UN DELICADO EQUILIBRIO. ¿Qué quiere el Otro de mí?

Una familia asediada por la culpa recibe en casa, por sorpresa, a un par de amigos que parecen decididos a quedarse frente a la perplejidad del los anfitriones.

Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «Un delicado equilibrio» que, con texto de Edward Albee, dirección de Nelson Valente y protagonizada por Alicia Borrachero, Ben Temple, Manuela Velasco, Joan Bentallé, Cristina de Inza y Anna Moliner, nosotros pudimos ver en la sala Guirau del Teatro Fernán Gómez, de Madrid.

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Qué poco se monta a Albee en España. Esa es la primera reflexión que nos viene a la cabeza. Recientemente se ha podido ver, en la cartelera madrileña, «El zoo de cristal», texto del autor norteamericano, pero hemos de reconocer que se pueden contar con los dedos de una mano la presencia de textos suyos en nuestro país donde, generalmente, se apuesta por otros autores (ni siquiera autoras) como Tennesse Williams, Arthur Miller o los más actualizados Sam Shepard o David Mamet.

Muchos se han atrevido a conjeturar que la escasa recepción y aterrizaje de las obras de Edward Albee en España obedecería, principalmente, a su falta de verismo, a su propensión a recalar en moldes del absurdo (como si el público español siguiese siento tan ingenuo como el del tardofranquismo). Esa idea trasnochada ya no cuela. El público está sobradamente preparado (si es que este verbo cobra aquí sentido) para meterse de lleno en los dramas de Albee y en sus textos porque está de sobra acostumbrado a corrientes y estilos teatrales que superan y trasgreden los moldes de los planteamientos realistas. Por suerte, el Teatro Fernán Gómez ha hecho hueco en su sala grande (y una de las más cómodas de la capital) a la propuesta de «Un delicado equilibrio» (traducida por Ben Temple y Alicia Borrachero que, a la postre, interpretan al padre y a la madre de la familia). En el montaje nos encontramos con dos factores claves: un texto excelente dotado de diálogos afilados, punzantes para el intelecto, ágiles, alambicados así como soliloquios cargados de magnetismo y de matices que brillan como pepitas de oro en el fondo de un manantial de ideas en torno al duelo, al sacrificio, los apegos, la maternidad, las apariencias, las correcciones o la culpa. Lo fabuloso de este texto es que ofrece la posibilidad de observar cómo de caprichosa puede ser la palabra, cómo de ponzoñosa y bella al mismo tiempo. 

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Albee no es un existencialista ni hace sucumbir a sus personajes frente al trauma, frente al abismo de sus vidas. Él parece creer en la redención y en la posibilidad de escapar o de encontrar un sentido a la existencia. Además, el autor coquetea con un sentido del humor finísimo que le permite plantar la ironía, como una enredadera, en medio de las pesadas paredes de un drama familiar. El tono está indiscutiblemente trabajado para que prospere el ridículo y nos podamos dar permiso para sonreír o reír en mitad de la tragedia.

Más allá de sus coincidencias con Beckett o con Pinter (reconocibles en algunos de sus textos), en este «Un delicado equilibrio» no permean tanto estos autores y el público se encontrará con un drama familiar que bien podría haber sido escrito en el siglo XXI pues sus ecos acerca de la homeostasis familiar y el estatus siguen resonando con fuerza y los contenidos golpes de pecho de la abnegada madre de familia siguen gozando de todo su significado. Fue escrita en 1966 y llega hasta nuestros días con una coherencia portentosa.

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En la casa de la familia protagonista, todo arranca con una conversación entre la madre y el padre en el salón acerca de la posibilidad de ella de perder la cordura. Una cordura que mantiene a raya, sorprendentemente, a base de copas de martini y brandy (que no de anís). Más allá de los efluvios del alcohol que suelen comparecer en los textos del autor, aquí se masca la tragedia desde el principio: una pareja rota, haciendo precarios equilibrios para sobrevivir a su día a día tras un funesto episodio ocurrido en el pasado y relacionado con la muerte de un hijo y todo el impacto de la culpa o las responsabilidades maternas/paternas. Sentimos que la madre, a lo largo de la obra, subrepticiamente, le reprochase al paterfamilias el hecho de haberle exigido mantenerse en pie y seguir adelante con la pareja, con su papel de madre con otra hija, con su papel de hermana. Todo ese, el del duelo, es el profundo vórtice alrededor del cual esta familia sucumbe en pro del mantenimiento de las apariencias.

En la casa se encontrarán, a lo largo de las siguientes horas, la hermana de la madre (una mujer que intenta rehabilitarse de una adicción al alcohol), la hija de ambos anfitriones (una joven que acaba de romper con su pareja y busca refugio, no es la primera vez, en casa de sus padres) y dos amigos de la pareja (un hombre y una mujer maduros que representan una ruptura con el resto de la estructura familiar y funcionan como disruptores del statu quo alcanzado por el sistema familiar).

Todo diálogo, todo soliloquio, todo gesto, aspaviento vehemente, capcioso, maledicente, ingenuo y toda interpretación en escena están en su sitio, encajan, funcionan. Se construye un material tan interesante que las dos horas pasan deseando saber más, deseando escuchar y ver más. Ahora bien, en lo interpretativo brillan absolutamente Alicia Borrachero y Manuela Velasco. Borrachero compone una suerte de personaje femenino que bien podría recordarnos a la Martha de «¿Quién teme a Virginia Woolf?» igualmente frustrada o castrada emocionalmente, pero en este caso más capaz de mantener su agenda oculta, de soportar la procesión que lleva por dentro a base de imponerse las gestiones de lo cotidiano, a base de erigirse en discreta mártir de la vida conyugal que sabe mantenerse en pie pese a pisar un suelo francamente quebradizo, volátil. Su interpretación es excelente, magnífica en cada palabra pronunciada, en cada intención, en cada acción, cada mirada y su presencia es magnética. Manuela Velasco nos sorprende gratamente en el papel de la hermana que no sienta la cabeza, la inmadura e irresponsable crónica (así es vista por la familia y probablemente sea la más cuerda y sensata de todos). Velasco levanta y sostiene su personaje con un talento maravilloso. Un verdadero deleite ver a Borrachero y Velasco a este nivel. Todo se da dentro de un reparto muy ponderado, bien galvanizado con una dirección soberbia, no cabe duda alguna, a cargo de Nelson Valente.

Con relación a la escena de la pareja que llega para quedarse por sorpresa, nos preguntamos si Albee (en su momento) habría leído a Lacan puesto que dentro de la estructura de la obra, la irrupción de los dos amigos en casa de los anfitriones se convierte en una poderosa revelación de aquella pregunta histérica fundamental de la que sentaba cátedra el psicoanalista francés: «¿Qué quiere el Otro de mí?».  Pregunta inevitable para la familia (y para el público) cuando dos amigos, asustados y atemorizados por un sentimiento abstracto, deciden atravesar la fantasía e instalarse en la casa del matrimonio que interpretan Alicia Borrachero y Ben Temple.

Sin título

Hacía tiempo que no disfrutábamos así con una pieza teatral en esta atiborrada cartelera madrileña donde hay mucho que ver y mucho que olvidar. Esta obra recupera, y de qué modo, a un maravilloso Albee y nos reconcilia con el arte mayúsculo que es el teatro. Allá donde lleve la gira a este montaje, no les pierdan la pista porque aquí, queridos/as lectores/as, hay talento del que es capaz de atrapar y cautivar. Quedan advertidos/as.

UN DELICADO EQUILIBRIO

PUNTUACIÓN:  5 CABALLOS (Sobre cinco).

Se subirán a este caballo: Quienes deseen encontrarse con una obra excelente y totalmente disfrutable.

Se bajarán a este caballo: Quienes, carentes de cualquier sensibilidad, no sepan reconocer el talento.

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Ficha artística

Autor: Edward Albee
Dirección: Nelson Valente
Traducción: Alicia Borrachero, Ben Temple
Con: Alicia Borrachero, Ben Temple, Manuela Velasco, Joan Bentallé, Cristina de Inza y Anna Moliner

Escenografía y vestuario: Lua Quiroga Paul
Iluminación: Ion Aníbal López

Fotos: Sergio Blanco

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Una crítica de Mi Reino Por Un Caballo

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