del recién nacido. En esta situación dada, queda clara una falta de previsión, de planificación por parte del personaje de Nacho: su amígdala le ha secuestrado.

O no. Estamos solo ante una posible hipótesis porque aunque los secuestros por amígdala y las reacciones irracionales se den con frecuencia (sin sopesar las posteriores consecuencias: véase colgar o escribir algo en RR.SS), el caso que puede haber afectado a Nacho es más sencillo neurológicamente hablando dado que la segunda hipótesis que manejamos es que se trate del típico idiota que dice lo que piensa (pero no piensa lo que dice) y se jacta de que eso es un don llamado «naturalidad» o «sinceridad». Creemos más, por cómo evoluciona la pieza, que estamos ante un caso prototípico de alguien que se ajusta a este último perfil mencionado: el del tipo tan genuinamente idiota como narcisista a partes iguales.
Y diríamos, también, que todo opera de forma que el «desliz» del personaje de Nacho (que interpreta Leo Rivera) sirva para que la pareja de Sonia y Eloy, así como la amiga que acompaña a Nacho en la visita, puedan desplegar sus cuentas pendientes con el bocachancla.
En el texto que nos encontramos en «La piel fina» todo pivota en torno a ese momento en el que se dice que el bebé de los anfitriones es muy feo. Este momento llega antes de la mitad de la obra y genera un cúmulo de expectativas demasiado alto para lo que luego se observará en escena. Cuando sucede, la reacción de los padres del bebé es la esperable, pero este particular se diluye pronto en otras cuestiones que emergen a raíz del comentario realizado por el personaje de Nacho. Todo conduce a un ejercicio de sinceridad no deseada mediante la que las diferentes partes elaboran su propio catálogo, en retrospectiva, de vicisitudes que pueden leerse como cabos sueltos en las historias de relaciones entre los protagonistas. Por ejemplo, el estreno de una película de la que Nacho fue guionista y a la que, en su día, invitó a sus amigos. Abiertos al sincericidio, los diferentes personajes revelan o desvelan sentimientos que formaban parte de eso que debemos llamar agenda oculta. Una agenda que debemos mantener sin divulgar para preservar nuestras relaciones de amistad, de pareja, laborales.

Por desgracia, la obra discurre por lugares demasiado repetitivos (la gracieta con la cara y los ojos de sapo del bebé), por lugares demasiado ligeros, cicatrizados, sin costra, sin la posibilidad de un repertorio donde prime la mordacidad, la ironía inteligente o diálogos inteligentes que nos dejen reflexionando o pensando al salir de la sala (una comedia sencilla, sin artificios, que se apresuran a decir algunos/as. Pues mire usted, no).
En este discurrir de marejadilla (que no de mar arbolada) nos encontraremos también con secretos que se van revelando y que atañen a Nacho y a su pareja actual, la chica que le ha acompañado a casa de sus amigos. El vino contribuirá a generar espacios de confidencias inesperadas sin llegar a hacer que nada resuene, en este encuentro de parejas y amigos, como algo demasiado profundo sino, antes bien, como algo lo suficientemente inocuo y tontorrón como para que sea devorado por los engranajes dentados del adocenamiento, de la trivialidad.
Las interpretaciones no destacan por su brillantez sino por su corrección ajustada a un texto al que no se le puede extraer mucha enjundia. No hay ninguno que destaque sobremanera y todos se presentan correctos. Sí es cierto que el papel de la nueva pareja de Nacho, que interpreta la actriz Ángela Chica, comparece con una mayor comicidad dada la naturaleza del temperamento, en apariencia, confiado y conciliador que posee su personaje.
Al final, la pieza nos recuerda demasiado a comedias francesas de fórmula como «El nombre» y nos deja con el regusto de encontrarnos ante un montaje bastante simple que encierra la idea desacertada de que de lo cotidiano, para hacer comedia, solo puede sacarse, estrictamente, más cotidianidad.
LA PIEL FINA
PUNTUACIÓN: 2 CABALLOS (Sobre cinco).
Se subirán a este caballo: Quienes gusten de las comedias muy light.
Se bajarán a este caballo: Quienes hubiesen deseado encontrarse con unos diálogos menos ingenuos y repetitivos.
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Ficha artística
Dramaturgia y dirección: Carmen Marfà y Yago Alonso
Reparto: Leo Rivera, Laura Pau, Francesc Ferrer y Ángela Chica
Diseño de escenografía: Elisenda Pérez
Diseño de iluminación: Ciru Cerdeiriña
Trailer y contenido audiovisual David González | 2VISUAL
Diseño de vestuario: Nídia Tusal
Fotografía y diseño gráfico: Javier Naval
Producción ejecutiva: Rocío García Cano
Producción: Bitó
Distribución: ConTablas Distribución
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Una crítica de Mi Reino Por Un Caballo
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